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La izquierda sin «telos» (II): Una tesis para cambiar la realidad

Por: Matías Kahn | Publicado: 18.04.2022
La izquierda sin «telos» (II): Una tesis para cambiar la realidad |
Si la izquierda sigue en esta debacle ideológica política hacia el liberalismo, estamos destinados al fracaso. En cambio, si la izquierda se asume como post-liberal, tenemos un mundo por cambiar.

La izquierda está en una crisis desde hace años. No me refiero a la crisis de la izquierda chilena actual, sino a una patología política global de ya varias décadas, que la caída del Muro de Berlín sólo agudizó. Si el socialismo era una alternativa ideológica mucho más válida en el pasado, hoy es sólo un discurso. Y la razón yace en un proceso de “liberalización” que, sutilmente, transformó el contenido esencial de “izquierda” en una suerte de ilusión meramente simbólica.

Steven Lukes, sociólogo inglés que ha trabajado los conceptos del poder y las dicotomías políticas del siglo XX en detalle, desarrolló una acertada concepción de “izquierda”. Para él, la famosa división entre izquierda y derecha, que emerge en la Revolución Francesa, termina por escindir la política moderna de modo definitivo a través del quiebre entre lo “rectificador” y lo “conservador”. La izquierda está caracterizada, como sus primeros representantes históricos, por el principio de rectificación. A grandes rasgos, este principio se traduce en la tendencia de los movimientos de izquierda a observar el status quo, determinar sus arbitrariedades en la distribución del poder y, finalmente, desarrollar praxis políticas capaces de rectificar las injusticias producidas por este.

Si en un comienzo fue el Viejo Régimen monárquico el objeto de la crítica de los republicanos primigenios, posteriormente sería el orden capitalista burgués el objeto de la crítica del marxismo. ¿Cuál es hoy el status quo? ¿Qué es lo que la izquierda debe rectificar? La gran victoria de la derecha no se encuentra en su imposición del neoliberalismo en Occidente desde los 80 y los 90, sino en un juego aún más profundo, que tiene su origen en las dinámicas del poder que Lukes también discierne en Poder, su libro más conocido: el poder no es imposición concreta, sino imposición de los límites de lo discutible y lo posible. Iría un poco más lejos y diría que, de hecho, no es la derecha la que ha ganado, sino aquello que la “posee” del mismo modo que a la izquierda.

Toda sociedad moderna (y recordemos que el concepto de sociedad en sí es una característica propiamente afianzada en los Estados modernos) está constituida en base a ciertos presupuestos básicos de orden ontológico, antropológico, económico, jurídico e institucional. Estos presupuestos están arraigados en el imaginario colectivo de tal modo que difícilmente podemos vislumbrar siquiera alternativas fuera de ellos. Me refiero a lo que podemos denominar doxa liberal, rescatando la nomenclatura sociológica de Pierre Bourdieu. Una doxa es un paradigma social inescapable mantenido por los hábitos más repetidos y perpetuados de una sociedad. Hábitos físicos, discursivos, psicológicos, relacionales, etc.

Una doxa no es simplemente una ideología en términos marxistas o gramscianos, sino algo que trasciende dichas categorías. Una doxa es capaz de colocar los límites epistémicos de lo concebible en una sociedad, de modo que tanto lo “ortodoxo” como lo “heterodoxo”, por más original y crítico que parezca ser, difícilmente puede huir de las fronteras epistémicas en cuestión.

Si bien este parece ser un asunto digno de discusión mucho más sofisticada, me parece correcto plantear este lenguaje simple como una base para discutir el problema de fondo de la izquierda actual; otras palabras parecen estar mucho más empañadas por la doxa, de modo que es más complicado emplearlas coherentemente. “Ideología” es, hoy, la palabra y herramienta crítica más mancillada de la que la izquierda puede gozar. En ese sentido, doxa me parece un concepto aún disponible y limpio para su uso en debates políticos.

Sin entrar a cuestiones cuya complejidad no puedo abordar detalladamente aquí, me gustaría plantear algunas ideas a modo de “tesis” para describir y plantear el modo de superación de los problemas de la izquierda actual.

