Avisos Legales
Opinión

La integración regional es posible, pero hay que tomar la iniciativa

Por: Eduardo Santos | Publicado: 08.05.2022
La integración regional es posible, pero hay que tomar la iniciativa |
La creación de un mercado común agrícola y alimentario facilitaría el acceso a las fuentes de alimentos, y nos acercaría a la “seguridad” y “soberanía alimentaria”.

Hoy están dadas las condiciones para avanzar en la integración regional, pero se requiere liderazgo, visión de largo plazo y la voluntad para lograrlo. La globalización es cuestionada, China propone un nuevo orden, Europa y Estados Unidos reevalúan su Alianza Atlántica, y las grandes empresas consideran reubicarse, como una manera de responder a la desconexión de las cadenas globales de abastecimiento causada por la pandemia y la guerra en Europa. Y nosotros seguimos esperando que la Constituyente concluya su trabajo para decidir qué camino seguiremos en la recomposición del orden internacional, quiénes serán nuestros aliados estratégicos, cómo evaluaremos los acuerdos comerciales y qué haremos con el TPP-11. Todos estos temas son relevantes y no deberíamos seguir a la espera.

En estas líneas, quisiera reiterar mis argumentos acerca de la posibilidad real que tenemos para avanzar en la integración económica regional. No estoy “inventando la pólvora”. Ya lo hemos venido intentando desde los años 60 con la ALALC (hoy ALADI), la Comunidad Andina y el Acuerdo de Cartagena (1969), a través del Área de Libre Comercio de las América (ALCA, 1994-2005) y la Alianza del Pacífico (2011/2012). Intentos todos de muy diferente naturaleza y alcances, y con variada suerte. Y sin éxito en materia de integración.

Sin duda, la ALADI ha contribuido al proceso de apertura comercial en la región, pero la integración económica no avanza. Muchos hemos privilegiado -por ahora- competir por acuerdos comerciales con los países desarrollados en Europa, Norteamérica, y últimamente Asia y China, países que necesitan abundantes materias primas y recursos naturales baratos y -al mismo tiempo- exportar sus manufacturas. Y que, en muchos casos, también protegen su agricultura. Este es el modelo de integración a la economía mundial que hemos aceptado. En algunos casos, lo hemos privilegiado y en otros nos lo han impuesto. En Chile, lo hicimos “por la nuestra”, unilateralmente.

Desde hace ya algunos años, China desafía el orden preestablecido y -en respuesta a la crisis Subprime de 2008- lanzó su iniciativa de las “Rutas de la Seda”, intentando primero integrar a países del Asia interior, el Medio Oriente y algo de Europa, luego de África y de América Latina.

La pandemia del Covid y la guerra en Ucrania han dejado al descubierto las debilidades del orden global actual y los embates que sufre la globalización. Y nosotros, aun considerando el rumbo que podríamos tomar, pero las presiones sobre la Administración Boric -sutiles y otras no tanto- se acentúan. Algunas semanas atrás “se le cayó el cassette” al embajador de China. Recientemente, dos de los últimos responsables de las relaciones económicas internacionales de Chile parecen insistir –vía El Mercurio– en seguir la ruta actual. Y ahora, un representante de la Unión Europea vino a Chile a repasar el rayado de cancha y a asegurar la pronta revisión del Acuerdo de Asociación. Por mi parte, reitero la necesidad de intentar la ruta de la integración regional, opción que no es mencionada en los pocos aportes a la discusión de nuestra política comercial. Pero, se insiste en las bondades de los TLC actuales. ¿Persistiremos en el modelo actual?

Reitero: los desafíos que enfrenta la globalización y el reposicionamiento de las potencias mundiales abren oportunidades únicas a nuestros países para repensar su forma de integración a la economía global. Chile ya tiene TLC con todos los países de América del Sur y el intercambio de productos agroalimentarios es prácticamente libre, pero podemos perfeccionarlo y facilitar el intercambio comercial, así como la cooperación e integración económica regional.

¿Por qué debería Chile tomar la iniciativa en un proyecto de esta naturaleza?

En palabras simples, porque la integración regional beneficiaría a Chile y es, además, parte del Programa Presidencial del candidato Boric. Proponer la integración regional, centrándose en el sector agrícola y alimentario, permitiría avanzar -con altas probabilidades de éxito- en varios objetivos del Programa de Gobierno como, por ejemplo, en aspectos medioambientales, la integración de las Pymes rurales y de la Agricultura Familiar Campesina a las cadenas de comercialización y exportaciones, y mejorar las condiciones de vida de la población más pobre. Permitiría también la integración de las regiones al proceso de desarrollo. Por último, facilitaría el cumplimiento de los objetivos de “seguridad” y “soberanía” alimentaria. Dado que el sector agroalimentario es la actividad económica con la mayor cobertura regional, y el intercambio comercial resultante es el de mayor porcentaje relativo al interior de la región, facilitaría la cooperación internacional y aseguraría un mayor impacto inicial.

Y, en este marco, podremos intentar dar el paso siguiente para la creación de un “Mercado Común Agroalimentario de América del Sur” y avanzar en el proceso de integración regional. Después de todo, la Unión Europea empezó hace más de 70 años con la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, que luego dio paso a la Comunidad Económica, a la Política Agrícola Común y a la Unión Europea de hoy.

Al respecto, nos permitimos recordar que durante el periodo 2017-2020 los países miembros de la ALADI importaron -en promedio- un total aproximado de 890,699 millones de dólares, y sólo un 8% de esto correspondió a productos agrícolas y alimentos (unos 71,944 millones de dólares). A su vez, al interior de la ALADI estas compras alcanzaron en promedio, a 26,096 millones de dólares, cifra que representa más del 36% del total de las compras de productos agrícolas y alimentos realizadas al mundo, y más del 21% de los envíos totales al interior de la ALADI. En el caso de algunos productos, este porcentaje es bastante más alto. Más importantes aún, con la sola excepción de Colombia (34%), todos los países de América del Sur compran mayoritariamente sus productos agroalimentarios al interior de la región: Argentina (76%); Bolivia (84%); Brasil (53%), Chile (59%), Ecuador (57%); Paraguay (83%), Perú (52%) y Uruguay (79%).

Así las cosas, ¿es posible darle un nuevo impulso al comercio agroalimentario intrarregional? Por cierto, pues hay espacio para diversas mejoras, ya que aún existen barreras paraarancelarias que se aplican a este comercio, como son las normas sanitarias y fitosanitarias que protegen los sistemas agroalimentarios de pestes y enfermedades foráneas. Estas barreras no son fáciles de eliminar, pero como parte de la negociación podremos cooperar para mejorar la condición sanitaria, erradicar pestes y enfermedades, acelerar los procesos de autorización de ingreso y así facilitar el acceso a los mercados.

También, deberemos avanzar en la estandarización y armonización de normas y estándares técnicos como, por ejemplo, las de higiene e inocuidad de los alimentos, rotulado, estándares de identidad y calidad, y certificaciones varias, incluyendo productos naturales y orgánicos.

Con la mayor apertura de los mercados regionales y la facilitación del comercio, se crearían las bases para un mercado común. Sin embargo, para alcanzar dicho estatus, el “mercado libre agroalimentario” debe incorporar atributos que permitan alcanzar niveles más avanzados de integración y cooperación en áreas de interés regional, como son la mitigación de la crisis climática y la protección del medioambiente; promoción del desarrollo rural; protección de los trabajadores(as), incluyendo los trabajadores migrantes y las mujeres campesinas; desarrollo, captura y uso de nuevas tecnologías; el desarrollo y promoción del comercio regional; y bienestar animal, entre otros.

En cuanto a “seguridad” y “soberanía alimentaria”, cabe destacar que durante el periodo de 2017-2020 los miembros de la ALADI exportaron al mundo, productos agrícolas y alimentos por un valor promedio de 212,760 millones de dólares, superando en tres veces el valor de las importaciones. Así, excepto en el caso de los productos lácteos, la ALADI puede ser considerada -por lejos- autosuficiente en todos los principales alimentos, incluyendo alimentos procesados. Todo esto también es válido para Sudamérica. Por ello, la creación de un mercado común agrícola y alimentario facilitaría el acceso a las fuentes de alimentos, y nos acercaría a la “seguridad” y “soberanía alimentaria”.

Y, por último, no podemos dejar de mencionar a las Pymes agrícolas y alimentarias, y la muy “debilucha” institucionalidad actual que debería respaldarlas en sus procesos de desarrollo y acceso a los mercados. El proyecto de integración permitiría negociar y desarrollar, a nivel regional, una institucionalidad que sea adecuada a las necesidades de las Pymes rurales, para que realmente puedan acceder y permanecer exitosamente en el mercado internacional: una “Ventana Única de Exportadores Pymes”. Esta “ventana” debería entregar, entre otras, información sobre desarrollo y capacitación para la exportación, proyectos de asociatividad, mercadeo, logística y financiamiento para la exportación. Además, en colaboración con los países participantes, la “ventana” facilitaría el ingreso a nuevos mercados, incluyendo la entrega de información de nuevas oportunidades y empresas importadoras, y los contactos correspondientes.

Eduardo Santos
Doctor de la Universidad de Sussex. Experto en negociaciones comerciales y el comercio agrícola.