Allende, Lord Killanin y los Juegos Panamericanos de 1975 en Santiago

“Sobrio, imponente, en el nivel de los congresos olímpicos”. Así calificó Carlos Guerrero, un avezado periodista que trabajó en la revista chilena Estadio desde 1941 hasta 1981, al decimosegundo congreso de la Organización Deportiva Panamericana (ODEPA) efectuado del 29 al 31 de mayo de 1973 en Santiago de Chile.

La ocasión era importante para la dirigencia deportiva y política chilena, entre otros motivos, porque una comisión evaluadora de la ODEPA examinaría los preparativos de los VII Juegos Panamericanos de 1975 a desplegarse en la capital chilena. La presencia del irlandés Michael Morris, conocido como Lord Killanin por su título nobiliario, realzó el congreso, pero aumentó la exigencia sobre sus responsables. Más allá de su exitoso desarrollo, Killanin, que había sido elegido presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) el año anterior, entrevió en su paso por Chile la dificultad más acuciante a la que se enfrentaban los organizadores de estos Juegos. Su vaticinio acerca del evento, ligado al futuro del gobierno del socialista Salvador Allende, sería acertado.

La ODEPA había elegido a Santiago como sede de los Juegos en agosto de 1969, más de un año antes de que Allende asumiese la Presidencia. El democristiano Eduardo Frei, su predecesor, respaldó la candidatura santiaguina y ratificó su apoyo una vez que Santiago fue escogida. Sin embargo, los preparativos fueron parsimoniosos. Por ejemplo, recién en noviembre de 1970, el mes de la asunción de Allende, el poder legislativo aprobó una ley que destinaba dinero “para cumplir los fines de los Juegos Panamericanos de 1975”.

Con todo, la labor tampoco se aceleró notablemente durante el inicio de su Presidencia. En abril de 1972, Allende llamó “a que sacudamos la inercia […] no sólo para cumplir el compromiso que debemos cumplir en relación a los Juegos Panamericanos del año 1975 sino por el desarrollo de las actividades deportivas nacionales”. En este sentido, el primer mandatario propuso estimular una “revolución deportiva nacional” para que el deporte fuese “considerado como un derecho social” y anunció la acción coordinada del gobierno para construir las obras necesarias para los Juegos.

Al parecer, la parálisis se sacudió ligeramente durante 1972, ya que en su Mensaje al Congreso el 21 de mayo del año siguiente, a pocos días de que la ODEPA se reuniese en Santiago, Allende informó sobre la “iniciación de estudios para un vasto programa de obras que dicen relación con los Juegos Panamericanos”.

En ese sentido, Estadio explicó que “existían dudas por el atraso en las edificaciones, la consecución de los dineros, el alistamiento de los equipos humanos y otros menesteres”. Al mismo tiempo manifestó que, durante el congreso de la ODEPA, la Comisión Organizadora de los Juegos (COJ) tendría la oportunidad de aclarar “lo que hemos hecho y explicar cómo haremos lo que falta”. La revista ubicó a Killanin como espectador privilegiado del proceso evaluador.

El presidente del COI, que aprovechó la invitación al congreso de la ODEPA para realizar una extensa gira por Latinoamérica, arribó a Santiago el 28 de mayo, después de visitar Brasil, Uruguay y Argentina. Al otro día asistió a la inauguración. Allende, imposibilitado de acudir, le envió una placa conmemorativa por medio de José Tohá, ministro de Defensa y presidente honorario de la COJ, que representó al gobierno. Tohá aseguró ante los miembros de la ODEPA: “El deporte es una necesidad y un derecho en la comunidad”. También que las obras estarían listas, prometiendo: “Chile cumplirá en 1975”.

Por su parte, Sabino Aguad, presidente tanto de la COJ como del Comité Olímpico Chileno (COCH), así como director general de Deportes y Recreación del gobierno, expresó que una de las características que debía distinguir a los Juegos era la “de un esfuerzo colectivo para promover en el país un mayor desarrollo de la educación física y del deporte”.

Después de visitar las instalaciones deportivas para los Juegos y de recibir la relación de Pedro Ramírez Vázquez, presidente del Comité Olímpico Mexicano y miembro del COI, a cargo de la comisión evaluadora, la ODEPA confirmó a Santiago como sede de los Juegos. “Se tuvo fe –escribió Guerrero– en que todo estará a tiempo, aun con la demora que se aprecia en el momento”.

Este optimismo era compartido parcialmente por Killanin. En un informe de agosto recalcó la cooperación entre el gobierno y las instituciones deportivas chilenas. Killanin ejemplificó con el caso de Aguad. El informe también recalcaba que había dudas considerables sobre la capacidad de Santiago para organizar los Juegos debido a la situación política chilena.

Killanin dijo haber hecho averiguaciones discretamente que le indujeron a creer que no habría problemas mientras el gobierno de Allende “se mantenga unido y estos juegos unan al pueblo de Santiago”. No obstante, agregó: “Por supuesto existe el riesgo de un movimiento contrario al Gobierno en cuyo caso la situación puede cambiar”. Al respecto, a Killanin le comentaron un hecho que creyó digno de incluir en el informe: durante el segundo partido de la final de la Copa Libertadores entre Colo-Colo e Independiente de Argentina, jugado la noche del primer día del congreso de la ODEPA en el Estadio Nacional de Santiago, Allende fue silbado y abucheado cuando apareció en el palco presidencial.

Al concluir el congreso de la ODEPA, Killanin prosiguió la gira latinoamericana visitando Panamá, Colombia y México. Pocas semanas después de su regreso al Reino Unido, el 29 de junio, Allende sufrió un sangriento intento de golpe de Estado llamado Tancazo. Si bien fue sofocado, el alzamiento profundizó un cuadro de situación complejo.

Así y todo, la COJ continuó con su trabajo y el gobierno promovió un proyecto de ley estableciendo normas relativas a los Juegos. Menos de tres meses después, el 11 de septiembre, Allende fue finalmente derrocado por otro sangriento golpe de Estado que instaló a una Junta Militar de gobierno liderada por Augusto Pinochet, iniciándose una cruenta dictadura que se prolongaría hasta 1990.

El 1 de octubre, menos de tres semanas después del derrocamiento de Allende, los militares en el gobierno recibieron a Aguad, que expuso los preparativos realizados para los Juegos, y decidió cancelarlos por “la crítica situación económica que vive el país”. Asimismo, autorizó “que se gestione la postergación para 1977”. Irónicamente, la reunión tuvo lugar en el mismo edificio (UNCTAD III) en el que se había inaugurado el congreso de la ODEPA, que a partir del golpe de Estado pasó a ser la sede de la Junta de Gobierno.

A fin de octubre, el venezolano José Beracasa, presidente de la ODEPA y miembro del COI, visitó a miembros del poder dictatorial en ese edificio junto a directivos del COCH y de la COJ. Planteó la conveniencia de organizar los Juegos en Santiago en 1975 y señaló soluciones para abaratar su costo. La Junta Militar se comprometió a dar una respuesta definitiva en 48 horas. Beracasa declaró: “Serán unos juegos más modestos, pero se harán en Chile si el Gobierno lo autoriza”. La Junta no lo hizo, materializando el riesgo que había mencionado Killanin. Los Juegos fueron trasladados a la Ciudad de México.

En 2017, la ODEPA eligió a Santiago como sede de los XIX Juegos Panamericanos. Se espera que los inaugure Gabriel Boric, el actual Presidente socialista, este 20 de octubre, a 50 años del golpe de Estado y de aquella cancelación.