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Opinión

Vacancia presidencial

Por: José Sanfuentes Palma | Publicado: 24.01.2021
Vacancia presidencial | Agencia Uno
La cuestión central que interpela a las fuerzas democráticas no es prioritariamente nombres ni dedazos presidenciales autorreferentes, sino la urgente necesidad de levantar una Propuesta Constitucional y un Programa de Transformaciones. Ideas que movilicen a las mayorías nacionales y provoquen en los hechos la unidad social y política del pueblo.

El mandato del Presidente Piñera ha quedado, en los hechos, revocado. La crisis social y política, de diverso origen, ha inviabilizado su programa de profundización neoliberal y lo ha reducido a un mero administrador de las circunstancias. Sus próximos desafíos son a la defensiva: aspira a construir un dique para enfrentar la marea transformadora que inunda la sociedad chilena. Estos son: la defensa de lo esencial de la vieja Constitución, asegurar el TPP-11 para congelar las prebendas al gran capital, sostener al menos la cotización del 10% en manos de las AFP para seguir lucrando con el dinero de los trabajadores e intentar el traspaso del poder presidencial a uno de los suyos. Ninguna de estas iniciativas tiene viabilidad sin el concurso de algún sector de la actual oposición, la que se verá insoslayablemente tensionada a definiciones y, en consecuencia, a profundos reacomodos internos.

Todas las fuerzas opositoras se han pronunciado discursivamente por transformaciones profundas en lo social y lo económico, además de cambios significativos en lo político y cultural. Se podría colegir que están las condiciones para levantar la opción democrática por los cambios, que se haga cargo de concitar la unidad social y política del pueblo, derrotar a la derecha y llevar su programa a cabo. Sin embargo, las cosas no parecieran marchar en esa dirección.

De l@s cinco candidat@s que se han levantado, todos representantes del antiguo gobierno de la Nueva Mayoría, que viven “mostrándose los dientes” y disputándose la hegemonía de su precario poder, ninguno está, por diferentes razones, en condiciones de dar gobernabilidad a los cambios. De un lado están los que coquetean con la derecha en las cuestiones esenciales como el TPP-11, las AFP y una Constitución “en la medida de lo posible” y, de otro lado, los que coquetean con la ultraizquierda en estrategias rupturistas y programas maximalistas con la pretensión de ocultar su responsabilidad en el tímido programa reformista de la fenecida Nueva Mayoría.

Además, los poderes fácticos y la clase política tradicional obtuvieron un resonado triunfo al desarticular la alternativa que se estaba gestando al calor del alza del nuevo movimiento popular. El Frente Amplio, que obtuvo el 20% de los votos en la pasada elección presidencial pasada, se encuentra dividido y en grave riesgo de ser fagocitado por las facciones hoy desarticuladas de la Nueva Mayoría. De un lado, el PS con su Convergencia Progresista aliados con la DC oficial y, de otro, el PC aliado con disidentes DC. Si bien estas facciones no tienen candidatos fuertes, y saben que desunidos le entregan el próximo gobierno a la derecha, es probable que termine restaurándose –tal vez en segunda vuelta– acicateados por el ansia de poder que ayer los unió en torno al bacheletismo.

El caso del Frente Amplio es digno de Ripley. Teniendo una glamorosa expectativa terminó siendo, como lo fueron MEO y la Bea, no más que una nueva ilusión frustrada de la posibilidad de una renovación progresista y popular. Sus dos fracciones (el Nuevo Trato y los restos del Frente Amplio) buscarán razonablemente levantar alternativas presidenciales, más para marcar presencia, pareciera, que para una disputa real de la hegemonía democrática por los cambios en el seno de la oposición.

Este cuadro político no es inamovible. Estamos en medio de un proceso en el cual la política se encuentra interpelada por los movimientos sociales que, como quedó demostrado el 18 octubre de 2019, cuando se ponen en acción son capaces de cambiar completamente la situación y obligar a la clase política a reaccionar so pena de ser sobrepasada. La cuestión central que interpela a las fuerzas democráticas no es prioritariamente nombres ni dedazos presidenciales autorreferentes, sino la urgente necesidad de levantar una Propuesta Constitucional y un Programa de Transformaciones. Ideas que movilicen a las mayorías nacionales y provoquen en los hechos la unidad social y política del pueblo, única fuerza capaz de destrabar definitivamente las amarras que impiden derrotar las desigualdades y encaminar al país a una democracia participativa y un desarrollo económico y social inclusivo.

José Sanfuentes Palma