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Peronismo chileno

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 29.01.2021
Peronismo chileno Alberto Fernández |
Quizás el episodio más raro, pero a la vez, más peronista de esta visita de Fernández a Chile, fue cuando el alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, le llevó de regalo una camiseta del club de fútbol Santiago Wanderers (a muchos hizo recordar los partidos de baby fútbol entre el peronista Menem y el DC Frei). He aquí el peronismo. Más que una ideología, una manera de vivir. Podés hacer negocios con Piñera y tributar a Allende. Te reunís con Lagos y besás a Sharp. Sacás de las casillas a Desbordes, Kast y también al presidente de Comunes. Vos sabés que, el peronismo, va más allá de las izquierdas, las derechas y los centros.

Una de las preguntas que más han escuchado los taxistas argentinos, cada vez que reciben a turistas de otras latitudes, es aquella que les interroga sobre lo que parece ser el misterio mejor guardado del pueblo trasandino: ¿qué es el peronismo?

No osaremos en profundizar sobre un tema que, hasta ahora, sigue desatando controversias entre sociólogos y politólogos del país vecino. Se trata de un fenómeno que aún mantiene confundidas a las ciencias sociales del continente. El peronismo no es solo un movimiento político, es también rock, villera, barra futbolera y, sobre todo, actitud. Es de peronista comer choripán a la parrilla en la esquina de la villa, escuchando a Los Redondos y con la remera albiceleste. Por el contrario, no es de peronista (gorilas les llaman a estos) veranear en Puerto Madero, Punta del Este y tratar de populistas a quienes destruyen la moneda nacional.      

No se puede pensar el peronismo como quién en Chile podría pensar al Frente Popular, la Unidad Popular, el gremialismo pinochetista, la Concertación o la Nueva Mayoría. Para los argentinos, ser peronista es un sentimiento que no se puede medir desde los patrones clásicos de las democracias liberales. El filósofo bonaerense Dario Sztajnszrajber, define al peronismo como una experiencia, pero no en el sentido racional, sino que emocional. Una corriente que representa, al mismo tiempo, lo popular y lo nacional; una mixtura que ha logrado unificar a intelectuales, artistas, políticos, deportistas y militares, bajo una sola consigna: Perón.

El peronismo tiene demasiadas multivariantes. Para ser peronista, no tienes que ser coherente ni consecuente. Te puedes contradecir las veces que quieras y nadie saldrá a pedirte explicaciones ni sacarte asuntos en cara. Las pugnas de interpretaciones que habitan al interior de este significante hegemónico (el del militar Juan Domingo Perón), son tantas que hacen imposible la elaboración de un manifiesto. Peronista es Evita, Menem, Duhalde, Maradona, el Papa Francisco, Kirchner, Cristina y Alberto Fernández.

Justamente, este último, el actual mandatario argentino, en su reciente visita a nuestro país dio una clase magistral de peronismo.

La breve visita de Alberto Fernández tuvo de todo un poco y a la medida de quien le pidiera una cita. En su visita a La Moneda no dudó en definir a Piñera como su gran aliado, pero al mismo tiempo, rindió honores a Salvador Allende (Piñera, más que estupefacto, miraba este tributo con la habitual cara del niño que disfruta haciendo maldades). Luego, Fernández opinó sobre el proceso constituyente de Chile y fiel al estilo mesiánico del peronismo, expresó que estábamos a punto de “dar a luz a otro Chile” (cuando aún queda mucho camino por recorrer y siempre existirá la opción de terminar abortando este proceso en el plebiscito de salida).

La visita de Fernandez también incluyó una reunión con el ex Presidente Lagos (de seguro no abordaron sobre la amenaza de Lagos a Néstor Kirchner por las fallas del suministro de gas). Respecto a las habituales quejas de la UDI, sobre la extradición del ex líder del FPMR, Galvarino Apablaza, Alberto la sacó de taco, argumentado que “no dependía de él, por tratarse de un tema judicial”. Asimismo, el peronista mandatario no hizo mención a los dos proyectos de ley impulsados por su gobierno y aprobados por el senado trasandino, donde se pretende reafirmar soberanía sobre territorio marítimo colindante con Chile, que ya había sido definido en el denominado acuerdo de “paz y amistad” firmado por ambos países (por supuesto que esto dio alimento a las locales precandidaturas presidenciales de corte nacionalista que no dudaron en salir a increpar, tanto a Fernández como a Piñera).

Quizás el episodio más raro, pero a la vez, más peronista de esta visita de Fernández a Chile, fue cuando el alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, le llevó de regalo una camiseta del club de fútbol Santiago Wanderers (a muchos hizo recordar los partidos de baby fútbol entre el peronista Menem y el DC Frei). He aquí el peronismo. Más que una ideología, una manera de vivir. Podés hacer negocios con Piñera y tributar a Allende. Te reunís con Lagos y besás a Sharp. Sacás de las casillas a Desbordes, Kast y también al presidente de Comunes. Vos sabés que, el peronismo, va más allá de las izquierdas, las derechas y los centros.

Puede que, por lo mismo, a las izquierdas chilenas les excite tanto esta corriente argentina. No olvidemos que Alberto, hace pocos meses, aleccionaba vía Zoom a algunos líderes del progresismo chileno. De hecho, en esta visita les convocó a la unidad. Es más, hasta hace poco Fernández exhibía a Marco Enríquez Ominami como uno de sus principales asesores internacionales (a falta de derechos políticos, MEO se ha dedicado a asesorar a sus amigos).

La filósofa Chantal Mouffe denomina a este presente, donde el discurso de la antipolítica parece haber cancelado a los clásicos antagonismos de izquierdas y derechas, como el de la pospolítica. Es un tiempo donde el vértigo descontrolado del mercado logró hacerse del ejercicio político, desprendiéndolo de su velo controversial, el de las disputas ideológicas y reemplazándolo por un placebo ciudadano cargado de demandas coyunturales.

Mirando los fríos números de la contienda electoral y olfateando los confusos vientos políticos, no resultaría extraño que las izquierdas chilenas opten por un candidato presidencial de corte peronista. Lo más probable es que no sea un general del Ejército, sino que algún alcalde, una ex ministra o alguna carismática parlamentaria. Todos ellos, por supuesto, definiéndose como candidaturas políticamente incoloras. Eso sí, se trataría de un peronismo del desastre, pues sabido es que, en Chile, las retroexcavadoras culturales (esas que pretenden cambiar de sopetón la trayectoria vital del ciudadano actual), terminan generando mutaciones que no necesariamente coinciden con los resultados anhelados.

Al final del día siempre será más fácil ocultar la modorra intelectual y la cobardía ideológica con arengas futboleras, canturreos melosos o discursos para la galería.

Cristián Zúñiga
Profesor de Estado. Vive en Valparaíso.