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Opinión

Sobre la negación y el cambio climático

Por: Pablo Santander | Publicado: 31.07.2021
Sobre la negación y el cambio climático Greta Thumberg y Trump | Foto de Reuters
La conducta de la población sobre el cambio climático pareciera ser de saber de ello, pero no tomar medida alguna; es como creerlo, pero no considerarlo seriamente. En este escenario surgió una adolescente, Greta Thumberg, con un discurso con gran emotividad, llamando al mundo a que compartan su miedo y su enojo por lo que estaba pasando. Las emociones que ella expresa son las emociones que han sido negadas por las poblaciones, y ella al comunicarlas generan un impacto al volverlas conscientes. Es por esto que ella tuvo la importancia que tuvo, llegando a hablar en la ONU, enfrentarse con Donald Trump. Sin duda esto ayuda a que nos ocupemos por lo que sucede con nuestro planeta, pero siempre está la tentación a negar nuevamente y seguir como si nada, sin tomar las conductas necesarias.

En enero de 2016 publiqué una columna que se denominaba “Sobre calentamiento global y negación”. En este artículo comentaba las evidencias sobre el cambio climático de causa antropogénico y el mecanismo psicológico de negación que se sentía implantado en la población. Hoy, 5 años y medio después, el calentamiento global se ha hecho más evidente, y las medidas de enfrentamiento real aún no se ven cercanas. Hoy vemos las inundaciones que afectan Europa, el aumento de la temperatura en forma muy inusual en zonas de Norteamérica (Estados Unidos y Canadá). La reducción de precipitaciones de la zona central de nuestro país.

La conducta de la población al respecto pareciera ser de saber de ello, pero no tomar medida alguna sobre esto; es como creerlo, pero no considerarlo seriamente. En este escenario surgió una adolescente, Greta Thumberg, con un discurso con gran emotividad, llamando al mundo a que compartan su miedo y su enojo por lo que estaba pasando al mundo. Las emociones que ella expresa son las emociones que han sido negadas por las poblaciones, y ella al comunicarlas generan un impacto al volverlas conscientes. Es por esto, pienso yo, que ella tuvo la importancia que tuvo, llegando a hablar en la ONU, enfrentarse con Donald Trump. Sin duda esto ayuda a que nos ocupemos por lo que sucede con nuestro planeta, sin embargo, siempre está la tentación a negar nuevamente y seguir como si nada, sin tomar las conductas necesarias.

En la columna que señalé al comienzo, intentaba describir sobre el mecanismo de la negación y porqué este se genera. En sí, la posibilidad de un daño al planeta genera ansiedades intensas que cuesta contener de una forma que permita pensar y tomar medidas reales. La tendencia es evitar estas ansiedades. Por ejemplo, lo que pienso que sucede frecuentemente hoy en día no es la negación absoluta del calentamiento global, sino su aceptación como hecho, pero la negación emocional de las implicancias y por ende el quedar en un quietismo que sorprende. Este quietismo sería por sentir que enfrentar realmente tendría que ser a través de tomar contacto con las ansiedades recién mencionadas. Un mecanismo que se ha visto entonces es optar por líderes que niegan o minimizan la situación del cambio climático. Íconos en esto son Bolsonaro y Trump, pero hay más líderes que aminoran la importancia de este tema: estos líderes son escogidos por poblaciones que prefieren no tomar contacto con la realidad de las consecuencias del cambio climático. Pero, ¿por qué es tan fuerte esta negación mundial? Parece algo que resiste las evidencias y que a pesar del tiempo se mantiene siendo algo que en realidad no es enfrentado eficazmente.

Existen en el ser humano mecanismos psicológicos que intentan mantener un equilibrio cuando este se siente amenazado. El conocimiento de daño de nuestro planeta nos conecta con ansiedades intensas de destrucción de todo. Del mundo externo, pero también, y en forma amenazante, de nuestro mundo interno y nuestro equilibrio mental. Nuestras condiciones psicológicas son proyectadas al mundo externo, y viceversa, las externas son vividas como algo interno también. En columna anterior, describí que esto remedaba nuestra situación de infancia. Cito lo explicado en esa oportunidad: “La posibilidad de daño del planeta genera angustias catastróficas que se prefieren negar porque pueden sentirse como impensables por la intensidad de las angustias despertadas. Estas ansiedades remiten a nuestra infancia y nuestra sensación de haber dañado a nuestra madre, sensación que muchas veces fue superada al ver que nuestra madre, a pesar de nuestra agresión inconsciente, se mantenía igual que siempre, o por otro lado se prefirió negar frente a lo doloroso de considerar que se dañó a la madre que nos alimentó, lo que es generador de importantes sensaciones dolorosas de tipo depresivo, que puede negarse defensivamente y mantener separada a una madre cariñosa y otra persecutoria (la dañada es una madre que se evita y de la cual no se desea saber para evitar el dolor del daño realizado). Esto facilitó el que desestimáramos nuestras agresiones inconscientes a nuestra madre, negando estas emociones”. En el caso que estamos discutiendo, decía que el daño al planeta generado por nuestra forma de vida desconsiderada hacia los recursos que el planeta nos da (esto es, la tala indiscriminada de bosques dada por una voracidad económica, o un consumismo acrecentado, etcétera) genera un recuerdo de este periodo infantil en que vorazmente podíamos desear más y más de la madre, dañando finalmente el pezón del pecho que nos daba la leche, cansando a nuestra madre de nuestras demandas continuas. Esta es la emoción que se niega hoy al tener los antecedentes que nuestro planeta-madre se está dañando y ya no nos puede dar sus productos como lo hacía antes, pero ha sido muy difícil de considerar seriamente el estado del planeta y asumir responsablemente que nuestra voracidad social ha generado esta situación, y mientras esto no sea elaborado, no se modificará, o se empeorará (debido a lo antropogénico del calentamiento global). Se prefiere mantener la ilusión de un planeta omnipotente que niega nuestro accionar sin consideración ninguna por el estado de la Tierra y sin preocupación por ella. Esta negación es un tipo de defensa maníaca, en la que no se considera que nuestros actos pueden dañar o afectar, evitando el dolor de nuestra responsabilidad.

El mecanismo de la negación no es infrecuente, sin embargo resulta importante de observar ya que sus consecuencias pueden ser devastadoras. Este mismo mecanismo ha sido descrito ya en otras condiciones como fue, por ejemplo, en relación a la tardanza que tuvieron países como Francia e Inglaterra en reaccionar frente a la amenaza de invasión nazi. Estos países no deseaban enfrentar nuevamente las angustias conectadas con la vivencia de la Primera Guerra, por lo que minimizaban y negaban los acontecimientos que estaban a la vista de todos, siendo las consecuencias mucho más difíciles posteriormente. Otro ejemplo de este fenómeno se puede ver en la carrera nuclear, y la evidente consecuencia que el estallido de una guerra nuclear tuviera. Sin duda, posterior a Hiroshima, las consecuencias de esta se hicieron evidentes para todos, pero esta carrera se mantuvo activa, y hoy permanece en un estado latente, con los riesgos de reactivación, sin que se tome una decisión real de prohibición de este tipo de armamentismo.

Espero que, a través de las líneas recién descritas, describiendo el mecanismo de la negación, su implementación y sus consecuencias, pueda colaborar en algo en generar conciencia de la importancia de la consideración de los cambios reales que como sociedad debemos hacer para combatir el cambio climático.

Pablo Santander
Psiquiatra y psicoanalista. Presidente de la Asociación Psicoanalítica Chilena (APCh).