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Opinión

Derechos, la imagen que nos ha de aparecer

Por: Karen Cravero y Nelson Rodríguez | Publicado: 28.09.2021
Derechos, la imagen que nos ha de aparecer Niños del Mapocho | Foto de Sergio Larraín
Hay una idea de cómo desde lo invisible que podemos ser, desde cómo podemos impregnarnos o mimetizarnos con el entorno, para permitir mostrar imágenes que nos sacudan y nos hagan despertar sobre lo que existe a nuestro alrededor. El gran fotógrafo chileno Sergio Larraín, llamado también el fotógrafo invisible por mostrarnos desde su silencio a los invisibles, a los que no vemos, nos hace ver a un grupo de niños de la calle durmiendo acurrucado uno al lado de otros protegiéndose del frío. Larraín retrata la inocencia, la pobreza, la fragilidad, como también el oprobio del olvido, de la exclusión y la indiferencia, a estos niños que el frío transforma en cachorros, que como perros callejeros se entregan un poco de calor al frío de todos los días. Una imagen de aquellos invisibles que aparecen por una imagen que los vuelve en vida.

Hace poco tiempo, en una entrevista publicada en un diario español, la abogada nigeriana Fátima Sheu Iman nos remecía el alma con la descripción de la crisis humanitaria que se vive en Nigeria. Familias desplazadas en busca de vivienda y hogar, la desnutrición infantil y las más de diez mil mujeres esclavizadas por los grupos gobernantes usadas como bombas humanas, ultrajadas y violadas por sus secuestradores, con los que además tienen hijos y que son vendidos como esclavas y esclavos. ¿Quién podría imaginar una imagen como la descrita?

Fátima, prosigue en la entrevista, y advierte que el problema se agudiza, tanto por la crueldad de lo descrito y que sucede. Al preguntarle por el respeto a los derechos de la mujer, Fátima responde: “No. El trabajo que hacemos con ellas, especialmente cuando vamos a los campos de refugiados, nos demuestra que una cantidad enorme de las mujeres de Nigeria no saben cuáles son sus derechos. Y las que sí saben que tienen derechos, no saben adónde ir cuando sienten que se los están violando. Es devastador que una mujer no sea consciente de que la están violando porque ignora cuáles son sus propios derechos”. Otra imagen in-imaginable. Imposible de imaginar tanta invisibilización de lo que somos, de lo que se es para otros, o de cómo lo que cada uno es, sea el centro de toda convivencia humana.

Tal vez, sea la ignorancia, o educar en lo que significa respetar al otro a la otra sean propósitos que deben estar en la palestra de nuestros diálogos y conversaciones. ¿Podríamos imaginar en Chile personas que se sienten violentadas y que, por ignorar sus derechos, no saben qué hacer?, ¿podemos imaginar, incluso, que en el Chile actual nuestras formas de actuar, de esas formas que cotidianamente las tomamos como lo propio de nuestro ser, sean para otros y para otras formas de excluir, violentar, silenciar o invisibilizar? Quisiéramos mostrar alguna imagen con la que demos cuenta de que esto no nos ocurre. Pero no la encontramos.

Hay una idea de cómo desde lo invisible que podemos ser, desde cómo podemos impregnarnos o mimetizarnos con el entorno, para permitir mostrar imágenes que nos sacudan y nos hagan despertar sobre lo que existe a nuestro alrededor. El gran fotógrafo chileno Sergio Larraín, llamado también el fotógrafo invisible por mostrarnos desde su silencio a los invisibles, a los que no vemos, nos hace ver a un grupo de niños de la calle durmiendo acurrucado uno al lado de otros protegiéndose del frío. Larraín retrata la inocencia, la pobreza, la fragilidad, como también el oprobio del olvido, de la exclusión y la indiferencia, a estos niños que el frío transforma en cachorros, que como perros callejeros se entregan un poco de calor al frío de todos los días. Una imagen de aquellos invisibles que aparecen por una imagen que los vuelve en vida.

