Avisos Legales
Opinión

Respuesta a las bases amarillas de Chile

Por: Sebastián Sandoval | Publicado: 23.02.2022
Respuesta a las bases amarillas de Chile |
Warnken no es el primero, pero se ha vuelto la voz más destacada en intuir, o servir como riel guía, a lo que ya muchas personas en el escenario político vemos escrito en la pared desde hace algunos años: la conformación de un nuevo proyecto de centroderecha con las bases de la Concertación, que quedaron relegadas tras los cambios políticos y sociales.

Estimadas bases amarillas de nuestro país:

Platón solía decir que la grandeza del ser se mide en lo que este hace cuando tiene poder, y cada vez que escucho dicha apreciación no dejo de encontrar razón en su noción. El poder tiene una naturaleza tan disímil y difícil de explicar, que la absorción que ejerce sobre quién la posee, actúa con tal fuerza que inhibe toda resistencia ferviente. Quizá por ello es que solo un número contado de individuos ha sido capaz de destacar en el ámbito y ser reverenciados o elevados a un estatus de inmortalidad en el imaginario colectivo de la sociedad.

El día jueves, en el medio Pauta, se publicó un manifiesto “amarillo” de Chile, liderado por Cristian Warnken y respaldado por varios rostros de la política, en que menciona sus críticas a la actual situación de nuestro país, e invita a ustedes, personeros de la mesura y de la razón, a unirse a su canto de esperanza y defensa de los ideales que sostiene.

Ciertamente quienes me han leído sabrán que tengo un cierto desdén por las opiniones recientes del escritor. Cuando Warnken publicó su primera columna dentro de una saga de observaciones críticas de nuestra realidad post-estallido, recriminé la confusión que hacía del entendimiento del trasfondo de la violencia civil y el vandalismo, con la justificación de esta, así como su liviandad a la hora de hablar de la crisis de derechos humanos que tuvo lugar en Chile. En su segunda columna, consideré que a lo mejor Warnken no estaba haciendo dicha confusión por error, sino de adrede, con el fin de alzarse como una especie de “bulwark” frente a una barbarie a la cual quería darle una guerra de desgaste. Observaciones inconclusas, pero que en retrospectiva nos dan una pista de la dirección a la cual el autor dirige su rumbo, y que han quedado clarificadas al establecer su manifiesto.

Warnken no es el primero, pero se ha vuelto la voz más destacada en intuir, o servir como riel guía, a lo que ya muchas personas en el escenario político vemos escrito en la pared desde hace algunos años: la conformación de un nuevo proyecto de centroderecha con las bases de la Concertación, que quedaron relegadas tras los cambios políticos y sociales.

Esta es la razón, de por qué gran parte de los que han firmado este “manifiesto” son militantes o cercanos a la Democracia Cristiana o al Partido por la Democracia. La DC, que por años ejerció como el refugio natural del centro político, en que miradas de derecha y de izquierda convergían, hoy no tiene ni representación ni voz potente en la política moderna, mientras que el PPD, originado como una plataforma satélite del PS para aquellos que buscaban un espacio contra Pinochet fuera del espectro socialista, ha quedado carente de propósito, mentalidad y capital político-estratégico producto del cumplimiento de su tarea y el sobre-estiramiento del legado de Ricardo Lagos, que colapsó con el ascenso del bacheletismo.

Muchos de sus rostros han visualizado que los grupos más cercanos al socialismo naturalmente van a tender al Frente Amplio, debido a su cercanía ideológica y política, así como por la necesidad de voces “mesuradas” en la gobernabilidad, lo que generaría una fractura última y definitiva que dejaría sin voz a quienes por años tuvieron las palestras de ambos partidos para expresar sus visiones sobre Chile, y que reniegan de aceptar que en el camino cometieron equivocaciones que nos derivaron a la crisis originada en 2019.

