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Opinión

Quemarlo todo

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 13.02.2021
Quemarlo todo Funeral de Francisco Martínez en Panguipulli | AGENCIA UNO
Aún cuando en teoría sigue siendo el partido con más militantes al interior del Frente Amplio, Revolución Democrática parece una minoría triste y desconcertada que navega junto a una tripulación con la que no tiene empatía ideológica. De hecho, la alianza con el Partido Comunista les ha generado una crisis de proporciones: por más que las declaraciones del pacto “Apruebo Dignidad” hablen de un frente común contra el neoliberalismo, sabido es que el estilo mesiánico y marcial de los amarantos provoca repudio en la mayoría de los líderes de RD.

¿Como no quieren que quememos todo?, preguntaba la diputada de Revolución Democrática Catalina Pérez, desde su cuenta de Instagram, horas después del horrendo asesinato del malabarista de Panguipulli a manos de un sargento de Carabineros. La publicación llegaba casi al unísono de ocurridas las quemas de edificios públicos en el balneario de la Región de Los Ríos, actos que emergían como manifestación de repudio al crimen perpetrado por el funcionario policial.

Aquel visceral posteo era emitido por la presidenta de un partido político que, hasta hace poco tiempo, se proyectaba con posibilidad de gobernar, dada su madurez para tomar ciertas decisiones políticas que no siempre lograban los “me gusta” en los muros de las viejas izquierdas y derechas. Viene bien recordar que RD fue el partido que co-gobernó la cartera de Educación en el periodo de Bachelet II.

Sin ir más lejos, en la última elección parlamentaria, Revolución Democrática logró aumentar significativamente sus diputados y obtuvo un senador (gracias al berrinche de Alberto Mayol). Es más, en la presidencial de 2017, estuvieron a poco de que su candidata, Beatriz Sánchez, avanzara para enfrentar a Piñera en segunda vuelta.

Pero el triunfo de Piñera parece haber roto algo en el camarín de los jóvenes que, el año 2012, desde los salones del GAM, emergían como un movimiento refundacional y que luego de su primera (y fallida) experiencia política de verdad, es decir, ejecutando políticas públicas con responsabilidad jurídica y administrativa, en la Municipalidad de Providencia, se convertiría en un partido político que amenazaba con disputarle terreno a la “vieja política” socialdemócrata. Y fue con un camarín quebrado que Revolución Democrática entraría al inesperado escenario del estallido social, cuestión que le significaría caer en la peor de sus pesadillas: convertirse en lo que hasta entonces criticaban.

El Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, inmortalizado en aquella foto donde Catalina Pérez ocupa un lugar privilegiado, marcó un antes y después en el Frente Amplio, pero fundamentalmente en las bases de RD, partido que terminó pagando los principales costos del estallido. Entre el 31 de octubre de 2019 y el 31 de enero de 2021, el partido fundado por Giorgio Jackson había perdido 10 mil afiliados. La debacle de RD también se dejaba ver en la elección donde Catalina Pérez obtendría la presidencia del partido. En ese momento (enero de 2019), con un padrón de 42 mil militantes, sólo 3 mil personas acudirían a votar. Luego vendrían las renuncias de los diputados Pablo Vidal y Natalia Castillo, la quitada de piso del FA a Beatriz Sánchez como su carta presidencial y la guinda de la torta: la derrota del emblemático militante Sebastián Depolo en la primaria para gobernadores.

En la actualidad, Revolución Democrática, aun cuando en teoría sigue siendo el partido con más militantes al interior del Frente Amplio, parece una minoría triste y desconcertada que navega junto a una tripulación con la que no tiene empatía ideológica. De hecho, la alianza con el Partido Comunista les ha generado una crisis de proporciones: por más que las declaraciones del pacto “Apruebo Dignidad” hablen de un frente común contra el neoliberalismo (aquel concepto tan manoseado por las élites y tan poco entendido por la gente común), sabido es que el estilo mesiánico y marcial de los amarantos provoca repudio en la mayoría de los líderes de RD. Asimismo, no debe ser cómodo para RD, dormir en mismas literas con el presidente del partido Comunes y el candidato anti vacunas del partido Igualdad.

Es tan compleja la convivencia de RD con sus socios que el posteo de Catalina Pérez obtuvo críticas de algunos ilustres compas, tales como Gabriel Boric (Convergencia Social) y Fernando Atria (Fuerza Común). Incluso Jorge Ramírez (Comunes) quedó como un sensato estadista a la hora de entregar su parecer sobre lo declarado: “Comparto el diagnóstico, pero no voy a hacer un llamado que justifique la quema de un espacio público. Mi responsabilidad como presidente de partido, como diputado o diputada, es canalizar esa rabia en transformaciones y cambios para Chile”.  

Por más que Catalina Pérez intente justificar la torpe publicación, aludiendo al infantil recurso de que “se trataba de una metáfora”, en ella se devela un acto desesperado por retomar la simpatía y credibilidad de sus bases. Puede que Catalina aún guarde en su memoria los escupitajos que recibiera Beatriz Sánchez en las inmediaciones de Plaza Dignidad; capaz que todavía no logre retomar el pleno sueño, pues en las noches se le aparece la foto del acuerdo por la nueva Constitución; quizás por su cabeza sigue dando vuelta aquella tarde en que prefiriera ir al Servel del brazo de Ramírez y dejar plantados a Heraldo y Elizalde.

Vaya uno a saber qué pasa por la cabeza de Catalina. En una de esas, sólo se trata de una presidenta solitaria, extraviada y asustada. Ni siquiera, en estos momentos difíciles, ha aparecido Giorgio. Por lo mismo, es que aquel controversial posteo pudiese haber emergido desde su subconsciente y la pregunta sobre “por qué no ir a quemarlo todo”, más que referirse a lo ocurrido en Panguipulli, tenga que ver con sus conflictos internos, propios de alguien que padece en silencio, el vértigo de navegar a la deriva y a merced de una veleidosa marea.

Cristián Zúñiga
Profesor de Estado. Vive en Valparaíso.