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Política y relato

Por: Javier Paredes | Publicado: 28.10.2022
Política y relato Opinión-Ana Lya Uriarte | Agencia Uno
Hay que constatar que algo que impide y asfixia un relato posible para el gobierno es la discordia entre las coaliciones políticas que lo constituyen y el observable ánimo de primacía de una sobre otra que hay en ellas.

En política el asunto comunicacional es crucial; particularmente el relato, que cumple el rol de representar, en palabras, la política de un gobierno. Desde una perspectiva democrática y una ética socialista, nos preocupa que haya la mayor correspondencia posible entre la representación y lo representado, de modo que no se trata de un envoltorio arbitrario que recubre un producto de fantasía; más bien se trata de una fruta y su cáscara, entidades orgánicamente vinculadas.

Para un gobierno, disponer de un relato da cuenta de una consolidación política y permite un mejor escrutinio. A través de dicho relato, se realiza un fundamental ejercicio de articulación de un imaginario, de agrupamiento y conducción de las fuerzas oficialistas y de oposición.

Para este gobierno ha sido complejo arribar al suyo propio. Operan como dificultades factores internos y externos: se ha producido un asedio político que ha asfixiado la posibilidad de desplegar un relato. Las derechas institucionales y extra institucionales decidieron ubicarse en la cresta de la ola de la impugnación, condicionando y trabando al gobierno. Las nuevas alternativas que se presentan como antipolíticas también intentan sacar cuentas alegres engrosando este fenómeno: proceso constituyente, presidencia del Poder Legislativo, reformas del gobierno están incluidas como objetos a través de los cuales maximizar la impugnación. También hay que constatar que algo que impide y asfixia un relato posible para el gobierno es la discordia entre las coaliciones políticas que lo constituyen y el observable ánimo de primacía de una sobre otra que hay en ellas.

Genéricamente, en ausencia de un relato claro, las diferencias internas devienen disputas que terminan de resolverse en la prensa, o cada parte sencillamente intenta salvar la suya propia, desatando la entropía. Este camino es altamente peligroso, no solamente para un gobierno cualquiera, sino especialmente para éste en el momento histórico en el que se sitúa, en que -tras dos años de abandono estatal durante la pandemia- se combina una profundización de la precarización social con una prolongación de la impugnación a la política y consiguiente debilitamiento institucional.

Un primer criterio para un relato en este sentido es el de la responsabilidad democrática. El costo de que la política no funcione como espacio para deliberar puede ser muy alto. El primer llamado es a que la política funcione. Sobre ello debe montarse el relato.

Consciente de esta situación es que el gobierno, tras el plebiscito y a propósito del balance del tercer aniversario de la revuelta social de 2019, comenzó a ensayar algunas ideas importantes de relevar para efectos de la consolidación de un relato histórico y político del gobierno.

Lo central es la reelaboración del horizonte en términos de sentido común, pero sin transar su esencia transformadora: el derecho de vivir en paz, la paz social y el camino de la dignidad para alcanzarla; esto es, “salud, pensiones, educación, salud mental, cuidado de la infancia”, etcétera, como señaló el Presidente, a lo que se ha agregado durante este año la centralidad de la seguridad pública.

Esto último puede implicar un ajuste o un pequeño desplazamiento en el perfil del propio Mandatario, de modo de que esta preocupación que ha surgido del devenir del proceso político y social pueda creíblemente caber dentro de sus contornos.

Quizás dos ideas puedan colaborar a asentarse mejor en estas coordenadas. La primera tiene que ver con la forma política que debe tomar la responsabilidad democrática, esto es, la gobernabilidad del nuevo ciclo político. Es necesario construirla y amparar el relato en dicho empeño.

Ello necesariamente implica resolver la convivencia política entre las coaliciones políticas que soportan y constituyen al gobierno. Dos cuestiones deben alcanzarse tras un debate político entre dichas entidades, como iguales: desempeñar roles que reduzcan al mínimo legítimo la disputa interna y que favorezcan el reconocimiento mutuo. En segundo término, construir un acuerdo político respecto de los mínimos del gobierno y qué es lo que saldrá a ganar, esto alternativamente a enfrentar, caso a caso, cada medida, de cada reforma.

Reponer un horizonte de transformación ante un riesgo de desplome institucional, y ordenar al oficialismo en base a una responsabilidad democrática bajo un acuerdo de gobernabilidad para el nuevo ciclo, permitiría sintetizar una política y un consiguiente relato que unifique al gobierno y sus coaliciones. De modo que pueda, en los hechos y en las palabras, ofrecer desde la política un camino para enfrentar la precarización social, la inseguridad y la impugnación a la política.

Javier Paredes
Periodista y magíster en Comunicación Estratégica.