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Opinión

En la medida de lo posible

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 12.08.2022
En la medida de lo posible |
Con el acuerdo de los partidos político por el Apruebo, una vez más, y a la luz de los hechos, la sensatez parece aferrarse a aquella frase que suele espantar a los espíritus adolescentes y a las mentes pulsionales: la vida y la política es en la medida de lo posible. 

El mundo actual es dinámico, flexible y extremamente complejo. La hiperconexión global al instante, de la mano de los algoritmos y la inteligencia artificial, ha dejado obsoletas a las dinámicas rígidas y los relatos tajantes. Hoy nuestros pensamientos transcurren a la velocidad de internet y no toleran la inmovilidad. El que no entienda esta máxima de la hipermodernidad está condenado a constituirse en una minoría a contracorriente o apolillarse entre rezongas decimonónicas. Nuestro país no está ajeno a esta máxima, y menos aún nuestra alicaída institucionalidad política, que en los últimos años ha experimentado el vértigo de acontecimientos que sorprenderían al mismísimo guionista de la serie El juego del calamar.

Fue así que, cuando Bachelet y su retroexcavadora se asomaban con cambios estructurales, la ciudadanía reelige a Sebastián Piñera con la más alta votación obtenida por la derecha en una segunda vuelta. Una vez instalado en el poder, y cuando muchos asumían a Chile como un oasis de paz, se comienza a incendiar el metro de Santiago y la torpe reacción de Piñera y Chadwick terminan alentando una revuelta social que prometía ser la tumba del neoliberalismo. Es entonces que entre el ritual litúrgico de la “Plaza Dignidad”, barricadas y saqueos a lo largo del país, los partidos políticos generaron un acuerdo para dar una salida institucional a la crisis (y de paso salvar la cabeza del Presidente).

Comenzaba la ruta constituyente que instalaba un plebiscito configurado a partir de un sistema electoral donde los independientes y las minorías, por primera vez, estaban consideradas. El resultado del plebiscito de entrada fue apabullante en favor del cambio y los elegidos para redactar la nueva Carta Magna fueron, mayoritariamente, personas sin militancia en partidos políticos. Entre medio, la derecha y la socialdemocracia obtenían mayoría en el Parlamento, Kast ganaba la primera vuelta presidencial y Boric tenía que abuenarse con “los 30 años” para quedarse con la banda presidencial. En marzo de este año asumía el primer gobierno del Frente Amplio y, cuando aún no cumple cinco meses en el poder, la desaprobación de Boric supera el 50% y parece inminente un primer cambio de gabinete.

Cambia todo cambia, no cabe duda, pero en el caso de Chile debería cantarse al ritmo de una melodía de metal industrial y no de Mercedes Sosa. Terminado el trabajo de la Convención Constitucional, las encuestas dicen que la opción Rechazo tiene la primera opción de ganar y las posibilidades de revertir esta situación pasarían por corregir la propuesta de lo escrito por los convencionales. Al parecer, el mismo pueblo que el año 2019 alentaba posturas partisanas, hoy se parapeta en la política de los acuerdos para reformar un texto que genera miedos y dudas en temas donde, culturalmente, no ha habido deconstrucción.

Por lo mismo es que el acuerdo suscrito entre los partidos políticos por el Apruebo es importante, pues emerge para lograr lo que sus convencionales, los de Apruebo Dignidad, no hicieron durante el trabajo de redacción: poner los pies en la tierra. Y es que comprometer a las fuerzas de gobierno, encabezadas por el propio Presidente, a asumir la propuesta de nueva Constitución como el comienzo de un proceso, y no como un dogma que se cierra a modificaciones, puede llevar a que muchos votantes de centro (espacio político que parece representar a la mayoría de los ciudadanos), a quienes les costaría mucho votar junto a la derecha, se abran a confiar en reformas que tomen en cuenta las preferencias culturales mayoritarias y el clima ambiente de un país con alta inflación, elevada percepción de inseguridad y un gobierno de izquierda que recién comienza su despegue.

Más allá de los eslóganes y lamentos narcisos de algunas figuras de izquierda (mismas que en términos de relevancia parecen haber quedado prisioneros en sus alcaldías), por este acuerdo y los descargos de algunos convencionales que aún parecen no despertar de su trastorno de realidad, el esfuerzo de las fuerzas progresistas por enmendar lo que podría ser una derrota histórica pudiese quedar anotado, en la historia larga, como el último eslabón a superar para extirpar la Constitución de Pinochet. Por el contrario, en un escenario de derrota, la unión entre las fuerzas políticas del Apruebo pudiera empujar, cuanto antes, la elección de una nueva Convención que parta escribiendo desde un borrador ya existente.

Una vez más, y a la luz de los hechos, la sensatez parece aferrarse a aquella frase que suele espantar a los espíritus adolescentes y a las mentes pulsionales: la vida y la política es en la medida de lo posible.

Cristián Zúñiga
Profesor de Estado. Vive en Valparaíso.