Avisos Legales
Opinión

Doblar la apuesta

Por: Juan Pablo Correa Salinas | Publicado: 18.07.2022
Doblar la apuesta | Agencia Uno
El enorme gesto de liderazgo realizado por el presidente Boric subió significativamente el costo de votar Rechazo. Es hora que los partidarios del Apruebo bajen significativamente el costo de votar por esta opción.

Para describir el modo en que se construye el conocimiento científico, Otto Neurath formuló la metáfora de un barco que debe ser completamente modificado mientras navega en altamar. Evidentemente, no se pueden sustituir todas sus partes al mismo tiempo, pues se hundiría. Para transformarlo entero es necesario cambiarlo de a poco, en diferentes tiempos.

La metáfora de Neurath resulta particularmente útil para entender la transformación institucional de un país. Mientras navegamos en las instituciones que buscamos cambiar, las sustituimos por instituciones nuevas. Se requiere entonces de una alianza básica entre los poderes instituido e instituyente que haga posible el proceso delicado que habrá de implementar el cambio al que se aspira. Uno de los desafíos de este proceso es la mantención de su coherencia. Las instituciones de un país son sistemas interpretativos que organizan la vida de un pueblo y pueden ser más o menos consistentes en su articulación lógica.

Las alternativas votadas en el plebiscito de entrada al proceso constituyente plantearon un problema de consistencia lógica respecto de la decisión de realizar la votación. Es lo que los filósofos Jürgen Habermas y Karl-Otto Apel han llamado una “contradicción performativa”. Si bien la alternativa “Apruebo” ratificaba el reconocimiento de la soberanía popular ya realizado por las fuerzas políticas que firmaron el “Acuerdo Por la Paz Social y la Nueva Constitución”, votar “Rechazo” implicaba negar todo eso. En otras palabras, votar Rechazo era participar de una decisión soberana del pueblo de Chile para invalidar la soberanía de ese mismo pueblo en la elaboración de las reglas del juego democrático.

Paradójico, no cabe duda. Inconsistente entonces. Pero rechazar el proceso constituyente fue una alternativa legitimada por la elección, de manera que pudo ser la opción ganadora. Si esto último hubiese ocurrido, nos habríamos encontrado en la absurda situación de un pueblo que decide quedarse con una Constitución que no elaboró ni aprobó en forma democrática (la del 80) rechazando democráticamente la posibilidad de elaborar una nueva Constitución. Pero el resultado fue otro y las fuerzas políticas del país declararon que la Constitución del 80 había sido desahuciada y el proceso constituyente debía iniciarse con la elección de una Convención Constitucional.

Nos encontramos a pocos días del “plebiscito de salida”. Una vez más las alternativas planteadas son “Apruebo” y “Rechazo”. Pero esta vez ninguna de ellas encierra una paradoja. En esta ocasión el asunto es mucho más simple: aprobamos o rechazamos el texto propuesto por la Convención como la nueva Constitución Política de la República de Chile. Si en esta elección estuviera en juego el proceso constituyente estaríamos ante la misma paradoja que se producía con la opción “Rechazo” en el “plebiscito de entrada”.

Sin embargo, si esta vez gana la opción “Apruebo” la Constitución propuesta pasa a ser nuestra nueva Carta Fundamental. Si gana, en cambio, la opción “Rechazo” se mantiene vigente la decisión de construir una nueva Constitución que se adoptó en el “plebiscito de entrada”. La gran mayoría de las fuerzas políticas se han manifestado de acuerdo con esta interpretación; desde la UDI a “Amarillos por Chile” en el colectivo del “Rechazo”, desde la Democracia Cristiana al Partido Comunista entre quienes están por el “Apruebo”.

El Presidente de la República acaba de plantear la principal consecuencia lógica de lo que acabo de decir. Con profunda convicción democrática, Gabriel Boric declaró que de no aprobarse el texto constitucional propuesto por la Convención deberemos elegir una nueva Convención Constitucional que, con el mismo plazo que la primera, haga el trabajo de construir una nueva propuesta. Después de todo, es lo que se decidió en el “plebiscito de entrada” por abrumadora mayoría.

Por supuesto, quienes hacen campaña por el “Rechazo” han planteado alternativas distintas si llegara a darse el caso que ganara la opción que promueven. Alternativas como delegar en el Congreso el poder de construir una nueva Constitución (la que fue rechazada explícitamente por la ciudadanía en el “plebiscito de entrada” por más del 79% de los votos) o crear una “comisión de expertos” que haga la misma tarea. Esta última posibilidad sólo podría legitimarse si es la ciudadanía la que decide quiénes son los expertos que habrán de asumir el mandato, lo que, obviamente, equivale a elegir una nueva Convención.

Planteadas así las cosas, parece bastante más cuerdo aprobar la nueva Constitución que rechazarla y reiniciar otra vez el ciclo completo. Una nueva Constitución podrá ser reformada las veces que se quiera por cuatro séptimos del parlamento y un referéndum ratificatorio de parte de la ciudadanía.  

Parece que es el momento de volver a doblar la apuesta. Las fuerzas políticas que están por aprobar la nueva Constitución pueden realizar ahora la tarea que con tanta claridad expuso Carolina Tohá en televisión: construir un acuerdo explícito respecto al conjunto de leyes con las que se habrá de aterrizar el texto constitucional, destruyendo los fantasmas levantados por el discurso del “Rechazo”. Fantasmas que, por el momento, permiten que algunas personas realicen interpretaciones delirantes de la Constitución que será plebiscitada en septiembre, atemorizando a la población e impidiendo que los indecisos se sumen al “Apruebo”.

Las fuerzas políticas partidarias de la nueva Constitución pueden acordar públicamente su decisión de legislar -una vez aprobada- de forma tal que nadie pueda seguir sosteniendo, por ejemplo, que todo lo que se decida en materia de reformas constitucionales deberá ser consultado a los pueblos originarios. Deben comprometer sus votos para que, entre otras cosas, los sistemas especiales de justicia sólo se apliquen a aquellas prácticas consuetudinarias que no contradicen los criterios generales del sistema tradicional de justicia chileno, ni están reñidas con los derechos humanos.

Las fuerzas políticas que están por el Apruebo saben bien qué es lo que aún no permite que la amplia mayoría que desea reemplazar la Constitución del 80 por una Constitución plenamente democrática se exprese con claridad en el plebiscito de septiembre. Es el momento de construir una alternativa que destrabe definitivamente la situación e impida que la derecha siga pasando gato por liebre a los electores. El enorme gesto de liderazgo realizado por el presidente Boric subió significativamente el costo de votar Rechazo. Es hora que los partidarios del Apruebo bajen significativamente el costo de votar por esta opción.

Juan Pablo Correa Salinas
Psicólogo social.