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Opinión

Cosificación del migrante en Chile y posibilidad de interacción

Por: Jonathan Muñoz Hidalgo | Publicado: 02.03.2021
Cosificación del migrante en Chile y posibilidad de interacción Inmigrantes en Colchane | Agencia Uno
El problema para las naciones no es la migración, sino quien migra. No es preocupación de nadie los movimientos de mayor o menor número de capitales o de sus dueños a diestra y siniestra por nuestro territorio, comprando o rematando la soberanía nacional. Pero cuando la frontera huele a pobre, se percibe ilegalidad y comienza el problema.

La migración ha constituido parte fundamental de nuestra historia y lo seguirá siendo aún más en el futuro. Pero hoy debe ser un tema central de discusión porque nos enfrentamos a un mundo complejo y cargado de contradicciones propias de una permanente transformación y movimiento. Pienso que el problema para las naciones no es la migración, sino quien migra. No es preocupación de nadie los movimientos de mayor o menor número de capitales o de sus dueños a diestra y siniestra por nuestro territorio, comprando o rematando la soberanía nacional. Pero cuando la frontera huele a pobre, se percibe ilegalidad y comienza el problema.

Entonces, el migrante ya desde un inicio ingresa como una masa estereotipada, limitando de este modo la posibilidad de presentarse plenamente frente a nosotros. Más aún, se generaliza la idea de que el migrante de color que llega al país, por ejemplo, es un migrante ‘obrero’ que solo posee su fuerza de trabajo y que luego pone libremente ‘en venta’ en el mercado laboral y como gran usurpador llega para apropiarse del trabajo de otros chilenos (cuestión ampliamente ya desestimada).

No me sorprende, en Chile, cuando las pautas de interacción social han sido definidas de acuerdo a la ‘utilidad’ que estas prestan, se impide alcanzar una conciencia plena de los otros, impidiendo la comprensión de todos los significados que representan ‘realmente’ el complejo mundo de la vida social y de quien se nos presenta en frente.

La categoría ‘culombiana’ no sólo supone un esfuerzo por hacer patente los atributos físicos de las mujeres migrantes de una nacionalidad determinada, sino que a ese sólo acto subyace un intento por borrar los elementos que constituyen los rasgos más profundos de la personalidad, invisibilizando así las propias cualidades personales, en un intento además por disolver, más allá de todo, la propia subjetividad.

Si reflexionamos bien, en Chile dicha categoría, por lo menos despectiva, propicia y hace vulnerable a padecer violencias a muchas mujeres migrantes no sólo de color o nacionalidad culombiana, sino generalizable también a otras identidades en las que se reconocen ciertas características físicas, dado que se les reduce a un mero instrumento de disfrute o deseo asociado al comercio sexual. En esa situación, se le anula la posibilidad de consentir u oponerse a una cosa, lo que posibilita el surgimiento de innumerables abusos.

Esta objetivación de los cuerpos, suprime todas las experiencias de vida que pudieran contener los sujetos. De igual modo, nuestra cosificación constante de conciencia nos impide conocer las condiciones sociales reales de existencia de los migrantes y, a la vez, sus reales dificultades para insertarse ‘dignamente’ en los diversos ámbitos de las relaciones sociales y de producción en Chile. Así, imposibilitados de conocer las diversas dimensiones que caracterizan y definen un fenómeno tan complejo como la migración, tendemos, por una parte, a la frívola simplificación de sus razones de salida, como por otra a reducciones irrisorias acerca del impacto que generan en el país de llegada.

Entonces, ellos se nos aparecen así, como una ´masa obscura´ que irrumpe ante nuestra supuesta ‘identidad’, que supone formas muy distintas de ser y hacer y que ahora se verían expuestas a su dramática transformación. Asimismo, la imagen del migrante se transforma en una amenaza, al que intencionalmente puedo estereotipar para encubrir así su verdadera realidad humana y así esconder sus padecimientos humanos más profundos para luego, sin un ‘peso’ de conciencia, rechazar o anular la posibilidad de interacción conmigo.

Las personas somos todas pluralmente únicas y todos poseen un carácter distinto, por lo tanto, no cabe posibilidad de definir a priori a alguien, sino revisar y evaluar la historia que ellos traen consigo y con la cual se presentan ante nosotros. Sólo digo que, en consecuencia, cortamos los puentes que nos unen a los otros y, con ello, el problema radica ahora en la imposibilidad de construir un mundo en común. Así, frente al aislamiento y soledad que padecemos hoy muchos de nosotros, atestados en un consumismo alienante, desarraigados de lo político en nuestras vidas y frustrados ante alguna ‘cosa’ que pudiera suponer un fracaso en nuestro afán conquistador de mercancías, se está en una condición de incapacidad para actuar y, frente a eso, sólo cabe a la ‘expulsión’ del otro (migrante) que ‘no contribuye’ en nada, cuando en realidad desde un inicio, sin un lugar reconocido, se le ha coartado la posibilidad de añadir algo propio al mundo común en que vivimos.

Jonathan Muñoz Hidalgo
Profesor de Historia y sociólogo. Director del área investigación social de COARTCULRaíz del Biobío.