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Opinión

El espectáculo de estos días

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 06.09.2021
El espectáculo de estos días |
Hoy cada político parece cargar un conejo en el sombrero, al cual recurrirán para ganar tiempo en el Servel, falsear una enfermedad, asegurar una reelección o simplemente para llamar la atención de los focos.

Esta semana el debate político ha develado padecer aquel rasgo o patología propia de las sociedades que transitan por la veloz carretera de la modernidad: la contradicción entre la razón técnica y la idea de que lo más propio de nosotros se realiza desde un ideal espontaneo y romántico. Se trata de una contradicción epocal donde estamos, por una parte, condenados al desempeño cotidiano mediado por la técnica (donde hay que cumplir horarios, ser eficientes y desenvolvernos desde un desempeño racional en lo que hacemos), pero al mismo tiempo, presionados por la cultura y sus medios de difusión para vivir priorizando nuestra autorrealización espontánea. Estas dos almas coexisten en las sociedades modernas y son las gatilladoras de crisis, desasosiegos y malestares sociales.

Por ejemplo, la discusión respecto al rol del Banco Central, a propósito de su decisión de subir al doble la tasa de política monetaria para contener la inflación (producto del exceso de circulante local y otras variables exteriores), ha sacado cuñas y posteos de algunos políticos, donde se observa una convicción incondicional de estos, con sus propias subjetividades, es decir, donde los argumentos se alejan de la razón, la técnica y el derecho, para dar paso a un momento incondicional que añora fundar lo que se cree, lo que se es y lo que se percibe desde las entrañas de quién lo pronuncia. Es así que hemos escuchado a algunos políticos decir que el Banco Central no tiene idea de economía a escala humana, no cree en nada (salvo en el lucro), que es lo menos autónomo que existe (pues sigue a ultranza las reglas neoliberales) y que sólo favorece a unos pocos ricachones.

Al igual que los parlamentarios que apoyan el cuarto retiro desde argumentos que se sostienen en un cartel (donde poco importan las familias más desposeídas, el aumento de la inflación, ni siquiera el futuro del sistema de pensiones), una diversidad de políticos han opinado de economía y macroeconomía, desde supuestos, donde ya ni siquiera caben las estadísticas o los datos de la causa como, por ejemplo, aquel que nos recuerda que, desde que el Banco Central es autónomo del poder político, la inflación en Chile se ha mantenido como una de las más bajas del continente (las izquierdas podrían recordar lo que implica gobernar con una alta inflación y la derecha saber que hasta Pinochet comenzó a quedar en las cuerdas luego de una crisis de precios).

Ya no importa la ideología, el partido político, ni la lealtad con su gobierno o candidato presidencial. Para los políticos del presente importa más el cálculo cortoplacista de la reelección o el aplauso a obtener en el baile de máscaras de las identidades, donde la razón suele ser desplazada por las pasiones de turno y la posición de poder que ahora otorgan las pertenencias culturales. Por supuesto que este momento cultural ha contado con un pretexto intelectual basado en cierta literatura posmoderna que ha intoxicado a muchos académicos, entre los cuales se cuentan ilustres constituyentes que, de seguro, entran al ex Congreso con textos de Derrida, Foucault y Nietzsche bajo el brazo, soñando llegar hasta los fundamentos místicos de las instituciones para refundarlas desde nuevas metáforas creadas por ellos mismos.

El actual ideal cultural de autonomía invita a que cada sujeto tenga como horizonte la autoedición de sus planes de vida y la propia voluntad prevalezca por sobre las ideas universales y las técnicas comparadas. He aquí el peligro de los días que transcurren, con sujetos que no habitan la política desde proyectos colectivos cuyas ideas confieren un sentido a la totalidad y otorgan un faro de luz al largo plazo. Los días que transcurren han dejado al desnudo una discusión pública cargada de demandas y malestares, rezongas e ideas refundacionales emanadas desde las subjetividades de políticos que ya no responden a ideologías, partidos, ni a ideas que buscan el bien final de los asuntos humanos. Hoy cada político parece cargar un conejo en el sombrero, al cual recurrirán para ganar tiempo en el Servel, falsear una enfermedad, asegurar una reelección o simplemente para llamar la atención de los focos.

Cristián Zúñiga
Profesor de Estado. Vive en Valparaíso.