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Opinión

Un agente, un topo y dos Óscares

Por: Paulina Morales Aguilera | Publicado: 20.04.2021
Un agente, un topo y dos Óscares Rómulo Aitken en El Agente Topo |
«El Agente Topo» termina pareciendo una triste metáfora del Chile actual y sus tiempos peores, partiendo por la penosa realidad de los adultos mayores que retrata, en un país que envejece a pasos agigantados y con una población mayor cada vez más empobrecida. Es también el reflejo de ese pasado que nos sigue pesando y penando, especialmente en el continuo de violaciones a los derechos humanos en dictadura, transición, democracia, pseudodemocracia o como se le pueda llamar a lo que hoy tenemos.

A nadie en el equipo de producción le llamó la atención el apellido Aitken, Rómulo Aitken, quien, con su mismo nombre, personifica al investigador privado que instruye al ‘agente topo’ en el documental del mismo nombre. Cuando escuché ese apellido me quedé pensando dónde lo había oído anteriormente, porque me sonaba conocido. Tras unos minutos de búsqueda en mi disco duro de la memoria, recordé el nombre de Oscar Aitken, albacea de Augusto Pinochet. Y resultó que ambos aitkenes son primos. En tiempos en que googlear cosas y personas se ha transformado casi en un deber o precaución, cuesta creer que nadie en el equipo de producción hiciera la búsqueda respectiva, porque ciertamente la presencia de Rómulo Aitken en El Agente Topo no resulta algo superfluo.

Pero vamos a lo primero, por si algún lector o lectora aún no se ha enterado: ¿quién es Rómulo Aitken Hellec? Porque hasta aquí, seamos justos, ser primo del albacea del dictador no es en sí misma causal de culpabilidad, pese a no ser tampoco un motivo de orgullo. No obstante, su trayectoria es a lo menos escabrosa y oscura, como lo ilustran algunos pasajes de su vida como integrante de la Policía de Investigaciones de Chile. Cercano al director general, Nelson Mery (al mando entre 1992 y 2003), en 1999 asume la jefatura de la recién creada Brigada Investigadora del Crimen Organizado (BRICO); esto implicaba, a su vez, la representación de Interpol en Chile, en razón de lo cual debía colaborar estrechamente con la DEA y el FBI norteamericanos. En 2002 es denunciado por violencia intrafamiliar por la periodista Paula Afani, con quien Aitken mantenía una relación de pareja. Antes de estampar la querella ante la justicia, ella informa de la situación de maltrato al Departamento Quinto de Asuntos Internos de la PDI, donde suma otras acusaciones anexas: protección a narcotraficantes, apropiación de partes de droga y de dinero incautados en procedimientos policiales. En 2003 deja la PDI “con el rango de subprefecto, 28 años de servicio y una hoja de vida intachable”, como se lee en Rati, agente de la Oficina. La “pacificación” en democracia, el libro recientemente publicado de Javier Rebolledo y Dauno Tótoro.

Segunda interrogante: ¿qué es “La Oficina”? A inicios de abril de 1991 dos jóvenes combatientes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (facción autónoma) asesinan a Jaime Guzmán, en ese entonces senador de la República, fundador del movimiento gremial en la Universidad Católica y figura clave como soporte ideológico y constitucional de la dictadura. Preocupados por el destino de los integrantes de grupos armados que seguían activos, pese al reciente fin (formal) de la dictadura, el gobierno de Patricio Aylwin enfrenta la tarea de resolver este tema/problema. Lo hace por medio de la creación, el 26 de abril de 1991, del Consejo Coordinador de Seguridad Pública (CCSP), informalmente conocido como “La Oficina”. Este tristemente célebre organismo tenía como misión reunir información útil para labores de Inteligencia, mas no realizar tareas operativas, pagar informantes o encubrir ilícitos, empero lo cual es lo que terminó haciendo. Aitken aparece vinculado a “La Oficina” a través de la figura de Nelson Mery, institución colaboradora del naciente organismo de inteligencia, cuya corta pero intensa vida terminaría en abril de 1993, producto de los distintos escándalos vinculados a turbios operativos y pugnas al interior del gobierno por el control de esta “Oficina”.

