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Opinión

Minuto de silencio: 4 de julio de 2021

Por: Arnaldo Delgado | Publicado: 10.07.2021
Minuto de silencio: 4 de julio de 2021 |
Con el minuto de silencio pedido por Elisa Loncon el domingo 4 de julio se instituye la audibilidad de las y los silenciados, sea por la muerte o por la mordaza; se instituye la visibilidad de las y los invisibles, pero también se instituye la “tocabilidad” de las y los históricamente intocables. Aparece, entre las grietas del régimen, la presencia sensible de nuestras ausencias; aparece, entre las grietas del régimen, la presencia sensible de nuestros silencios.

Lejos estoy de la creencia liberal de que la felicidad personal es revolucionaria (o toda emoción, todo amor, afecto, etc.). Más bien, pienso que lo verdaderamente revolucionario es el sentir en común, lo común-sentido; aquella comunalización de lo sensible que ocurre cuando la felicidad, la emoción o el amor se descentra de lo personal, cual ritual de los sentires que descalibra al yo y a la individualidad. Pocos son los momentos de felicidad comunalizada para quienes venimos hace muchísimos años luchando, desde diversos frentes, por las transformaciones para el buen vivir, y son probablemente el 18 de octubre, el año nuevo en Plaza de la Dignidad, el resultado del plebiscito de octubre del 2020, el resultado de las elecciones de mayo del 2021 y el reciente discurso de Elisa Loncon ejemplos de aquello. Pero no es sobre la felicidad comunalizante de lo que quiero escribir, sino de otro asunto también relacionado a lo sensible, marcado por un momento históricamente emotivo: el minuto de silencio en la instalación de la Convención Constitucional. Dice Loncon: “Nos corresponde honrar nuestros muertos de los 500 años, de las naciones originarias con el Estado de Chile, las mujeres que han sido víctima de femicidio […]”, y continúa nombrando a las y los muertos de la dictadura, las y los muertos de la revuelta, a las y los muertos de las naciones originarias.

Respecto al silencio, cuando Spivak pregunta: “¿pueden hablar los subalternos?”. La respuesta es sí, pero su voz es excepcional en un sistema hegemónico de habla; en un régimen de lo decible que expulsa a la y el subalterno a los extramuros de lo inaudible. Un silencio que no está dado por la ausencia de decibeles, sino por la expulsión semiótica de la o el hablante. Pero un régimen de lo decible, de lo escuchable —en el fondo, de lo sentible—, no es inmutable, inamovible, ni menos absoluto; guarda la posibilidad de la grieta en lo sensible-dominante, y con ello la reversión para que lo invisible se haga visible, para que lo intocable se haga tocable, para que lo inaudible se haga audible. Para ello, años de acumulación son los que se requieren; años de diversos entramados populares (con sus diversas y complejas sensibilidades) que, en conflicto con el poder dominante, acumulan la fuerza suficiente para, con su aparición política, agrietar al sistema vigente. Es entonces que, cuando Elisa Loncon solicita un minuto de silencio —desde su rol de presidenta de la Convención Constitucional—, se abre un espacio instituyente para el silencio de las y los históricamente silenciados.

El minuto de silencio del domingo 4 de julio es un concentrado de silencios centenarios, pero esta vez revertido, audible; es un silencio que se escucha en tanto se resignifica en su sentido. El sentido de lo sentido se desborda en su significancia opresiva revirtiéndose como dignidad. Con esta idea, ¿cómo no recordar al Subcomandante Marcos en aquel famoso comunicado del 21 de diciembre del 2012 cuando, metafóricamente, miles de zapatistas marchaban en silencio por los municipios del sur de México?: “¿Escucharon? Es el sonido de su mundo derrumbándose. Es el del nuestro resurgiendo. El día que fue el día, era noche. Y noche será el día que será el día”. Con el silencio del domingo 4 de julio se instituye la audibilidad de las y los silenciados, sea por la muerte o por la mordaza; se instituye la visibilidad de las y los invisibles, pero también se instituye la “tocabilidad” de las y los históricamente intocables. Aparece, entre las grietas del régimen, la presencia sensible de nuestras ausencias; aparece, entre las grietas del régimen, la presencia sensible de nuestros silencios.

Arnaldo Delgado
Licenciado en Artes y magíster en Filosofía. Autor del libro "Abecedario de octubre".