  1. El liberalismo ganó, no sólo a través de su traducción institucional sino, más aún, a través de su instauración como doxa y habitus —hábito permanente e inconsciente.
  2. Las ortodoxias de la izquierda fueron deslegitimadas y asumidas como fracasos; las heterodoxias filosóficas que desarrolló la izquierda durante el último tercio del siglo XX no han hecho más que adaptar a la izquierda a la doxa liberal, agudizando su modus vivendi como convivencia agresiva perpetua.
  3. El giro posmoderno y lingüístico de la izquierda, inspirado sobre todo en la filosofía francesa post-68, ha delimitado el campo de la política al discurso, y el populismo como praxis a la contingencia electoral, creando conflictos simbólicos inmanentes a los que la epistemología que les da origen no logra (ni podrá) responder.
  4. Este giro ha llevado a la creación de nuevas nomenclaturas políticas que radicalizan los elementos esenciales del liberalismo, a saber: individuo, autonomía, libertad negativa y contrato. Esta nueva nomenclatura responde a una ontología inestable que no es más que la última iteración del nominalismo moderno: el “nominalismo emotivo”.
  5. El mercado capitalista se ha fortalecido gracias a las demandas producidas por la izquierda posmoderna, respondiendo a ellas a través de adaptaciones contingentes que se constituyen a sí mismas (ante la carencia de certezas ontológicas de la izquierda) como la respuesta aparentemente más eficiente en base al principio de utilidad.
  6. La deconstrucción, como herramienta analítica, tiene la limitante primordial de la subjetivación de lo rectificable, llevando a la izquierda a tener un rol inmanente ante la constante fluctuación de intereses individuales que buscan su universalización discursiva.
  7. Las alternativas de volver a los discursos modernos o al marxismo son sencillamente insuficientes, debido a que se las adapta a las nuevas condiciones subjetivas postmodernas que la doxa liberal sustenta a través de sus habitus.
  8. La base común de la modernidad, el marxismo y la posmodernidad es el foco en el sujeto autónomo como agente de decisiones fundadas en observaciones limitadas a lo material o natural. La pérdida de certezas trascendentes sujeta la ética y la práctica de la izquierda a un realismo político perverso de raigambre maquiavélica, reduciendo la virtud a la habilidad de navegar lo contingente creando narrativas heroicas que se fundan en el mero pragmatismo. El héroe cínico es el héroe de la política posmoderna.
  9. La epistemología y ontología modernas son ineludibles en todo discurso heredero del proceso de secularización de Occidente, y la negación de valores trascendentes propia del nominalismo ontológico es la herramienta máxima del desarrollo del capitalismo debido a su inevitable relación con el utilitarismo y formas de consecuencialismo inestables.
  10. En la actualidad, sólo 2 tesis políticas pueden emerger de este paradigma nominalista: un utilitarismo científico evolucionista o un categorismo emotivo nihilista.
  11. El retorno a un realismo ontológico es la esperanza y fuente única de construcción de una ética política coherente y capaz de quebrar los habitus liberales (la doxa), moldeando nuevos hábitos concretos que trasciendan los límites de la doxa liberal, sin derivar en las 2 patologías del punto anterior.
  12. Para trascender la doxa liberal la izquierda debe asumir en su seno: una postura descriptivo-política realista (mas no una postura normativa-política realista), un ímpetu adóxico, una ética fundada en una ontología realista, una noción comunitarista y socialista de la organización colectiva, una antropología integral (ni hobbiana ni rousseana), una dinámica de intercambio no contractualista, sino sustentada en la liberalidad (el regalo como núcleo relacional) que, en su conjunto, den lugar a una política prescriptiva coherente, un telos: un quehacer y donde ir.
  13. Hoy, la única filosofía política que, en Occidente, logra aunar todos estos elementos es el socialismo cristiano en varias de sus ramas. No se constituye como una tercera vía para operar en el poder del Estado, sino como una alternativa para superar la noción dóxica del Estado-nación moderno, rescatando una societas post-liberal que trasciende la modernidad en su conjunto.
  14. El marxismo contó con una escatología política, mas no con una antropología integral debido a sus límites materialistas. Si el marxismo fue una profecía que nunca se cumplió, siempre estuvo por cumplirse. En cambio, el cristianismo es una profecía que se cumple a través de la comunión como base teleológica; no es “preparación para la historia”, sino “reconciliación ahistórica entre lo finito y lo infinito” a través de la comunión, donde el Reino ya está presente como praxis. Nuestro Mesías ya vino, nosotros caminos hacia el Reino: nuestra revolución, nuestro amor, son permanentes y eficaces.
  15. La izquierda solo superará su crisis y ambigüedad liberal si abandona la ontología moderna y el emotivismo nihilista posmoderno.

Si la izquierda sigue en esta debacle ideológica política hacia el liberalismo, estamos destinados al fracaso. En cambio, si la izquierda se asume como post-liberal, tenemos un mundo por cambiar.

Matías Kahn
Vocero nacional de las Juventudes de la Izquierda Cristiana. Director de “Fe y Polis”.