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Opinión

La nueva rebeldía

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 09.10.2022
La nueva rebeldía |
El último libro del historiador Pablo Stefanoni «¿La rebeldía se volvió de derecha?» lleva un subtítulo certero y demoledor: “Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio)”. Y es que el sentido común de la ciudadanía parece un poco aburrido con la disputa simbólica propuesta por jóvenes de lindos rostros y apellidos difíciles de pronunciar.

Los populistas saben explotar el descontento de la gente corriente por los dirigentes, su gran poder se basa en una especie de sexto sentido que logra percibir a tiempo el resentimiento de las masas por los abusos sufridos, reales o imaginarios. Los populistas saben cómo agitar ese resentimiento contra los privilegios de la élite de turno, sean materiales o culturales, lo importante es saber cuándo y cómo.

El resentimiento es una palabra correcta para designar el afán de hacer daño a quienes creemos que nos lo han hecho a nosotros. La política del resentimiento es la de la revancha y, tal como explica el escritor Moisés Naím, la revancha puede ser física, pero no tiene que serlo necesariamente por fuerza: encerrar a nuestros enemigos en la cárcel y confiscar sus bienes puede ser una forma de revancha, pero también los son medidas simbólicas, mucho más sutiles, que desde fuera pueden parecer tibias, pero que tienen tremendo eco en determinado contexto. Es la revancha que parece estar tomando una parte importante de la sociedad contra quienes, hasta hace poco, de manera vehemente se tomaban revancha de sus generaciones antecesoras y les juramentaban la refundación de todas sus estructuras materiales, valóricas y simbólicas.

No cabe duda que el apabullante resultado del plebiscito constitucional de salida a favor del Rechazo, más que corresponder a una orquestada campaña de las redes sociales (¡bienvenidos a la era del internet!) o a una mala lectura del país con voto obligatorio (increíble como algunos ex convencionales e ideólogos del discurso refundacional aun no son capaces de reconocer su fracaso), se debe, en gran parte, a la revancha silenciosa que se tomaron millones de ciudadanos contra la cultura de la corrección política. A diferencia de las grandes reclamaciones del siglo XX, que tenían la ambición de unir a grandes sectores de la sociedad en una causa común (conseguir la mejora económica de los trabajadores asalariados o más libertad para todos los ciudadanos), las quejas de las izquierdas de la Convención se hicieron desde grupos de diversidades estrechas que reforzaron la lógica de la polarización. La estrategia polarizadora, que siempre consiste en un “nosotros” y “ellos” o en el “amigo” y “enemigo” (siguiendo los consejos que ilustres convencionales pidieron a la literatura de Carl Schmitt). pudo más que la creación de distinciones amplias e incluyentes, algo que pide a gritos la mayor parte de los ciudadanos del país actual.

En el último tiempo hemos visto cómo el discurso de la funa, la cancelación, la ofensa personal, el prejuicio, la prepotencia moral y de las pulsiones adolescentes desatadas (y celebradas por muchos viejos que buscan simpatizar con sus alumnos), fue, al ritmo del voto voluntario, convirtiendo la actividad política en un templo repleto de fieles de nicho que parecían estar ahí motivados por categorías muy emocionales y polarizadoras, y no por las ideas estructurales de las ideologías (las injusticias de una clase oprimida o las quejas contra un Estado desmesurado).

Este próximo 18 de octubre se cumplirán tres años de una revuelta social que ilusionó a muchos con la revolución, con un cambio de paradigmas culturales, con el fin definitivo de la vieja política y con la muerte de la Constitución de la dictadura. Sin embargo, hoy nos encontramos en un Chile donde instituciones que parecían destinadas al ocaso, se levantan y emergen liderando el ranking de apoyo ciudadano (Carabineros y la PDI); donde autoridades que hasta hace poco aplaudían libros de fotografías con los rayados y grafitis de la revuelta social, ahora figuran borrando con pintura blanca cualquier vestigio de esa ácrata iconografía; con un proceso constituyente que poco entusiasmo genera para ser escrito desde una nueva Convención; y claro, de seguro esta reciente parada militar debe haber sido la más vista de la historia en la televisión chilena.

El último libro del historiador Pablo Stefanoni ¿La rebeldía se volvió de derecha? lleva un subtítulo certero y demoledor: “Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio)”. Y es que el sentido común de la ciudadanía parece un poco aburrido con la disputa simbólica propuesta por jóvenes de lindos rostros y apellidos difíciles de pronunciar. No vaya ser que pronto la peor de las derechas, la iliberal, termine haciéndole un portonazo a las izquierdas y arrebatándole su principal atributo cultural: la rebeldía.

Cristián Zúñiga
Profesor de Estado. Vive en Valparaíso.