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Cuento público

Por: Simón Rubiños | Publicado: 02.06.2021
Cuento público Piñera en su última Cuenta Pública | Agencia Uno
Lo que hizo ayer el peor gobierno de la historia reciente fue leer un cuento en público, una fábula para los militantes de los partidos de Chile Vamos hablando de un legado que no existe, y no dar una Cuenta Pública. Además, anunció una carta de navegación para los 10 meses que restan, que sabe más a inercia que a propuesta, lo cual es evidencia del descalabro interno y la total ilegitimidad de Piñera como figura de autoridad.

Se hicieron de la Presidencia, prometiendo tiempos mejores y un gobierno de todos y no de una nueva mayoría, en clara sátira al rival que buscaban vencer en la elección de 2017. No obstante, cientos de hechos aislados, heridos, abusos, violaciones, errores y desaciertos después son el marco para que por fin Sebastián Piñera hiciera su última Cuenta Pública. Un alivio, pues es evidencia de que queda poco para el cambio de gobierno, después de 3 años realmente nefastos.

Quizás por inocencia, o probablemente por esa ciega esperanza de querer ver que la gente puede aprovechar sus oportunidades para redimirse, la instancia se rodeó de cierta expectativa por algún anuncio sorpresa, más aún con el antecedente de su afán por pasar a la historia o por tener el espacio para cerrar las heridas que tanto profundizó en su administración, pero por sobre todo por los resultados de las elecciones de mayo. Sin embargo, la certeza de que no lo haría y que seguiría la lamentable senda que trazó en su gobierno pudo más.

Escuchar la Cuenta Pública 2021 fue verle repetir nuevamente su plan de gobierno, ese que con tanta parafernalia vendió como receta para enderezar el rumbo que la administración anterior había perdido. Según dicho plan, hoy Chile debiera ser uno de los 30 países más desarrollados del mundo, con una clase media fortalecida y sin temores en seguridad social. Sin embargo, una impresionante sucesión de malas decisiones lo alejaron de tal camino y exacerbaron el descontento social y la disconformidad con su gestión, mientras su discurso se mantuvo inmóvil.

Desde que llegó a La Moneda, Piñera centralizó el contenido de sus cuentas públicas en temas como familia, Sename, derecho de las familias a escoger la educación, cobertura parvularia, liceos Bicentenario, apropiación de políticas sociales impulsadas por el gobierno de Bachelet, militarizar la Araucanía, reventar el territorio para el desarrollo, ordenar la casa en cuanto a migración, reforzar a Carabineros y colgarse de los logros macroeconómicos de los gobiernos de la Concertación, entre otros. Jamás un guiño a las demandas; jamás un mínimo gesto que se condijera con el Chile de verdad.

La intervención de Piñera ayer fue tan irrelevante y por cumplir, que fue capaz de quitarle lo novedoso al contexto. Ni siquiera la pandemia, la polarización y la crisis política, económica y social son nuevas en el país, tal como señaló, y ni aun así fue capaz de conducir su gobierno a buen término. Lo único nuevo en esta oportunidad fueron los anuncios del matrimonio igualitario y las ayudas para la pandemia, los cuales tampoco son temas impulsados por su gestión sino son del gobierno anterior y de la oposición en el Senado, respectivamente.

El discurso que presentó en la Cuenta Pública es fiel reflejo de su administración: insensato, terco y polarizante. La nula autocritica, la ausencia del reconocimiento de responsabilidades o disculpas por los excesos y la negación del uso arbitrario de la justicia en contra de quienes fueron detenidos desde el estallido social, se suman al irrestricto respaldo al actuar de las fuerzas de orden y al empatar violaciones a los derechos humanos cometidas por el Estado con aquellos miembros de Carabineros que resultaron heridos en las manifestaciones.

20 meses han pasado desde octubre de 2019 y a la fecha Sebastián Piñera no hizo nada, nada. Incluso el pacto para el plebiscito y la nueva constitución fue logrado a regañadientes por una clase política profundamente cuestionada, que tampoco hizo mucho más allá de lo que la propia presión social le llevó a hacer. De hecho, el resultado de la elección de representantes para la Convención Constitucional fue a pesar de la clase política que logró el acuerdo, por todas las trabas que pusieron al principio, y aun así Piñera sale a repetir su plan de gobierno, sin anunciar nada significativo para cerrar las brechas que alimentaron el estallido. Incluso, casi como una burla, hizo énfasis en el llamado a organizaciones internacionales que trabajan sobre derechos humanos para que vigilaran la situación en el país, cuando en la práctica cuestionaron los resultados de cada informe que emitieron. También como una burla, habló sobre los desafíos ambientales que debe enfrentar el país, sin plantear una ruta para superar el rol de productor primario ni la crisis hídrica que enfrentamos. Lo mismo pasa para ciudad, deporte, cultura, seguridad laboral y tantos otros temas. Solo eufemismos e intenciones, sin estrategias para lo que queda de gobierno.

Lo que hizo ayer el peor gobierno de la historia reciente fue leer un cuento en público, una fábula para los militantes de los partidos de Chile Vamos hablando de un legado que no existe, y no dar una cuenta pública. Además, anunció una carta de navegación para los 10 meses que restan, la cual sabe más a inercia que a propuesta, lo cual es evidencia del descalabro interno y la total ilegitimidad de Piñera como figura de autoridad.

Paradójicamente, lo único bueno que logró esta administración, y que quedó fuera del acto, fue el cohesionar a millones de chilenas y chilenos en contra de una forma de ver y hacer política. La intromisión de independientes y fuerzas alternativas al establishment político llegó para quedarse, pues el único legado que dejará Sebastián Piñera, en estricto rigor, será la voluntad de no volver a repetir a los mismos de siempre en los cargos de representación pública.

Simón Rubiños
Coordinador del Grupo de Investigación en Desarrollo Territorial, Paz y Posconflicto (GIDETEPP-UNAL) e investigador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG).