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Opinión

¿Por qué nos cuesta recordar el 18 de octubre?

Por: Emilia Schneider | Publicado: 18.10.2022
¿Por qué nos cuesta recordar el 18 de octubre? | Foto: Agencia UNO
Ni todo está mal en los últimos 30 años, ni tampoco todas las personas hemos disfrutado con igualdad los beneficios del crecimiento económico. Hay que salir de las trincheras y asumir que abordar la actual crisis de seguridad es tan urgente como responder a las contradicciones que ha generado en Chile la modernización neoliberal. Solo así conquistaremos la paz social. 

A medida que se aproximaba este 18 de octubre, fecha en que se conmemora el inicio del estallido social del cual fue testigo nuestro país el año 2019, hemos presenciado en las últimas semanas una serie de esfuerzos por ridiculizar o derechamente borrar la memoria histórica de estos hechos. Sin duda, con el pasar de los años nuestro país debe resignificar su historia reciente, Chile tiene mucho que reflexionar y, en vez de aprovecharlo, lamentablemente vemos un debate lleno de caricaturas y simplismos, quedando relegado a último plano el eje central de aquella crisis que desnudaron las protestas de fines de 2019: aún no hay una respuesta concreta al malestar social, la sensación de abuso persiste y la vida de las personas no ha mejorado. Es urgente que izquierdas, derechas y todos los sectores políticos elevemos el debate.

¿Qué es lo que no queremos ver de nuestro pasado reciente? La revuelta social y sus múltiples caras dejan al descubierto las deudas que la política en general mantiene con la ciudadanía.

Por una parte, las izquierdas debemos salir de la idealización y la ensoñación para así asumir nuestras propias incapacidades, cuya principal manifestación se evidencia en los días de protesta que se desataron con las evasiones masivas. Nuestra inserción social y vocación de construcción de movimientos ciudadanos no fue suficiente para conducir las fuerzas del malestar social hacía una propuesta de futuro para el país. De ahí que las contundentes victorias del plebiscito de entrada y la elección de constituyentes no pudieron proyectarse a la conquista de una nueva Constitución, anhelo que sigue pendiente. De tal forma, fue la falta de articulación y conducción política lo que llevó a que en la descomposición y el vacío político que el malestar social se expresara con violencia y derivara en graves hechos de violencia y delincuencia.

En la vereda contraria, las derechas corren en círculo ante la desesperación por liderar y acumular la reciente victoria electoral que les dio el Rechazo. Sin embargo, saben que son presos de la palabra empeñada: Chile debe darse democráticamente una nueva Constitución. Es por eso que muchos saben que, para evitar mayor desorden en sus propias filas y contener los grandes anhelos de cambios, es urgente cambiar la narrativa respecto a lo que nos llevó a la mayor crisis política y social de las últimas 3 décadas. Les enrostra, al igual que a las izquierdas y progresismos, lo peor de su sector, porque la crisis política y la desafección que persiste es el fracaso de quienes creemos que la democracia es la forma de resolver los conflictos en una sociedad.

¿Qué evita la derecha? El incómodo debate sobre su incapacidad de abordar las violaciones a derechos humanos en el Chile de ayer y hoy, y la ortodoxia neoliberal de algunos que impide construir acuerdos concretos para mayor justicia social y que la vida de la ciudadanía descontenta mejore.

Los abusos y los derechos, la violencia y la seguridad, los derechos humanos y el orden público, lo bueno y lo malo de los 30 años. Dilemas que siguen sin respuestas y que vemos muy lejos de resolverlos porque el diálogo y los acuerdos no prosperan en un terreno tan hostil como el debate público actual en el que las mentiras, la banalización, los insultos y descalificaciones y el abuso de las redes sociales para generar polémicas mantienen a la política ensimismada y ajena a las preocupaciones cotidianas de la gente.

Esta situación es insostenible y creer que al final alguien sacará cuentas alegres si seguimos como estamos es solo una muestra de su falta de amor a Chile y su pueblo. Ni todo está mal en los últimos 30 años, ni tampoco todas las personas hemos disfrutado con igualdad los beneficios del crecimiento económico. Hay que salir de las trincheras y asumir que abordar la actual crisis de seguridad es tan urgente como responder a las contradicciones que ha generado en Chile la modernización neoliberal. Solo así conquistaremos la paz social.  

Tenemos oportunidades en el horizonte para reivindicarnos. Están frente a nuestras narices: la reforma tributaria, para cambiar la grotesca concentración de la riqueza en Chile; la construcción de un nuevo sistema de pensiones, que entregue dignidad y deje de ser un negocio; acordar prontamente una hoja de ruta clara para una nueva Constitución, que ponga en el centro la democracia y la participación ciudadana; y establecer una política de seguridad con visión de Estado.

Si no le damos sentido de urgencia al diálogo y los acuerdos en torno a estos temas, difícilmente mostraremos que la política es un ejercicio útil para mejorar la vida de las personas. Si fracasamos, no solo tendremos por delante una debacle electoral, sino que la amenazante presencia del autoritarismo de ultraderecha y el populismo. El tiempo está corriendo en nuestra contra.

Emilia Schneider
Diputada (del Frente Amplio) por el Distrito 10.