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No es cosa fácil

Por: Roberto Bravo | Publicado: 23.05.2021
No es cosa fácil | Agencia Uno
A pesar de que los tiempos en que vivimos no son para nada fáciles, nos brindan una tremenda oportunidad. Por ejemplo, para los colegios que han decidido retrasar su ingreso, es el momento de explicarles a sus estudiantes y familias que esperar no sólo es prudente, sino también un acto de solidaridad con los que deben enfrentar la pandemia diariamente. Para estas escuelas y colegios esperar es poder decirles a sus funcionarios y estudiantes que utilizan el atiborrado transporte público por estos días de mayor contagio: “tranquilo, no te expongas aún”. Esta es la oportunidad para decirles que lo hacen por otros, por los que más sufren, por los más golpeados, por los que vienen más atrás.

“No es cosa fácil, Señor”, decía el sacerdote Esteban Gumucio en uno de sus poemas. Con el avance de muchas comunas nuevamente a fase 2 del Plan “Paso a Paso”, la problemática sobre la reapertura de escuelas y colegios, y la complejidad de lo que esto conlleva, vuelve a tomarse las agendas del debate público. Para muchos expertos, por estos días se viven los momentos más complejos desde que se inició la pandemia en nuestro país, tanto por el aumento de casos diarios como por la irresponsabilidad de muchos que, a pesar de la cantidad de compatriotas muertos cada día, pareciera no importarles en los más mínimo el cumplimiento de las medidas de autocuidado.

“Los colegios deberían abrir y ya. No les corresponde monitorear lo que está pasando, para eso está la autoridad”, decía una apoderada en respuesta a una circular recibida de su colegio. Es verdad. A la autoridad le corresponde la tarea de supervisar el comportamiento de los contagios en cada comuna. Pero no podemos perder de vista, también, que ha sido esa misma autoridad quien ha entregado a los sostenedores de los colegios la responsabilidad de decidir si abren presencialmente o no, estando en fase 2. “Nuestra comuna hoy tiene más casos activos que cuando nos mandaron a cuarentena en marzo, ¿cómo vamos a volver?”, comentaba un padre en respuesta a una noticia sobre el regreso. Algo es muy cierto: ningún colegio lo tiene fácil. Para nada.

Los centros educativos que ya regresaron deben enfrentar los desafíos de las dobles jornadas, la supervisión de recreos diferidos, la atención en simultáneo de los estudiantes que asisten presencialmente como la de los que se conectan y siguen las clases desde sus casas.  Centros escolares tensionados que trabajan mirando de reojo posibles contagios o contactos estrechos que obliguen a suspender las clases. Por otro lado, están los colegios que decidieron retrasar el ingreso a clases, a pesar de encontrarse posibilitados para abrir presencialmente sus puertas, para monitorear cómo se comporta la situación sanitaria en su respectiva ciudad. Ellos deben lidiar con la forma en que estas decisiones se reciben por su comunidad escolar. Para algunos, se transforma en una noticia tremendamente frustrante debido al cansancio y angustia de no poder acompañar a sus hijos de la mejor manera desde las casas. Para otros, un anuncio tranquilizador en medio de la incertidumbre provocada por la situación sanitaria que afecta a nuestro país.

¿Quién está en lo correcto? ¿Qué colegio se equivoca? Ninguno. No se trata de quién está bien o mal. No es lo uno u lo otro. Decisiones tan difíciles como estas no pueden reducirse a simples actos binarios. Menos, en contextos donde reina la incertidumbre y escasea la credibilidad. Para los que piensan que sólo los colegios particulares la tienen fácil, y por eso regresan tan pronto cuando se encuentran en fase 2, no olviden que doce cursos del colegio Los Alerces (en donde el ministro de Educación es apoderado) debieron iniciar cuarentena preventiva tras detectar cinco contagios de Covid-19. “Si en ese inmenso colegio sucede esto, qué queda para el resto”, comentaba una persona en twitter.

A pesar de que los tiempos en que vivimos no son para nada fáciles, nos brindan una tremenda oportunidad. Por ejemplo, para los que han decidido retrasar su ingreso, es el momento de explicarles a sus estudiantes y familias que esperar no sólo es prudente, sino también un acto de solidaridad con los que deben enfrentar la pandemia diariamente. Para estas escuelas y colegios esperar es poder decirles a sus funcionarios y estudiantes que utilizan el atiborrado transporte público por estos días de mayor contagio: “tranquilo, no te expongas aún”. Esta es la oportunidad para decirles que lo hacen por otros, por los que más sufren, por los más golpeados, por los que vienen más atrás. Por otro lado, para los centros educativos que decidieron regresar, esta es la ocasión de explicarles a sus alumnos y apoderados que hay que ser más empáticos que nunca. Que sus profesores están realizando tremendos esfuerzos. Que, si una pregunta no se pudo contestar en alguna plataforma, no fue por mala voluntad; quizás ese docente estaba atendiendo a otro estudiante en la sala de clase presencial. Es la oportunidad para enseñar que no se saca nada con tener estrictos protocolos al interior del colegio, si afuera sus estudiantes y familias hacen como si la pandemia no existiera.

Hoy podemos enseñarles que somos parte de algo más grande. Que la solidaridad y la empatía, valores ampliamente utilizados en las escuelas, por estos días cobran especial relevancia. Porque si las sociedades han sido capaces de salir adelante en los momentos más oscuros de su historia, ha sido porque las personas que la componen entendieron que no se puede solo, que se necesita, muchas veces, tender una mano desinteresada, poniéndose –primero– en el lugar del otro. Hagamos que la solidaridad y empatía se vivan y no sólo se declaren. Intentemos entender más y juzgar menos. Porque créanme, la realidad que hoy enfrenta nuestro sistema educativo chileno, no es cosa fácil.

Roberto Bravo
Director de Red Educativa, Capítulo Maule.