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Opinión

Hacia una pedagogía de la ciudad

Por: Marcelo Mardones | Publicado: 17.07.2022
Hacia una pedagogía de la ciudad Barrio República |
Explorar en las calles nuevas posibilidades de educación, convertir a los palacetes en pizarras, dar a los celulares la posibilidad de convertirse en herramientas pedagógicas. Caminar, quizás, no sea tan mala idea.

Hace unos meses, la Escuela de Historia de la Universidad Diego Portales me propuso una idea que me pareció interesante, sobre todo porque apelaba a un tema de atención para mi trabajo de hace más de una década: la ciudad. Al retomar el presente marzo las actividades académicas, tras la pandemia y sus extensas cuarentenas, un creciente problema de seguridad comenzó a resaltar en el barrio República, donde están ubicadas las dependencias de diversas universidades y otras instituciones educacionales, entre ellas, la Portales.

Robos, denuncias de acoso sexual, venta de drogas y comercio informal invasivo. Hechos en aumento, que afectaban directamente a un espacio público resentido por los efectos de la crisis social del 2019 y la crisis sanitaria impuesta por el Covid-19. Medios y autoridades parecían coincidir en una solución al problema centrada en una mayor presencia de carabineros y guardias municipales en las calles del sector, además de planes de control territorial específicos para el barrio. A la fecha, salvo casos esporádicos, República parece haber retomado el orden público del lugar.

La crisis del espacio público que se manifestó en el barrio no era muy distinta a la que venía experimentando la ciudad en general en sus áreas centrales, municipios aledaños y para qué mencionar los guetos periféricos, donde el problema es permanente. Y, muchas veces, las respuestas hacia estas tensiones no pasan exclusivamente por la administración de la fuerza estatal, sino también de pequeños compromisos de quienes habitamos el territorio, en este caso particular, aquel donde trabajamos.

Para concretar la idea, se contactó a la Municipalidad de Santiago y, a través de su Departamento de Educación, se le ofreció la posibilidad de organizar una ruta temática por el barrio República para los establecimientos de educación pública básica y secundaria ubicados en el sector. Cinco colegios y liceos se interesaron por implementar el programa: las escuelas República de Colombia y República de Ecuador, y los liceos Darío Salas, Isaura Dinator y Miguel de Cervantes.

En los hechos, se propusieron tres actividades: lo primero, charlas sobre historia del barrio, su conformación y cambios en sus más de 150 años, exponiendo además su relación con una ciudad en transformación continua y acelerada durante el mismo periodo. En segundo lugar, una ruta a pie que, partiendo por calle Ejército, bajara hasta Blanco Encalada y desde ahí siguiera a la derecha hasta subir por República, realizando una suerte de herradura por el barrio. Finalmente, los cursos debían durante el trayecto aprovechar de tomar fotos con sus celulares a aquellos edificios, espacios, objetos u situaciones que captaran su atención, ya sea por efecto de la charla o por su exclusivo interés.

Aunque la propuesta se construyó inicialmente tomando por elementos de interés la arquitectura patrimonial del sector, especialmente aquella relacionada a la ciudad oligárquica levantada por la élite desde la segunda mitad del siglo XIX, manifestada en viviendas y construcciones eclesiásticas tan notables como el Palacio Piwonka y/o la Parroquia de San Lázaro, pronto la ciudad comenzó a proponer otras materias.

En su recorrido, la ruta no sólo se encontraba con edificios de alto valor arquitectónico, sino también con múltiples obras en construcción de viviendas o espacios comerciales, lo que daba cuenta del constante proceso de renovación que vive el barrio y en general una ciudad como Santiago. Espacios habitacionales precarios habilitados en antiguas casonas derruidas, departamentos en altura, antiguos cités: formas de habitar que conviven entre ellas y que enseñaban tanto no sólo de la ciudad antigua, sino también de la presente.

Hacer notar estas convivencias en el barrio motivaban tanto la atención de alumnas y alumnos que, a ratos, hacían olvidar el impacto de los palacetes restaurados; algo similar ocurría al llegar a la remodelación República y observar la escala y diseño de su imponente edificación moderna, que pese al contraste con el resto del sector lograba aparecer armónica. O también cuando pasábamos por las hermosas casas del arquitecto Smith Solar, las que en su belleza ocultaron centros de detención y torturas durante la dictadura.

La ciudad se mostró de este modo como algo más que la suma de edificios. El espacio construido tenía sentido de interés para quienes acompañaron la ruta (alumnas, alumnos, profesores e inspectores), pero a ello se le sumaba la memoria de los lugares, la capacidad de detenerse en detalles a partir del ejercicio de caminar por el barrio, de observar la arquitectura, pero también las relaciones sociales, las formas de vida, los lugares de encuentro.

Esta relevancia también encontraba un lugar especial en muchos de los y las estudiantes, ya que buena parte de ellos son de origen migrante: para quienes venían llegando hace poco al país, la posibilidad de conocer un poco más el origen de los barrios donde estudiaban y la ciudad en que ahora vivían pareció ir tejiendo un hilo entre su experiencia y el lugar. Estos ejercicios, por breves y acotados, son profundamente significativos a la hora de establecer una nueva relación entre la sociedad urbana y su entorno.

Mucho se ha escrito sobre la degradación de la ciudad en el último tiempo. Y resulta innegable desconocer los impactos que el desborde social y la catástrofe sanitaria han tenido sobre ella. Pero en estos momentos de pasiones e ira, es necesario dar un mínimo espacio a la reflexión sobre el lugar que habitamos y aquel que queremos proyectar, especialmente en momentos donde un nuevo pacto social se busca consolidar. Ante ello, cabe volver a preguntarse por el sentido de la ciudad, rescatar los aportes de la reflexión sobre la misma que realizaron autoras tan centrales para su estudio durante el siglo XX como Jane Jacobs, y replantearnos como docentes sobre los énfasis y perspectivas que queremos aportar. Explorar en las calles nuevas posibilidades de educación, convertir a los palacetes en pizarras, dar a los celulares la posibilidad de convertirse en herramientas pedagógicas. Caminar, quizás, no sea tan mala idea.

Marcelo Mardones
Doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos. Académico de la Escuela de Historia de la Universidad Diego Portales.