Y entonces, ¿cómo llegan a cruzarse las vidas de Rómulo Aitken y Maite Alberdi? Ocurre que, tal como relatan Rebolledo y Tótoro, en 2004 el ex policía fundó la empresa A&A Investigaciones Privadas (con sede en Providencia). Desde allí, como se revela, Aitken y sus socios continuaron colaborando en la protección de narcotraficantes, tras la fachada de las labores de vigilancia y espionaje. Esta causa llegó a la justicia, Aitken se mantuvo prófugo un breve tiempo para posteriormente, pese a los numerosos antecedentes en su contra, pasar sólo un mes privado de libertad. Tras ello, en 2007 fundó la empresa Asesorías e Investigaciones Criminalísticas Rómulo Aitken H. (ahora en Las Condes). Aquí es donde se habrían conocido con Alberdi. Esta empresa, por cierto, sigue apareciendo en la web de las Páginas Amarillas.

En efecto, Maite Alberdi, ha señalado en distintas entrevistas que no conocía ‘el pasado’ de Aitken y que llegó a él a través de un aviso en el diario. Según sus palabras: “El plan original era hacer un film noir, una suerte de película de detectives. En ese intento conocí al investigador privado Rómulo Aitken, con quien incluso trabajé como asistente”. Más allá de los hechos consumados, pues Aitken ya no puede ser sacado del film cual operación de lavado de imagen express, queda latente la pregunta sobre qué hubiese pasado si efectivamente la directora y productoras hubiesen conocido esos datos. Para ellas, la moraleja es ser más precavidas. No sea cosa que para otro film, a través de un aviso de diario, contraten algún asistente virtual de apellido Krassnoff, un servicio de catering de un tal Moren Brito, o viajes de taxis para los actores con la empresa de alguien que se publicita como A. Corbalán (antiguo dueño de Transportes Santa Bárbara).

El Agente Topo termina pareciendo una triste metáfora del Chile actual y sus tiempos peores, partiendo por la penosa realidad de los adultos mayores que retrata, en un país que envejece a pasos agigantados y con una población mayor cada vez más empobrecida. Es también el reflejo de ese pasado que nos sigue pesando y penando, especialmente en el continuo de violaciones a los derechos humanos –tortura incluida– en dictadura, transición, democracia, pseudodemocracia o como se le pueda llamar a lo que hoy tenemos.

Y, a la par de ello, es también la metáfora del olvido, encarnado no sólo en los adultos mayores del hogar, sino también en el pasado de Aitken, que ofrece sus servicios profesionales despojado de su pasado de agente torturador e informante al mejor postor. Muy probablemente, en ese primer encuentro con Alberdi ‘olvidó’ mencionar estos ‘detalles’ de su trayectoria. A propósito, en una entrevista se le pregunta a la directora: “¿Qué tanta importancia tiene el olvido en este relato?”, a lo que responde: “Creo que el olvido está en todos sus personajes. Una de las mujeres lo encarna de una forma más visible, ella no sabe si se olvidó que la fueron a ver o es que no la están yendo a visitar. […] Ella olvida y a ella la olvidaron”.

Este 26 de abril se cumplirán 30 años del nacimiento de “La Oficina”. Un día antes, el 25, se realizará la ceremonia de entrega de los premios Oscar, donde El Agente Topo postula en la categoría Mejor Documental. En el contexto de pandemia, y en particular de cierre de fronteras, se ha señalado que una delegación del mismo podrá viajar a Hollywood con permiso en tanto “trabajadores esenciales”. Sabemos que se han desplazado hasta allá su directora y el protagonista (Alberdi y Chamy). Nada se ha dicho sobre Aitken, que en sus años de gloria fue sin duda un ‘trabajador esencial’ y en parte continúa siéndolo, ya no colaborando con “La Oficina”, sino desde su propia oficina, donde este documental dio sus primeros pasos. Resta saber si recibirá el Oscar (el premio), junto al equipo de producción, o si deberá contentarse con su propio Oscar (el primo).

Paulina Morales Aguilera
Doctora en Filosofía. Académica de la Universidad Alberto Hurtado.