Hay también en la fotografía de Paz Errázuriz un juego entre la imagen y lo invisible. En “Dormidos”, por ejemplo, muestra a los que duermen en la calle; cuerpos en sueños, a veces plácidos, a veces despojados de todo, y sólo recogidos por un escenario, un ambiente o espacios físicos como la ciudad derruida, llena de elementos por lo que aparece cansada. La tensión entre los cuerpos y la ciudad no sólo nos habla de una estética específica, sino de los vacíos urbanos en los que habitamos. Visibles que invisibilizan a otras u otros. Invisibles que aparecen entre las murallas citadinas, que dejamos de mirar. Una extraña forma de descubrirnos tan cercanos y distantes en nuestro cotidiano habitar.

Y si volvemos a la imagen de aquellas mujeres en Nigeria, ¿cuál es la imagen que nos viene, cuál es la imagen con la que nuestros cuerpos encienden la distancia entre un nido y la luz, entre un grito de dolor de protesta, de vida, de contra-muerte, por la voz que se convierte en puño porque avanza aún, en la vida, como un corazón? Tal vez tengamos que tener la paciencia de una invisible, una cuidadora, una aseadora, una nana, como lo fue la fotógrafa norteamericana Vivian Maier, que se mostró y se hizo vivible en sus imágenes, desde los reflejos de los cristales de edificios y vitrinas. Y nosotras, hacernos visibles en los espejos de los poderosos para hacer visible los derechos silenciados.

La imagen es más que el objeto delante de nosotros. Precisamente es aquel mundo narrativo y simbólico que nos devela en aquello que siembra en nuestros pechos. El cuadro, la imagen que está ahí, me habla, me dice y me toca; hiende la palabra en el pecho. Y como si la tierra se abriese, levanta en silencio las raíces que no han de callar. Una imagen como una fotografía es la apuesta por un diálogo. Un tú y un yo, en la escena de los cuerpos volviéndose territorios. Una imagen, como una fotografía, nos insta a reconocer aquellos derechos que, por experiencia estética y ética, nos han de ser lo que seremos.

Propongamos al respecto un último ejercicio. Si nos detenemos ante la imagen o una fotografía de quienes habitaron las tierras australes y quienes navegaron por los mares de la Patagonia, si miramos la imagen de las comunidades selk’nam o kaweskar, ¿sentiremos en el pecho el sonido del mar, los sonidos del agua a las caricias de los remos, sentiremos en el rostro el viento de los viajes y en nuestros ojos estar expuestos ante lo inmenso; sentiremos en la piel el hielo del silencio y la piel que cubre nuestra piel; sentiremos el cariño de la tribu, de la comunidad que viaja reunidos en la balsa; sentiremos cómo nos llena de esperanza los destinos sin fin de cada uno de los viajes emprendidos; sentiremos en cada uno de las formas y colores que adornan sus cuerpos cómo el alma se nos manifiesta en la voz de los dioses que nos acompañan?

Esa imagen que nos llega de nuestras comunidades ancestrales de la Patagonia debe ser la forma de comprender cómo los derechos del agua y del territorio ya fueron habitados por esos cuerpos y que nuestros cuerpos hoy serán el grito y el puño en forma de corazón, ante los Estados y gobiernos que no escuchan, y más aún invisibilizan, la destrucción de la tierra y el mar, por dejar que las industrias salmoneras devasten la vida, como ya lo hicieron con Chiloé. Como ya lo dijimos: una imagen, como una fotografía, nos insta a reconocer aquellos derechos que, por experiencia estética y ética, nos han de ser lo que seremos.

Karen Cravero y Nelson Rodríguez
Karen Cravero es coordinadora de RSU y DD.HH. de la Universidad Silva Henríquez. Nelson Rodríguez es académico de la Escuela de Filosofía.