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Opinión

El Ejército de Chile le teme a una imitación

Por: Mario Álvarez | Publicado: 22.04.2021
El Ejército de Chile le teme a una imitación |
Dada la resonancia de la pieza humorística de La Red, da la impresión que el público efectivamente proyectó en este personaje mucho de lo que piensa y siente sobre las Fuerzas Armadas y en particular sobre el Ejército. De ahí la reacción institucional. Cobardía, impunidad, corrupción, abuso de poder y una sensación de que no sirven para nada aparecen condensadas en un personaje simple, pero efectivo.

La reacción del Ejercito de Chile y las demás ramas de las Fuerzas Armadas contra una parodia transmitida por La Red parece destemplada, pero no lo es tanto. La imitación de los poderosos tiene algunos rasgos específicos que aumentan su fuerza cáustica. A diferencia de otros géneros de humor político, la imitación le da la posibilidad a la audiencia de proyectar sus sentimientos en un personaje de carne y hueso. En el caso de esta imitación, de hacer visible lo que una porción importante de la sociedad parece sentir sobre sus fuerzas armadas.

El humor puede funcionar de varias maneras en política. Una de ellas es proveer de alivio cómico a la audiencia, es decir, cuando una situación se pone muy tensa o difícil de soportar, aparece un buen chiste para distender y permitir que la comunidad siga adelante pese a sus diferencias. El fin de semana, por ejemplo, circularon videos parodiando las dificultades para obtener ayuda gubernamental para la clase media. La situación parodiada es dramática, indigna y miserable, pero la parodia permite sobrellevarla, aunque sea por los segundos que dura el video. En otros casos, puede cumplir un rol cognitivo, al poner temas o encuadrarlos de una manera que puedan hacer cambiar de opinión a los espectadores. Esto es lo que suele hacer la parodia de noticias, como era CQC, o es El Intermedio en España, o los diarios satíricos tipo The Onion, La Legal o El Mundo Today. Muchas veces estos medios no crean nada ficticio, sino que toman los mismos hechos y los describen con otras palabras. Así es como la audiencia puede darse cuenta de aspectos que estaban pasando inadvertidos por la manera en que habían sido presentados en las noticias. Y otra cosa es la imitación, que es mucho más compleja porque involucra el cuerpo. La materialidad de las personas, su performance, evoca recuerdos, despierta sensaciones, estimula emociones. Una buena imitación re-evoca esas evocaciones, lleva a la audiencia a experimentar lo mismo que experimentaría si estuviera en presencia del personaje parodiado. Y en ese proceso, las reacciones emergen con más sinceridad, tanta que puede incluso sorprender a la audiencia.

En el caso reclamado por el Ejército de Chile, los artistas captan, huelen, un sentir general y lo materializaron en sus personajes. Entonces el personaje, la imitación, condensa todo lo que una sociedad, o un grupo grande de ella, siente y recuerda sobre quien está siendo imitado. Es como que el artista pone su personaje a disposición de la sociedad para que todos proyectemos en él lo que pensamos, sentimos o recordamos sobre él. En algunos casos, un imitado puede salir ganador, como Nicolas Massú imitado y glorificado por Stefan Kramer, en otras termina trapeando el piso, como Pablo Zalaquett. Lo que debe haber incomodado al Ejército de Chile es que el militar presentado en la imitación de La Red tuvo una enorme resonancia en la audiencia. Hay detalles interesantes en la parodia que pueden explicar ese éxito. El militar imposta una voz de mando sólo cuando se juega el pellejo con el cuerpo de otros, específicamente “los pelaos”. Cuando es él quien corre el riesgo, se corta la música, tiene una voz más aguda, titubeante y hasta reconoce que “le carga la sangre”. Igual es valiente para hablar de sus subalternos, a los que “si no cumplen, hay que hacerlos cagar”. Valiente es también cuando enumera las formas de maltrato pensadas para quienes “revelen información de la institución”. Y cuando dice con certeza que, dado que las Fuerzas Armadas cuentan con sus propios tribunales, “el día del loly se va a saber la verdad”. El actor incluso juega con un punto sicótico en su mirada cuando habla de usar “los juguetitos, los tanques, las metralletas, las bombas”. Y la supuesta entrevista termina con la actriz sentenciando que es “un militar de verdad”.

Dada la resonancia de la pieza, da la impresión que el público efectivamente proyectó en este personaje mucho de lo que piensa y siente sobre las Fuerzas Armadas y en particular sobre el Ejército. De ahí la reacción institucional. Cobardía, impunidad, corrupción, abuso de poder y una sensación de que no sirven para nada aparecen condensadas en un personaje simple, pero efectivo. Esto, sumando al rol de la entrevistadora que, al parecer, busca condensar la reacción que tendría la ciudadanía al darse cuenta de la calaña de Fuerzas Armadas en las que confía su seguridad territorial.

El problema ahora queda para el Ejército de Chile y las demás ramas de las Fuerzas Armadas, que deben contrarrestar estas proyecciones condensadas en el personaje. Demostrar que no son cobardes, que no cultivan la impunidad, que no persiguen a quienes revelan sus crímenes y que están allí por servir a la comunidad y no sólo porque tendrán una jubilación temprana. Una gran parte de la sociedad ya tiene una idea hecha sobre ellos y la proyectó en ese personaje. Censurarlo sólo confirmaría que tienen razón.

Mario Álvarez
Académico del Departamento de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado.