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La armonía del buen vivir

Por: Maximiliano Salinas | Publicado: 01.02.2022
La armonía del buen vivir |
El orden quiso hacernos sobrios, mesurados, racionales. Bernardo O´Higgins, el hijo del virrey, educado en Londres, pareció tener esas maneras de gentleman. Siempre que no existieran los Carrera y Rodríguez. José Miguel Carrera fue fusilado y su cuerpo descuartizado. Rodríguez ni siquiera fue enterrado. El orden apolíneo a fin de cuentas impone los desacuerdos. ¿No es tiempo de valorar otro modo de ser y de existir en el mundo? El orden es sencillamente el caos al revés. Es el reverso del desorden. La guerra como forma de vida, como forma de muerte. Imposición de la razón absoluta. Para desacreditar a quienes valoraron el convivir mapuche (Pineda y Bascuñán, el abate Molina), Diego Barros Arana argumentó que se habían dejado llevar por los arrebatos impropios de la poesía.

¿Cómo se piensa o sentipiensa la armonía del buen vivir en Chile? El buen vivir se dice con ganas en lengua indígena. Es el suma qamaña aymara, el kume mogen mapuche. Expresiones que reflejan el modo ancestral de habitar el tiempo y el espacio. Qamaña: vivir, morar, descansar, cobijarse y cuidar a otros. Suma: hermoso, agradable, bueno, amable. Los ancestros hispano-orientales, expresión también de morenidad que hemos olvidado, introdujeron en América el buen convivir del Mediterráneo. La contextura de una España cristiana, musulmana y judía hizo la armonía de tres formas distintas de existir, de hablar, y de creer. Violeta Parra buceó en esos derroteros contenidos en el canto a lo Humano y a lo Divino.

Los trasfondos de este inconsciente colectivo fueron cohibidos-reprimidos por el Estado colonial europeo. Un gobierno monarquista obligaría a todo el mundo a una sola religión, una sola nación, una sola lengua. “El sacerdote habla en el castellano recio de los profesores del Liceo […]. [Los] maestros encuentran el acento puro del idioma madre, hecho para arrollar, para mandar y discutir. Es la voz de los militares cuando se dirigen a la tropa. Liceo, Iglesia, ejército”, escribió Joaquín Edwards Bello (La misa: Valparaíso. Fantasmas). El castellano impuso el orden apolíneo. Por la razón o la fuerza. Orden y patria. El habla de Manuel y Pedro Montt.

Jaime Guzmán, destruyendo a sus adversarios con un verbo implacable a través de Canal 13. El abogado sabía hablar el castellano a secas. Sólo una vez alguien lo enmudeció. Un domingo fue a A esta hora se improvisa el artista chileno Roberto Matta. Con su poética desbordante, desasido de las limitaciones de la élite local, dejó sin habla al terco polemista. El imitar a Apolo ha campeado en el existir de la élite: “El espíritu nacional es metódico, equilibrado, sereno, contrario a todo exceso. Chile posee, pues, una indiscutible mentalidad apolínea. Por eso, también, el pueblo chileno no es ni siquiera tan alegre como otros” (Jorge Millas, Idea de la individualidad, 1943). El orden, la quimera de los estadistas de otro tiempo (así lo hacen ver Ana María Stuven, en La seducción de un orden: las élites y la construcción de Chile en las polémicas culturales y políticas del siglo XIX, 2000; e Iván Jaksic, en Andrés Bello, la pasión por el orden, 2001).

El orden quiso hacernos sobrios, mesurados, racionales. Bernardo O´Higgins, el hijo del virrey, educado en Londres, pareció tener esas maneras de gentleman. Siempre que no existieran los Carrera y Rodríguez. José Miguel Carrera fue fusilado y su cuerpo descuartizado. Rodríguez ni siquiera fue enterrado. El orden apolíneo a fin de cuentas impone los desacuerdos. ¿No es tiempo de valorar otro modo de ser y de existir en el mundo? El orden es sencillamente el caos al revés. Es el reverso del desorden. La guerra como forma de vida, como forma de muerte. Imposición de la razón absoluta. Para desacreditar a quienes valoraron el convivir mapuche (Pineda y Bascuñán, el abate Molina), Diego Barros Arana argumentó que se habían dejado llevar por los arrebatos impropios de la poesía (Historia general de Chile, 1884). Afortunadamente, el siglo XX se nutrió con la poesía de Chile. El poeta popular Juan Bautista Peralta transformó la letra a una habanera de moda en 1905: “Yo me pongo a soñar en un mundo / con eternos fulgores de estío / donde nadie se queja de frío / donde nadie carece de pan / Yo quisiera mirar toda blanca / una sola bandera en la tierra / y que nadie muriese en la guerra / y que nadie sufriese prisión. / Es tan dulce soñar / en el bello país comunista / donde saben los hombres amar” (Canto de paz a los hijos del pueblo, 1905). Otro poeta popular, conocido por el Canto a la pampa, memoria de la masacre obrera de Iquique en 1907, compuso una canción apenas recordada: “Yo canto la buena nueva / y el país del buen acuerdo / donde es común la faena / y común también el premio / en donde todos alcanzan / un rincón del prado ameno / en donde hay pan para todos / y para todos hay besos” (Pancho Pezoa, en A. Acevedo Hernández, La cueca. Orígenes, historia y antología). Estas convicciones poéticas y plebeyas permitirán comprender mejor a los premios Nobel de Literatura chilenos de 1945 y 1971.

Al Chile sobrio, mesurado, racional, con corbata, es preferible una convivencia expansiva, amorosa, alegre. Reconocer el castellano con acentos indígenas. Nos comunicamos así de otro modo, con dulzura. “El indio ha puesto en la garganta del mestizo chileno la dulzura de su voz”, escribió Gabriela Mistral (Algunos elementos del folklore chileno, 1938). Elicura Chihuailaf propone otra forma de vivir la pureza, no la de Occidente. “Me parece necesario precisar que el concepto de ‘lo puro’ en nuestra cultura es distinto que en la mayoría de las culturas occidentales. La pureza -para nosotros los mapuche- es el lugar donde dialogan, donde conviven todas las energías -positivas y negativas- de la Tierra y del Universo” (La vida es una nube azul, 2020). Son manifestaciones desconocidas de la ternura. En el habla de Violeta Parra, la chillaneja que añoraba pasear por la Quinta Normal: “Todo está allí en armonía / el pan con el estrumento / el beso y el pensamiento / la pena con l’alegría / la música se desliza / como cariño de maire / que s’embelesan los aires / desparramando esperanzas / el pueblo tendrá mudanza / me digo con gran donaire” (No hay mal que dure cien años, Autobiografía en verso).

Maximiliano Salinas
Escritor e historiador. Académico de la Facultad de Humanidades de la USACH.