Publicidad

Claves para entender el movimiento antivacuna

Publicado: 06.04.2022

Publicidad

No es una organización como tal ni tampoco la creó Dr. File o Miguel Bosé: en los últimos 200 años ha existido oposición a las vacunas ya sea por culto, religión, ideología, miedo o derechamente porque atenta contra la libertad individual.

Uno de los casos más famosos fue, en el año 1998, cuando la revista médica británica Lancelot publica un estudio donde relaciona la vacuna triple contra el sarampión, rubéola y parotiditis con el autismo y, a pesar de que posteriormente se corroboró que los datos del estudio y las conclusiones eran falsas o que el autor principal de dicho estudio fuese expulsado del Colegio Médico británico, han sido miles las familias que se niegan a vacunar a sus hijos en base a esta creencia; incluso figuras tan importantes a nivel mundial como el ex Presidente de los Estados Unidos Donald Trump no están exentas.

Si bien podemos considerar que esta posición siempre ha existido en la época contemporánea, hoy el movimiento antivacunas tiene un apellido: la plandemia. ¿Cuáles son sus argumentos más recurrentes hoy? Los veremos a continuación.

Los argumentos en contra de las vacunas

Entonces, ¿tienen razón?

Los argumentos antes expuestos tienen base en la realidad y, si en algo tienen razón, es en que debemos cuestionar y reflexionar sobre cómo suceden estos eventos tan importantes para nuestra vida como lo es enfrentar una pandemia mundial. Es cierto que existen casos donde las personas inoculadas han tenido consecuencias gravísimas para su salud. Sin embargo, también es cierto que en una determinada población vacunada la cantidad de enfermos de gravedad y muertos es muy inferior respecto a una población que sí lo está. Por lo tanto, la vacuna no es una panacea sino una herramienta que estadísticamente reduce la gravedad de los síntomas y la mortalidad a la mayoría de la población inoculada, y ese es su principal logro: las vacunas sí salvan vidas, pero lamentablemente no todas.

En un contexto de crisis sanitaria, lo importante es mantener a la mayor cantidad de personas sanas, vivas y no colapsar el sistema de salud, pues no toda la infraestructura está destinada a casos de Covid, ni debería. Y si la vacuna ya existe, y es posible vacunar a todas las personas para reducir los casos críticos y fatales, ¿por qué no tener una vacunación obligatoria? Enfermedades tristemente tan comunes como el cáncer, respiratorias y cardiovasculares siguen ahí y lamentablemente no tienen una prevención equivalente a la que tiene el Covid. La libertad no sirve de nada si estás postrado en una cama o muerto para poder disfrutarla. Tan importante como lo es la libertad positiva lo es la libertad negativa, que es la libertad que vamos a ceder para que toda la sociedad tenga un mejor vivir.

También es cierto que los más ricos son aún más ricos y que han sido las empresas familiares y las personas quienes se han visto perjudicadas. Sin embargo, la globalización es el contexto con el cual se rige el flujo de capitales en el mundo, y también ha permitido que la información sobre el Covid se comparta a una velocidad inusitada, así como la rápida logística para suministrar vacunas. Esto no niega que estamos en un sistema en donde existen explotadores y explotados y toda una maquinaria ideológica que justifica esta forma de vivir, una de ellas el consumismo.

En ese sentido, no es una conspiración secreta que por medio de las vacunas buscan hacernos más dóciles al sistema, sino un explícito interés de clase entre las burguesías de todo el mundo de tener negocios exitosos y prósperos para ellos, empleando los medios de comunicación, educación formal, religión para justificar este des-orden social.

Palabras finales

La frase “Hemos tomado decisiones en base a la evidencia científica” se ha usado de manera poco honesta e hipócrita, porque resulta que sí es una decisión política pero camuflada. Es importante educar y enseñar cuáles son los límites de la ciencia y, pasado ese límite, se usa la política, y no está mal que sea así, aunque sea impopular decirlo.

Sí está mal que sean pocas las instancias para hacer política por parte del pueblo, el cual está cordialmente invitado sólo a la fiesta del sufragio; lo que podemos definir como un estado democrático de baja intensidad. El pueblo tiene el derecho y el deber de hacer política, ya sea en colegios, universidades, espacios de trabajo y donde vivimos, y discutir esos temas tan importantes y trascendentales y que lo que se decida no sea efímero o anecdótico, sino que tenga un peso real. Porque cuando no tienes cómo hacer política lo único que le queda al pueblo es la protesta.

Esto tampoco es una invitación para que, a las personas que no están de acuerdo con el “sentido común”, marginarlos, o a que tratemos como borregos a quienes están alineados con los dictámenes de las autoridades y la institucionalidad en general.

La ciencia no es una verdad absoluta y, aun con todos los avances que hemos tenido, no podemos curar todas las enfermedades, pero no por aceptar esto vamos correr a los brazos de alternativas pseudocientíficas, las cuales hay que enfrentar en todos los debates que sea necesario.

La libertad es una definición más amplia que la justificación del egoísmo y la apatía. No existe una plandemia: existen clases sociales enfrentadas, desigualdad, injusticia y explotación en todos los rincones del mundo, con condiciones agravadas producto de la pandemia.

Publicidad
Contenido relacionado

¿Comercio y derechos humanos? Basta de Rusia, ojo con China

Emociones y conectividad en nuestras escuelas

Publicidad