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Formación docente: cuando la solución se transforma en problema

Por: Héctor Gómez | Publicado: 24.11.2021
Formación docente: cuando la solución se transforma en problema |
Tristemente, la política en educación se ha ido orientando cada vez más a la preparación de exámenes y la capacitación laboral, reduciendo la acción de los docentes a seguir guiones que prometen un buen resultado final en las pruebas que rinden sus estudiantes. Al poner atención en el desempeño, la comparación y la competitividad en la política de formación docente, se produce una desconfianza en su profesionalidad, y arriesgamos que la acción docente se reduzca a un rol técnico más que ético, crítico y creativo.

La globalización ha cambiado la forma en que se concibe la política educativa, en tanto ha reformulado su terreno, el cual es al mismo tiempo local-nacional y regional-global. En este sentido, los gobiernos nacionales alinean sus prioridades educativas con las demandas de la globalización, informadas por los preceptos neoliberales. El contexto de la reforma escolar y la formación de profesores es un claro ejemplo de lo anterior, en tanto las políticas de reforma en el mundo en este ámbito han puesto su foco en “la calidad de la enseñanza”, concebida en el marco de un discurso global sobre educación basada en resultados, la estandarización de las políticas, estudiantes entendidos como consumidores, y los maestros como chivos expiatorios del sistema.

Dadas estas características de definición, la promoción del concepto de calidad es problemática. Es evidente la centralidad de los docentes en las políticas que proponen organizaciones globales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el Banco Mundial y la UNESCO. Afirmaciones como “la enseñanza de calidad es vital para mejorar el aprendizaje de los estudiantes” (OCDE, 2013); “brindar a todos los niños una educación de calidad que les enseñe habilidades para el trabajo es fundamental para poner fin a la pobreza” (Banco Mundial, 2017); y, “la calidad de los maestros y la enseñanza también es esencial para obtener buenos resultados de aprendizaje” (UNESCO, 2008), refuerzan en conjunto una noción de calidad  que orientan peligrosamente la política hacia un “enseñar por resultados”.

Dicho de otro modo, la formación del profesorado se convierte en otro medio de proporcionar capital humano, como forma de insumo, a medida que las necesidades de la economía colonizan el campo de la educación. La agenda global ha prescrito lo que se espera como calidad de la enseñanza a través de documentos e informes que luego informan y/o mediatizan las políticas nacionales, produciendo un modelo estandarizado para comprender y evaluar a los docentes, su docencia y la educación que estos reciben.

El acento y centralidad de los docentes en las políticas de reforma educativa y, en particular, el enfoque en la “calidad de la enseñanza” que alinea el currículo y los criterios de desempeño con los resultados, está produciendo una única noción del buen docente que definitivamente está moldeando la profesión.

Tristemente, la política en educación se ha ido orientando cada vez más a la preparación de exámenes y la capacitación laboral, reduciendo la acción de los docentes a seguir guiones que prometen un buen resultado final en las pruebas que rinden sus estudiantes. Al poner atención en el desempeño, la comparación y la competitividad en la política de formación docente, se produce una desconfianza en su profesionalidad, y arriesgamos que la acción docente se reduzca a un rol técnico más que ético, crítico y creativo.

En síntesis, la política curricular en la formación docente, derivada de esta agenda global y mediada por otros actores y contextos, podría afectar aspectos claves como la profesionalidad docente, la subjetividad de esta práctica, e inclusive estar definiendo una simplificada y reducida idea de una docencia de calidad. En otras palabras, la “calidad” educativa entendida como solución se transforma en problema. Por ende, es necesario pensar en formas alternativas y complejas de “calidad”, así como sus posibles efectos para la formación e identidad de nuestros docentes.

Héctor Gómez
Académico e investigador del CITSE, de la Universidad Católica Silva Henríquez.