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El modelo masculino en el Bicentenario de Chile

Publicado: 09.03.2022

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“El modelo masculino ya no sirve. Sigo viendo manifestaciones de mujeres en la calle. Ellas saben lo que quieren, es decir, no ser humilladas, cosificadas, despreciadas, asesinadas” (José Saramago, 8 de marzo de 2009, El cuaderno). Cuando nos acercábamos al terremoteado Bicentenario, el modelo masculino ya no servía, escribió José Saramago. Sin embargo, estuvimos por entonces sometidos a ese arquetipo. En 2009 conocimos una película (Teresa, de Tatiana Gaviola) sobre Teresa Wilms Montt, víctima del orden patriarcal de principios del siglo XX. Teresa quedó sellada por la violencia de Luz Victoria Montt Montt, su madre, bisnieta del dictador Manuel Montt. Al fin la joven se suicida a los 28 años de edad en 1921.

La Editorial Santillana publicó en 2007 un manual de historia de Chile, “síntesis conceptual de los contenidos mínimos de la Educación Media”. El libro presentó 47 protagonistas de la historia nacional, donde había sólo 5 mujeres. Ellos, casi todos, identificados con la cúpula del poder político. Las mujeres, tres exitosas profesionales. Las otras dos, con mayor cariz rural y mestizo, se las destacó por la índole trágica de sus vidas privadas: Gabriela Mistral y Violeta Parra. Mistral y su amor por ‘Romeo’ (?) Ureta: “Su vida quedó profundamente marcada debido a que, en 1909, él se suicidó”. “Violeta siempre fue muy sensible al mundo y a la existencia. Tal vez eso y la muerte de su hija la llevaron al suicidio”. Eso decía el “manual”. Gabriela no habla con su propia voz. Sólo se enumeran los títulos de sus obras. Y que el rey de Suecia le entrega el Premio Nobel. Violeta es la cenicienta que asciende del campo chileno al reconocimiento oficial en Francia.

El Mercurio, junto a las Instituciones Santo Tomás, publicó también, en 2007 (Chilenos del Bicentenario), una selección de 32 biografías chilenas, donde había sólo 3 mujeres: Gabriela Mistral, Violeta Parra y Santa Teresa de los Andes. ¿Cómo aparece Gabriela en su identidad de género? Llama la atención el protagonismo permanente de los varones en su vida. Ellos son sus consejeros: Pedro Aguirre Cerda, Carlos Errázuriz, Jacques Maritain. Los poderosos la acompañan: el presidente Barros Luco en los Juegos Florales de 1914, el presidente Harry Truman la recibe en la Casa Blanca. Cuando el joven Roberto Matta descubre su personalidad mágica y le declara su amor, El Mercurio recuerda la respuesta tajante: “Ya, no sea ridículo”. Sin razón, ¿o para decretar su castidad?, se dice que Gabriela fue “monja” (?) de la Tercera Orden Franciscana. ¿Cómo se muestra a Violeta? Al igual que Mistral, los varones la sostienen institucionalmente: Raúl Aicardi, David Stichkin, Rubén Nouzeilles, Paul Rivet. No se destaca el protagonismo de Clarisa Sandoval, su madre, ni se nombra a sus amigas cantoras Rosa Lorca, María Painén, entre tantas. Siguiendo una mirada patriarcal, Violeta queda asociada al “dolor esencial”. ¿Cómo se narra a Santa Teresa de los Andes, o Juana Fernández? Todo el rato aparece su abuelo y su padre, grandes empresarios agrícolas del valle Central. Para relacionarla, sin haber para qué, con la historia del poder político la acompañan imágenes de Enrique Mac Iver, Ramón Barros Luco, Juan Luis Sanfuentes. Hasta la experiencia mística es un contrapunto entre Dios y el demonio, eterna oposición de sello masculino.

En 2007 Canal 13 transmitió una serie histórica consagrada al Bicentenario, Héroes: la gloria tiene su precio: el patriarcado omnipresente en seis figuras masculinas del siglo XIX. Las mujeres viven en función de los héroes. Bernardo O´Higgins vive acompañado de mujeres que encarnan las opciones opuestas ante su estilo patriarcal. Mientras su madre lo confirma en su delirio de grandeza, su amante le enrostra su índole despótica y machista (O’Higgins, vivir para merecer su nombre). Diego Portales es el patriarca neto, déspota con el pueblo y con su amante Constanza. Su imagen está presidida, en el ámbito público y privado, por la muerte; un personaje sarcástico, torturado y torturador (Portales, la fuerza de los hechos). José Manuel Balmaceda es una víctima fatal de la prepotencia masculina de sus avasalladores adversarios: el empresario North, los políticos Ramón Barros Luco, Julio Zegers, Carlos Walker, el comandante Jorge Montt, la jerarquía católica. Su destino es el suicidio (Balmaceda, la mirada de un patriota).

La industria del conocimiento histórico oficial en Chile -textos escolares, cinematografía comercial, series de televisión- impuso para el Bicentenario el modelo masculino que ya no servía, como dijera Saramago. La memoria de la República estuvo presidida por la hegemonía elitista y machista. Afortunadamente, la década que empezaría recorrerá otro camino. No sólo políticamente democratizador, mediante la recuperación del derecho del pueblo de Chile a su libre determinación desde las revueltas de 2011, sino culturalmente desafiante ante el estallido ético del movimiento feminista mundial. Empezaba la crisis de la historia y de la historiografía patriarcal desmantelando institucionalidades clásicas y neoclásicas. El androcentrismo colonial empezó a desmoronarse dentro y fuera de Chile.  

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