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Opinión

El legado

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 17.01.2021
El legado |
Bachelet parece venir con todo y de seguro hasta imagina aquel momento en que Piñera entrega la banda presidencial, nuevamente, a una mujer socialista.

Durante los últimos 15 años, Chile ha sido gobernado por dos figuras que  han marcado su ritmo  económico, político y cultural. Se trata de una mujer y un hombre, con trayectorias vitales y personalidades disimiles, pero que, en términos de dinámicas y estilos de gobernanza, se parecen más de lo que ellos mismos deben creer.

Ha sido tan significativo el legado de Bachelet y Piñera, que en la historia larga de nuestro país, sus años al mando de La Moneda, no cabe duda, recibirán un apodo: la era Caburgua. Recordemos que ambos líderes poseen casas de veraneo a orilla del  lago de la región de La Araucanía y hasta solían visitarse en sus temporadas de descanso (hay una memorable foto en que ambos aparecen junto al hermano músico del actual mandatario).

En términos de personalidades, Bachelet representa el liderazgo de contención emocional, el cariño como relato y una mirada que carga la melancolía propia de quienes viven presos de los fantasmas de las izquierdas del siglo XX: aquella culpa que carcome a muchos concertacionistas que hoy se sienten avergonzados de lo hecho durante 20 años de gobierno socialdemócrata.

Por otro lado, Piñera representa al  despiadado apostador que es capaz de todo con tal de ser reconocido y ganar lo venga en cada página del incierto guion de la vida. Da lo mismo si hay que ganar una partida de ajedrez al nieto, el mercado pesquero en Perú (aun en medio de un fallo de la Haya) o incluso, lo que parecía impensado por muchos: una foto en la plaza de la Dignidad.  De alguna manera, Piñera representa  el espíritu “winner” que todo chileno lleva fondeado más allá de los discursos de buena moral.

Se trata de dos personalidades que cautivaron a una sociedad que, en los últimos 15 años, ha experimentado vertiginosas transformaciones en sus condiciones materiales e intelectuales de vida. O, mejor dicho, Bachelet y Piñera, han sido quienes mejor representan las ambivalencias propias de un proceso de aceleración del capitalismo, experiencia que Chile vivió antes que otros países de la región.

Por lo mismo, es que, entre ambos mandatarios, se terminaron entregando las bandas presidenciales durante los últimos cuatro periodos, algo nunca antes visto en la historia local.

Cuando había miedo a la incertidumbre (miedo al hambre, a la decrepitud y la enfermedad), aparecía Bachelet con sus promesas de un Estado abrigador. Cuando la pulsión política del miedo a las flechas del destino pasaba y asomaba el deseo de reconocimiento como motor de la sociedad,  (confirmando lo planteado por Hegel), emergía Piñera con su horizonte de estatus para el esfuerzo individual.

Seguridad y riesgo, fraternidad y desfachatez, sosiego y caos. He aquí dos estilos diferentes, pero que coinciden en sus improvisadas estrategias de gobernanza y las equivocadas lecturas que ambos fueron desarrollando respecto a las pulsiones que hoy mueven a la sociedad chilena.

Por supuesto que, Bachelet y Piñera,  no podían resignarse a la retirada así como así, cada cual a sus cuarteles, sin disputar una última carta, quizás la más importante de todas: el legado.

Por lo mismo, es que no dejó de ser novedoso el aterrizaje de la ex ministra Paula Narváez en el escenario presidencial. Para algunos, esto no pasa de ser una jugada de Bachelet para ordenar sus filas internas en el PS. Otros, lo consideran un gesto más bien simbólico, pues Narváez no marca en las encuestas y es poco el tiempo que tendría para remontar. Pero lo cierto, es que la ex mandataria parece decidida a dejarse caer nuevamente en Chile, esta vez, del brazo de la candidata que mejor podía representar el estilo y la moral del denominado “bacheletismo”.

Bachelet parece venir con todo y de seguro hasta imagina aquel momento en que Piñera entrega la banda presidencial, nuevamente, a una mujer socialista. De seguro, también se imagina presente en ese momento, ajustando la piocha de O’Higgins a su ex ministra y saludando a todos los presentes en el Congreso, con un gesto que intentará decir algo así como: he aquí el legado.

Y es que el país actual, a pesar de las cuarentenas, parece moverse a una velocidad de preferencias nunca antes visto en política. Muchos de los ciudadanos que ayer votaron por Bachelet (mismos que luego también lo hicieran por Piñera), hoy se dicen decepcionados de la política y a la hora de ser encuestados, otorgan sus simpatías a Pamela Jiles y el alcalde Jadue. Habría que estar algo loco o extraviado para pensar que, el ciudadano actual, se inflamará de pasiones por Heraldo, Tarud o Vidal.

Respecto a Pamelo Jiles, no cabe duda que su presente fama es una especie de reconocimiento por el retiro del 10%, proyecto del cual ella se apropió, aun cuando no fue su impulsora de origen. Sin embargo, es probable que en los próximos meses ese mismo ciudadano imagine a su futura presidenta bailando como Naruto y la cordura le haga abandonar a ese buque de farandula.

Por otro lado, la opción de votar por un alcalde que ha sido elegido como presa predilecta de los poderes fácticos, parece cada vez más lejana. El niño fanfarrón del curso de las izquierdas, mismo que lanzaba discursos anticapitalistas, cual predicador del paseo Ahumada, ahora deberá defenderse de acusaciones de corrupción en manos de fiscalía. Lo más probable es que Jadue se encuentre con MEO en el enorme desierto de los juicios políticos. No será fácil salir de esa travesía.

Es en este escenario que el nombre de Paula Narváez emerge como una carta posible. Una  que en los próximos 4 meses y del brazo de Bachelet  logrará posicionarse por sobre las otras cartas de la oposición. Además, es una candidatura que no está tan distante del momento político y cultural actual: sabido es que la anomía fue una de las siembras predilectas de la “era Caburgua”.

Por ahora, la ventaja la sigue llevando la derecha y, por ende, Piñera, en la carrera por el legado. Para el actual mandatario, existen más alternativas que las que posee Bachelet a la hora de imaginar la entrega de la banda presidencial, en un cada vez más cercano marzo del 2022.

 

Cristián Zúñiga
Profesor de Estado. Vive en Valparaíso.