Voces que aún no están listas, sin embargo, para aceptar que el domicilio natural ha virado hacia la derecha, debido a los complejos éticos que aún persisten en el interior, así como las diferencias que son aún evidentes con la derecha actual, que todavía se resiste a sincerarse respecto de su fatídico pasado. No que no se hayan hecho intentos continuos para generar los puentes, con quienes han saltado al otro lado, como Mariana Aylwin o Javiera Parada, o con quienes han querido ofrecer un camino, como Sebastián Sichel o Ignacio Briones.

No sean ciegos a esta realidad, ni a las pretensiones internas que existen de parte de Warnken o del grupo que realmente está detrás de esto, pero tampoco sean cerrados ni temerosos a la opinión que este grupo sustenta, ya sea por sus acciones antiguas que solemos observar con aversión o por el poder que estas personas han ostentado en el pasado. Si ustedes han de encontrar refugio en un sector que clásicamente fue opuesto, no teman en ir. Parte de la vida es entender que está determinada por cambios continuos, a pesar de las críticas que se reciban por ello. Sin embargo, no por encontrar destino este se debe aceptar sin chistar. Grave sería que se diera por hecho el pasado y no se evaluara críticamente con el fin de corregir en lo que se ha errado.

Harina de otro costal es lo que sucede con las continuas observaciones que se hacen de vuestro sector al proceso constituyente. Considero que las conclusiones que están sacando respecto del proceso son apresuradas y poco conscientes de la labor interna, pues nadie espera realmente refundar el país desde cero, obviando la naturaleza actual del mundo en el que estamos inmersos, pero no los culpo. No hemos sabido explicarnos bien, e independiente de los motivos fundados que existan, eso es un asunto que requiere solución urgente.

Si quieren criticar la labor de la Convención Constitucional en cuanto refiere al texto que derivará, bien pueden hacerlo. Pero no esperen que su opinión vaya a encontrar asidero absoluto en todos los lectores o escuchas, ni que vayan a estar liberados de una respuesta contundente si es que refieren a nimiedades como su redacción en lo que no es interpretativo o en su carácter extensivo.

Parte de esto es entender que la crisis y la desazón no terminarán si no se comprenden los fundamentos para su canalización, y eso es un trabajo que, si bien la Convención ha tomado, tiene que ir más allá de esta, y de ello dependemos de una pluralidad de opiniones, en las que ustedes tienen cabida si son espíritus libres conscientes de su situación.

Y es que un verdadero espíritu libre reconoce las falencias que uno ha tenido, así como las opiniones adversas en el ejercicio pleno y autónomo del conocimiento propio. Me es triste ver que personas como Cristian Warnken y quienes lo rodean obvien ciertos asuntos sin reconocer errores, pero sé que la militancia “amarilla” que ustedes han de componer aún tiene la chance de evitar dicho rumbo.

La luz del diálogo y la razón nos llevó al fin de la dictadura, a pesar de lo que se tuvo que ceder y desistir, entendible bajo la mirada que Impera sobre dicha historia. Pero esa luz no fue lo suficientemente brillante en los momentos en donde la gente solicitaba diálogo sin que existiese ya una razón plausible para negarse, y se les entregó una respuesta incoherente o de plano no se respondió. Este fue el rumbo que condenó al liderazgo “amarillista” en su tiempo y que nos derivó al conflicto y al desentendimiento.

El poder absorbe. Corrompe. Pero si en ustedes impera esa luz de diálogo, que está realmente dispuesta a enfrentar al leviatán sin cabeza y no defenderse eternamente de él, no con una espada, sino que mirando el sustento en su interior, para intentar guiarlo a la paz y al descanso, reconociendo las virtudes y falencias en ambos, entonces podrán ganar la batalla con decisión. Pues no basta la unidad del pueblo, sino que también se necesita la solidaridad de sus dirigentes, para garantizar la grandeza de una nación.

Sebastián Sandoval
Alumno de la Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales.