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Opinión

El poder de pensar

Por: Ignacio Moya Arriagada | Publicado: 10.07.2022
El poder de pensar |
Votar Apruebo no es sólo votar por una buena Constitución democrática. Es también votar por la justicia epistémica. Un voto Apruebo es un voto a las virtudes epistémicas de aquellos que han sido históricamente silenciados. Es decirle a la élite que ellos no saben más que los otros lo que es mejor para Chile; que no son los únicos que pueden imaginar y proponer un futuro distinto.

Al parecer los que piensan votar Rechazo en el próximo plebiscito lo harán porque dicen que esta propuesta es mala. Los que vamos a votar Apruebo (me incluyo) lo haremos porque pensamos que esta propuesta es buena. La discusión, entonces, parece girar en torno a la calidad de la propuesta. Algo de esto hay. Es decir, en ciertos círculos hay efectivamente un debate académico, técnico y jurídico en torno a la propuesta. Y en esos debates, las apreciaciones están divididas. No podría ser de otra forma. La academia florece en esos desacuerdos.

Sin embargo, y este es el punto principal que quiero argumentar aquí, si nos alejamos de los círculos académicos lo cierto es que el debate constitucional es otro. No se está realmente debatiendo el valor de la propuesta. Aunque así se presente en todos los medios, eso no es más que una pantalla. Y es hora de que se vaya sincerando qué es lo que realmente se discute.

Poder. Lo que se discute, lo que está en juego es el poder, pero no ese poder evidente que se ejerce a través de la fuerza. Tampoco está en juego (al menos no directamente) el poder económico o el de los medios. El poder que está en juego es el poder de hablar. Lo que está en juego es quién puede deliberar, quién puede proponer, quién define los límites de lo posible y quién nos representa. Y, más importante aún, lo que está en juego es el poder epistémico. Es decir, quiénes son los que poseen conocimiento, quiénes son los que saben lo que es mejor para Chile y quiénes son los que pueden ofrecerle al país nuevas posibilidades. Hasta ahora los únicos que han gozado de ese privilegio, los únicos que han tenido el poder de hablar por el país han sido los mismos que han gozado de incontables privilegios sociales, los mismos que han tenido el poder político y económico. Esos pocos, la élite, ha crecido y está acostumbrada a hablarnos al resto desde sus alturas.

Desde un lugar que el filósofo estadounidense José Medina llama “arrogancia epistémica”, la élite chilena ha estado acostumbrada a hablar desde una supuesta superioridad cognitiva. Ellos son los que han sabido qué es mejor para Chile, qué se puede o no se puede hacer. Y ese poder epistémico no ha encontrado resistencia, o al menos una resistencia seria, hasta ahora; ahora que hay una propuesta constitucional que se le ofrece al país y donde la elite ha tenido muy poco que aportar.

Medina dice que un aspecto importante de esta arrogancia epistémica es justamente crecer en un entorno donde mandar, dirigir y decidir son actividades que se realizan sin mayor oposición. Gobernar sin resistencia. Y crecer con una autoridad cognitiva que nadie disputa seriamente es crecer creyendo que uno siempre sabe, que uno siempre sabe qué es mejor, qué es realista y qué es pura utopía o fantasía. Es decir, definir la realidad. Este es un tremendo poder. Y es precisamente este poder que hoy está en disputa.

Por esto los respaldos de la élite nacional no están repartidos equitativamente entre el Apruebo y el Rechazo, cosa que uno esperaría si hubiera un legítimo desacuerdo en torno a la calidad “técnica” de la propuesta. Entre la clase política dirigente, los poderes económicos y la élite en general hay una manifiesta mayoría que va por el Rechazo. Aunque el Apruebo no goza de un apoyo transversal entre la élite, el Rechazo sí lo tiene. Este apoyo incluye, cómo no, a toda la derecha, pasa por los Amarillos por Chile y llega hasta figuras de la ex Concertación. El abanico es amplio. En esto tienen razón algunos personeros de derecha cuando dicen que el Rechazo ya no es algo circunscrito a su sector político. Es verdad: el Rechazo permea amplios sectores políticos y esto incluye a dirigentes de centroizquierda porque el Rechazo es la defensa de la élite, es su forma de oponerse a estas nuevas voces, nuevas perspectivas y nuevas propuestas que se le ofrecen al país. 

Al final, todo esto se trata de quién puede hablar por nosotros. La élite está acostumbrada a hacer eso. Creen que es su derecho, que es lo que les corresponde. Y más: creen que existen para eso, que para eso estudiaron en los mejores colegios y que fueron preparados para dirigir; para hablarnos, decirnos qué es “bueno” o “malo” e incluso proponer proyectos al país. Para el que quiera ver, es bastante claro que cuando el Rechazo habla de una “casa para todos” o de presentar una mejor propuesta que nos una, están defendiendo el poder de proponer. Un poder que, hasta ahora, han usado casi impunemente.

Por eso votar Apruebo no es sólo votar por una buena Constitución o una Constitución democrática. Es, también, votar por la justicia epistémica. Un voto Apruebo es un voto de reconocimiento hacia las virtudes epistémicas de aquellos que han sido históricamente silenciados. Es decirle a la élite directamente que ellos no saben lo que es mejor para Chile; que no saben más que los otros y que no son los únicos que pueden imaginar y proponer al país un futuro distinto.

Ignacio Moya Arriagada
PhD. (c) en Filosofía.