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Opinión

Votar Apruebo o… votar por Pinochet

Por: Fabio Salas Zuñiga | Publicado: 13.08.2022
Votar Apruebo o… votar por Pinochet |
Votar Rechazo es votar por Pinochet. Y Pinochet murió hace 16 años, aunque sus herederos de Chile Vamos, la extrema derecha republicana, la nada sutil CPC, la Sofofa y las cadenas de medios de comunicación, persistan en mantenerlo vivo. Ellos son los enemigos del cambio y de la renovación, no la opción Apruebo.

¿Qué votarán verdaderamente aquellos electores que marquen la opción Rechazo el 4 de septiembre?

Porque más allá de cualquier colilla o apellido que se le quiera endilgar a la opción Apruebo, para maquillarla o hacerla más atractiva al electorado, la única verdad incuestionable es que lo que se dirime en el plebiscito próximo es Aprobar el texto propuesto de la nueva Constitución o mantener la actual Constitución de 1980, que Pinochet impuso mediante un plebiscito fraudulento, sin ningún control de legítima fiscalización electoral y apoyado en la fuerza de la represión armada y del control total de los medios de comunicación, entre otras atrocidades sociales que en esa época nos laceraban como comunidad.

Aprobar la nueva Constitución o mantener la Constitución de Pinochet: esa es la disyunción que se nos convoca a dirimir mediante el voto. Nada más.

Cualquier griterío proveniente de la derecha o de sus aliados democratacristianos conservadores, amarillos, “intelectuales” elitarios o automotejados de “centroizquierda”, que prometen una reforma a la Constitución del 80, es sólo música de marchas militares y nada más. Pues todavía hoy, a un mes de la fecha crucial, no hay ninguna propuesta verdaderamente seria y atendible de esos sectores del Rechazo que muestre una alternativa viable y, sobre todo, paz y estabilidad social, si es que su opción negadora llegara a imponerse.

Por el contrario, la campaña del Rechazo sólo se sostiene en una emisión sin fin de mentiras, llamados apocalípticos, insultos y mensajes de odio y de violencia. ¿Qué otras cosas son sino esas apariciones mediáticas llenas de bellaquería y de demencial brutalidad que han encarnado las declaraciones del empresario Pool y del tristemente célebre semilumpen futbolero Pancho Malo?

Porque, a fin de cuentas, los sectores del Rechazo sólo buscan mantener, a costa de la supuesta ignorancia e incapacidad de discernimiento del pueblo –como lo expusiera con lacaya verborragia Cristián Warnken–, la condición de privilegio económico y las parcelas de poder político, comunicacional y jurídico que precisamente les concedió la Constitución que Pinochet impuso por la fuerza del terror y de la represión.

No quieren nada más que mantener el actual estado de cosas que fue lo que precisamente estalló y se fracturó definitivamente durante esos días de octubre de 2019. Es decir, quieren mantener el estado de cosas que precisamente queremos superar y trascender con el Apruebo.

La Constitución pinochetista es el piso jurídico que durante más de 40 años ha generado, como si de una emanación material se tratase, este clima de desigualdad, abuso, saturación, descontento e incertidumbre que nos sigue abrumando cual maldición bíblica generada por ese Anticristo que fue Augusto Pinochet. Y la prueba de ello es la intención escondida de generar miedo y pánico que los del Rechazo emiten con sus mensajes llenos de una hidrofóbica mala leche.

En esencia, la Constitución del 80 es un corpus de reglas autoritarias que definen una crueldad social arcaica y que urge superar definitivamente ahora, en esta circunstancia, tal vez la instancia política más importante de la historia de Chile. Es una Constitución para tiempos de dictadura y de negociados, acomodos y corrupción como lo fueron –hay que asumir– los años de la Concertación.

Votar Rechazo es votar por un pasado que nadie quiere traer de vuelta. Es votar por el principio político tirano de la dictadura cívico militar. Sus partidarios hablan hoy, con oportunismo y mala conciencia, de reformarla. ¿Pero qué hay que reformar en ella? Nada hay en esa Constitución que no sea susceptible de ser sustituida en su totalidad. Es, por así decirlo, irreformable, ya que la historia demostró que esa Constitución que el Rechazo busca mantener de forma encubierta propone una sociedad dividida en clases privilegiadas y minoritarias que sojuzgan y reprimen a otras clases masivas subordinadas bajo el poder del dinero, de las armas y de la concentración demencial de la riqueza y de los medios de comunicación.

Por eso, si la gente aún no se ha dado cuenta de que votar Rechazo es votar de nuevo por Pinochet y que significa votar por la preservación de la injusticia estructural que hubo en dictadura, y que la actual propuesta del Apruebo pretende superar, sería sano, inteligente y liberador que lo advirtiera.

El Rechazo sólo trae consigo terror, violencia y paranoia social, promovida a destajo por la maquinaria comunicacional e informática de una derecha que, ante la pérdida de sus privilegios mal habidos, aplica la estrategia de tierra arrasada con tal de obtener un resultado que le convenga.

La gente, esa misma gente al que el amarillo Warnken le niega capacidad de pensamiento y de análisis y que decidirá el plebiscito, advertirá que el Rechazo nos llevará a la desintegración social y a la pérdida de todos los progresos ganados a costa del sufrimiento y la inmolación de miles de chilenas y chilenos.

Votar Rechazo es votar por Pinochet. Y Pinochet murió hace 16 años, aunque sus herederos de Chile Vamos, la extrema derecha republicana, la nada sutil CPC, la Sofofa y las cadenas de medios de comunicación, persistan en mantenerlo vivo. Ellos son los enemigos del cambio y de la renovación, no la opción Apruebo.

La Convención Constituyente fue desde sus inicios legítima por el insuperable porcentaje de votación que la impuso, representativa de una totalidad social que superaba con largueza el predominio de los devaluados partidos políticos y sus prácticas. Y logró, contra viento y marea, con abnegación y hasta con heroísmo de la gran mayoría de sus integrantes, proponer una Constitución que nos ofrece más ciencia, paridad, inclusión, no discriminación, plurinacionalidad y, sobre todo, vivienda, salud y educación como derechos naturales y sociales y no como negocios para el lucro, que es lo que ha sucedido desde 1980 hasta hoy. Y además, nos plantea una sociedad donde los partidos políticos no sean los comisarios y tengan el monopolio para decidir lo que es bueno y es malo para nosotros.

Hay que ser muy canalla para sostener que una propuesta como esta divide y que es el fruto de un extremismo de izquierda vengativo y negador. Porque esta nueva Constitución y su opción de Apruebo nos posibilita la construcción común, en diálogo y sin coacción, de una sociedad donde los conflictos se puedan resolver por la fuerza de las ideas y no de las armas, donde los bienes y la riqueza se puedan repartir con sensatez y justicia. Y donde podamos vivir sin miedo, sin incertidumbre y sin violencia, que es ese gran terror heredado de la dictadura y el acomodo concertacionista que incrustado en nuestro inconsciente colectivo ha generado la sociedad enferma que somos hoy como país. Pero que dejaremos de ser si votamos sin miedo y sin odio por el Apruebo, único camino que nos posibilitará el espacio para encontrarnos y entendernos bajo un mismo cielo y un mismo sol.

Un Apruebo para sentir por fin orgullo de este pueblo: el tuyo, el mío, el nuestro.

Fabio Salas Zuñiga
Escritor, ensayista y profesor.