Avisos Legales
Opinión

Limpiar la despensa

Por: Catalina Baeza | Publicado: 31.12.2022
Limpiar la despensa Imagen referencial 2023opinión_ED |
Este 2022 también fue el año en que el miedo a la violencia, a perder el patrimonio, los hijos, la casa, la herencia o la libertad fue ampliamente alimentado por sujetos que se dicen patriotas y, como era esperado, el miedo ocupó y todavía ocupa un gran espacio en el imaginario nacional. Tal como un boomerang que va y viene en un espiral ascendente, el miedo continúa creciendo y quienes lo fomentan lucrando con él.

Todos los años, en la última semana del calendario, escribo una columna con el tema que considero marcó el ciclo que termina.

Todos los años tengo muy claro sobre qué voy a escribir. En esta ocasión son tantos los posibles que no se bien por dónde empezar.

Escogimos un Presidente que nos prometía brisas de juventud y renovación. Un Presidente que no teme cambiar de opinión y, por el mismo motivo, es ampliamente criticado. Votamos por una propuesta de nueva Constitución y perdimos. Presenciamos una guerra y la pandemia, que pensábamos ya había terminado, y continúa entre nosotras.

Tuvimos un Mundial de Fútbol en el que no participamos, en un país donde murieron 6 mil personas para recibir a sus convidados y que viola sistemáticamente los derechos humanos de las mujeres. Por algunos días u horas nos emocionamos con la victoria de otros países y dejamos de lado la preocupación por los derechos y las vidas.

También dejamos de lado ese extraño patriotismo que ha tomado cuenta de un sector de este y otros países. Patriotismo que se sustenta en banderas, símbolos y canciones entonadas con furor.

Un patriotismo regado a creencias religiosas y concepciones con un poco de olor a algo que hace mucho tiempo venció en la despensa de las ideas, pero extremamente válido para quienes saborean los platos servidos con toques de falacias naturalistas donde sólo existe un tipo de familia y la diversidad es considerada, para la moral de estos patriotas, extremamente peligrosa para el buen funcionamiento de sus dogmas.

Este patriotismo, que tiende a oler a rancio, fue el que consideró que en Chile sólo podemos vivir chilenos, nada de chilenas porque eso es considerado también poco patriótico y eliminó con un trazo de lapicera la posibilidad de reconocer a los pueblos originarios como parte legítima de una nación.

Para estos patriotas, imaginar que Chile podría ser un Estado plurinacional generó alertas inmediatas de peligro. El status quo que mantiene en la despensa, llenas de moho, a las premisas fundamentales para sobrevivir le podía entrar algo de aire y luz.  Dos elementos que no conviven con el moho.

Estos mismos patriotas insistieron en que las mujeres, esos seres que sirven para procrear o prestar el cuerpo como dijo una vez una senadora, podríamos abortar incluso en el noveno mes y la lógica de este argumento se vio tomada por el moho que no permitía ver lo ilógico del mismo. Tal como en años anteriores la mentira y el engaño fueron actores principales en el escenario nacional.

Este 2022 también fue el año en que el miedo a la violencia, a perder el patrimonio, los hijos, la casa, la herencia o la libertad fue ampliamente alimentado por sujetos que se dicen patriotas y, como era esperado, el miedo ocupó y todavía ocupa un gran espacio en el imaginario nacional. Tal como un boomerang que va y viene en un espiral ascendente, el miedo continúa creciendo y quienes lo fomentan lucrando con él.

Este 2022 fue extraño y algunas veces incluso parecía que estábamos estancadas en él. El 31 de diciembre nos obliga a cambiar las agendas por las nuevas que dicen 2023 y observamos esas hojas en blanco imaginando que, por algún motivo, todo será mejor sólo por el hecho de cambiar el calendario.

No me excluyo, y observo las páginas en blanco con la esperanza de cambios que efectivamente limpien las despensas de las ideas añejas que no permiten la entrada de aire fresco sólo por el miedo de abrir las ventanas y las puertas para permitirnos escuchar nuevas ideas, diferentes a las que ya conocemos.

Mi esperanza para este año que comienza se basa en algo simple y extremamente difícil de lograr cuando estamos tomadas por el temor de dejar atrás lo conocido, aunque sea incómodo. Mi esperanza se basa en abrir puertas y ventanas que nos permitan sorprendernos al escuchar más y arriesgarnos a dialogar.

No es el cambio de año lo que nos cambia. Lo que cambia son esas hojas en blanco invitándonos a llenarlas con palabras nuevas y conversaciones que nos permitan conocer y reconocer que el otro, la otra, me pueden enseñar algo si escucho y me escucho a mí misma al hacerlo.

La disposición emocional de respeto por lo que la otra o el otro tienen para decir no es la fórmula mágica para cambiar el mundo, pero sin duda es un abrepuertas que permite renovar la despensa de ideas.

Al escuchar aprendo que siempre es posible integrar algo nuevo y fresco y, al mismo tiempo aprendo y me concedo el permiso de botar lo que ya no sirve más.

Catalina Baeza
Psicóloga clínica, terapeuta familiar. Directora de Nütram Salud Comunitaria.