Avisos Legales
Opinión

Balas locas

Por: Martín Rodríguez | Publicado: 18.01.2022
Balas locas |
¿Qué podemos esperar de los cambios a la Ley N°17.798 en aquellos territorios, en donde su configuración espacial determina la convivencia, allí en las denominadas zonas rojas, que no cuentan con equipamiento ni áreas verdes y en donde la presencia del Estado se reduce a uno que otro programa de intervención que no logra paliar la desigualdad estructural? En aquel lugar nadie quiere estar y los «nadie» fueron condenados. No podemos esperar nada: no basta con reformar la Ley de Control de Armas.

Madrugada de un día de semana, balazos al aire acompañados de fuegos artificiales y en ciertos momentos autos en exceso de velocidad. Tónica de muchas poblaciones. A veces, incluso, cámaras e iluminación que luego retratarán la realidad, a través de un videoclip de trap o mambo, de los sectores más postergados y excluidos del país mediante plataformas digitales. Así, a través de youtube, principalmente, se producen y reproducen el contraste de quienes hoy se han inmiscuido en el éxito de la sociedad neoliberal desde la marginalidad que ésta produce. En aquel contexto, al amanecer cientos de trabajadores, estudiantes, niños y niñas realizan sus labores diarias.

En el año en curso, tras 14 años de tramitación, luego de pasar por Comisión Mixta, la Cámara de Diputados y el Senado aprobaron la reforma a la Ley de Control de Armas. Permitiendo así que la legislación sea más estricta en materia de posesión, tráfico y utilización de armas de fuego. Con esto, el gobierno recalcó la importancia de regular el uso de armas de fuego, el ministro del Interior y ex alcalde de Estación Central, Rodrigo Delgado, expresó que «para nosotros como gobierno es tremendamente importante porque esto nos acerca a la realidad que estamos viendo en los barrios, en las poblaciones, en distintas comunas».

¿Cuál es esa realidad a la que se refiere el ministro, cuando habla de barrios, poblaciones y comunas? Aquella realidad a simple vista no responde a un hecho en específico, menos a situaciones aisladas, sino que a un sinnúmero de circunstancias que traen a la palestra identidades e imaginarios de grandes sectores de la sociedad, atravesados por el empobrecimiento y la exclusión, que no permiten y que ya no se permiten la sombra gris del reflejo perturbante del Costanera Center en sus territorios.

¿Qué podemos esperar de los cambios a la Ley N°17.798 en aquellos territorios, en donde su configuración espacial determina la convivencia, allí en las denominadas zonas rojas, que no cuentan con equipamiento ni áreas verdes y en donde la presencia del Estado se reduce a uno que otro programa de intervención que no logra paliar la desigualdad estructural? En aquel lugar nadie quiere estar y los nadie fueron condenados. No podemos esperar nada: no basta con reformar la Ley de Control de Armas.

Reducir la violencia al uso de armas de fuego es no entender cómo se han configurado aquellos territorios y es atacar el síntoma y no la enfermedad. Pensar que el problema comienza en las balas y fuegos de artificios es no entender cómo se han ido constituyendo actores y legitimando experiencias de vida que hoy tienen a sus propios vecinos y vecinas encerradas antes que caiga la noche, a niñeces y juventudes ensimismadas en los costos/beneficios y la urgencia de adquirir para “tapizarse” y así estar en sintonía con las exigencias del mercado. Es definitivamente mirar para el lado cuando el problema se presenta y no asumir la responsabilidad histórica con aquellas comunidades que ante la ausencia de una oferta estatal que garantice el ejercicio de sus derechos han articulado soluciones que hoy horrorizan al resto de la sociedad.

Es necesario avanzar en una ciudadanía activa y superar la aplicación de políticas públicas que no reconocen el rol de las y los interlocutores, de quienes vivencian tales contextos, para así pensar desde el diálogo con dichas comunidades a partir del ejercicio de sus derechos. Se requiere avanzar en las instancias participativas de evaluación, planificación y organización de los territorios, en donde la participación de las comunidades sea vinculante y protagónica, y no se limite tan sólo a lo consultivo (PLADECO, PRC, COSOC, entre otros). La incidencia de las y los sujetos en los asuntos que son atingentes en su realidad condiciona su propia lectura en torno al lugar que habita y la posibilidad de identificarse y apropiarse del espacio territorial, para así postergar la sobre-intervención, clientelismo y la relación instrumental entre los sectores postergados y las instituciones y que sólo reproduce la pobreza.

Martín Rodríguez
Sociólogo.