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Opinión

Participación electoral y abstención: más que un voto

Por: Ignacio Rojas Rubio | Publicado: 03.07.2021
Participación electoral y abstención: más que un voto |
Teniendo presente que el potencial de cambio (exigido y expresado por la población con las manifestaciones y organizaciones de base desde el 18 de octubre del 2019) es limitado en una democracia donde se presentan profundas desigualdades de clase, el voto obligatorio debe ser considerado como una opción necesaria. El voto permitiría la representatividad de todas las demandas en los cargos de elección popular vigente, lo cual puede representar un escenario político de cambio.

Producto de las últimas dos elecciones llevadas a cabo en nuestro país, se ha retomado la discusión sobre la voluntariedad o obligatoriedad del voto en los procesos eleccionarios. Se espera que para las próximas elecciones presidenciales se pueda volver al voto obligatorio, lo cual ha llevado a diferentes planteamientos en favor o en contra. Si bien se puede observar que las posiciones sobre este aspecto no responden a cuestiones ideológicas (tanto políticos de derecha o de izquierda se dividen en ambas posiciones), la segunda vuelta de las elecciones de Gobernador/a Regional parecen mostrar un panorama diferente.

Un aspecto que me parece central en estas discusiones, tiene relación con superar la discusión sobre el voto y llevar el análisis a la acción: la participación. En un modelo político y económico basado en las diferencias de clase, el análisis de la participación desde un punto de vista geográfico permite examinar los procesos considerando lo ideológico. Por ejemplo, en la Región Metropolitana los sectores y comunas populares presentan una menor participación en el último proceso electoral llevado a cabo el 13 de junio y, contrario a ello, en las comunas de altos ingresos se pudo observar una alta participación de votantes. El discurso del miedo y del fantasma comunista sigue siendo un aspecto que marca la alta participación de la población de altos ingresos y la desconfianza en el sistema democrático, producto de la exclusión histórica de los sectores populares de la política a diferentes escalas, muestra la baja participación en sectores de menores ingresos.

De manera particular, creo que este escenario no sólo se revierte con mayor educación cívica (una discusión más que añeja por lo demás), sino con transformaciones profundas en los métodos de participación de la población en las decisiones políticas, desde lo que se refiere a su barrio hasta lo nacional. Pareciera que las escalas comunal, regional y nacional para elección de representantes presentan una clara desmotivación para la participación de la población, ya que no es suficiente para que se produzca una retroalimentación entre la Sociedad y el Estado. En este sentido, es necesario preguntarse en cómo ampliar la participación de la población en diferentes procesos de decisión política, ya que la abstención puede significar reforzar a sectores que fomentan la intolerancia, la discriminación y la marginalidad de ciertos grupos de la población.

Debemos tener presente que el voto, como un acto individual de participación política en un sistema neoliberal como el de Chile, también responde a situaciones particulares o coyunturales en el que se emite, y a cuestiones utilitaristas; es decir, las personas deciden en función del cálculo de la utilidad esperada. Esto puede observarse en la primera vuelta de las elecciones de Gobernador/a en la Región de Valparaíso, donde existió una participación promedio del 45% en toda la región y en comunas con conflictos ambientales, como Petorca, llegó incluso al 60%. Cabe preguntarse en este punto, entonces: ¿cuál es el grado de racionalidad que poseen las personas al momento de votar?, ¿es consciente de lo que significa la elección de un representante y los efectos que esto tiene en su vida cotidiana?

En este sentido, es importante que los análisis sobre la participación electoral consideren diferentes procesos (por ejemplo, comparar lo ocurrido en el plebiscito por una nueva Constitución con las dos últimas elecciones de representantes), además de mirar más allá de la Región Metropolitana, que es el lugar que ha concentrado las referencias. Junto a ello, creo que es necesaria la modernización del sistema electoral, que poco o nada ha considerado el aspecto geográfico respecto a los locales de votación y su localización para fomentar la participación de la población.

En este punto, sólo se ha presentado la propuesta sobre la gratuidad del transporte público (que tendría un costo importante para el Estado), pero no en la reorganización estratégica de la relación votante-lugar. En el informe que realizaba el 17 de junio pasado, el ministro de Salud Enrique Paris comentaba que se estaba realizando una estrategia de vacunación en sectores rurales de difícil acceso y zonas aisladas. Comprendiendo la coyuntura por la pandemia, y lo necesario de esta medida, esta nos demuestra que el Estado tiene la capacidad de integrar a toda la población en situaciones de crisis. Entonces, ¿por qué en un sistema democrático en crisis no existen propuestas que consideren una modernización y reorganización para que la población vote y participe de los procesos?

Esto implicaría invertir el paradigma actual en el que es la población la que debe desplazarse hacia los locales para ejercer el voto por un sistema que permita acercar los locales de votación a los barrios, sectores rurales o zonas aisladas. Claramente, este último aspecto debe complementarse con una discusión profunda sobre la participación, más allá de los procesos de elección de representantes, que permita dotar de mayor poder a la población de sectores que históricamente no lo han tenido.

Así, teniendo presente que el potencial de cambio (exigido y expresado por la población con las manifestaciones y organizaciones de base desde el 18 de octubre del 2019) es limitado en una democracia donde se presentan profundas desigualdades de clase, el voto obligatorio debe ser considerado como una opción necesaria. El voto permitiría la representatividad de todas las demandas en los cargos de elección popular vigente, lo cual puede representar un escenario político de cambio.

Es necesario que el voto no se considere el pilar o la “superestructura” de la democracia, sino como un elemento más del ejercicio de la participación política como relación entre Estado y Sociedad. Mientras no se presenten garantías de representatividad política de toda la población y las organizaciones de base a escala local (ej: barrial en el espacio urbano), sin diferencias y discriminación por género, etnia y/o clase, el voto, sea voluntario u obligatorio, seguirá siendo un instrumento de validación de la democracia neoliberal.

Ignacio Rojas Rubio
Académico de la Sección de Geografía Social, del Departamento Disciplinario de Historia de la Universidad de Playa Ancha.