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Albert Schweitzer y la reverencia por la vida

Por: Maximiliano Salinas | Publicado: 11.05.2023
Albert Schweitzer y la reverencia por la vida Albert Schweitzer |
Seguimos con la obsesión por la desgracia, con un masoquismo desmoralizador, con la persistencia del acontecer infausto. Albert Schweitzer nos permite encontrar, entre todos, y con confianza en la humanidad, el espíritu optimista de la “reverencia por la vida”. Esta es la gran transformación cultural que requerimos.

Una de las personalidades humanistas más sobresalientes del siglo XX es el sabio, músico y médico en África Albert Schweitzer (1875-1965). Un hombre que siempre vivió en las fronteras de la vida cultural de su tiempo. Nació en Alsacia, en parte Alemania, en parte Francia. Asistió cuando niño a un templo que compartía liturgias católicas y protestantes. Fue filósofo y además eximio organista. Enseñó teología de la Universidad de Estrasburgo, y al mismo tiempo era estudiante de Medicina. Y, sobre todo, fue un puente de humanidad entre Europa y África, promoviendo la proximidad entre los pueblos más allá del agravio colonial.

Se dedicó a cuidar la salud de los pueblos africanos: un modo de mitigar la desgracia europea.

Schweitzer fue un sabio de sobresaliente buen humor, reconocido por su risa cordial, capaz de ver el lado cómico de todas las situaciones. Nunca creyó en los compartimentos estancos. A más edad más creyó en los ideales de la juventud. Siempre celebró la convivencia de todos los seres vivos: humanos y no humanos. Su misión médica en Lambarené (Gabón) fue frecuentada por humanos y animales.

Los africanos, la multitud de enfermos que sanó, lo consideraron un mago, le regalaban sus talismanes. Cultivaba la magia blanca. Le fue concedido el Premio Nobel de la Paz en 1952.

Schweitzer publicó estudios de teología y música, como sus conocidas obras sobre el Jesús histórico y Juan Sebastian Bach (El secreto histórico de la vida de Jesús; Juan Sebastián Bach: el músico poeta). Su obra más relevante en el campo de la filosofía promovió la “reverencia por la vida”.

La noción la comenzó a trabajar en África, donde vivió con su esposa desde 1913. Continuó desarrollándola durante la Primera Guerra Mundial, cuando fue hecho prisionero y llevado a un campo de concentración en los Pirineos. La formulación clásica de la “reverencia por la vida” se publicó exactamente ahora hace cien años. Fue su libro Civilización y ética. Filosofía de la civilización (München 1923).

El sabio y artista alsaciano considera que la filosofía de Occidente llegó a ser incapaz de formular en una ética categórica de afirmación de la vida. Esta ausencia arruinó su cultura y su destino. Occidente expresa una incivilización manifiesta, entre varias otras expresiones, en el horror de la Primera Guerra Mundial.

El pensamiento occidental -afirma Schweitzer- ha descartado el horizonte de la humanidad y de la vida de todos los seres humanos y no humanos, desde Aristóteles hasta Nietzsche. El cristianismo occidental, la ética escolástica, empequeñeció la figura de Jesús. La filosofía europea expresa tan sólo el modo de ser de una élite distanciada de los pueblos y del mundo animal, interesada nada más en la perspectiva de la ‘sociedad’ humana. Desinteresándose de toda la vida que hay en el mundo.

Esto conduce a un pesimismo en el que la vida pierde todo valor. “Que hemos caído en el pesimismo lo delata el que ya no se formule seriamente entre nosotros la petición del avance espiritual de la sociedad y el género humano. […] Ya no se ha de encontrar entre nosotros la verdadera afirmación de mundo y vida que llega hasta las profundidades de la naturaleza espiritual del hombre. Un pesimismo inconfesado nos viene consumiendo desde hace décadas”.

Es necesario concebir, y ¡sobre todo practicar!, la ética de “la reverencia por la vida”, que devuelve el optimismo a la humanidad y a todos los seres vivos. Hay que proclamar una concepción ético-optimista del universo. “La voluntad de vivir es más fuerte que los hechos pesimistas del conocimiento. Dentro de nosotros hay una instintiva reverencia por la vida, puesto que somos voluntad de vivir”. Sin la “reverencia por la vida” la humanidad se reduce a “cosas humanas”.

“Todos corremos más o menos el peligro de convertirnos en cosas humanas y no en personalidades”. Cosas humanas, víctimas de la violencia, incapaces de convivir pacíficamente. “Únicamente el modo de pensar que establezca el predominio de la actitud mental reverenciadora de la vida puede deparar a la humanidad la paz perpetua”.

Con este mensaje, el humanista alsaciano ofrece una oportunidad magnífica para pensar filosóficamente acerca de nuestra historia reciente de Chile. Para descifrar los últimos 50 años que vivimos desde 1973.

Lo que experimentamos entonces no sólo fue un impresionante descalabro político, un fatal ‘quiebre de la democracia’, como quedó expresado en nuestros manuales escolares de historia. Si concebimos en esos términos la memoria de medio siglo no alcanzamos a desentrañar las raíces éticas y culturales más ocultas de nuestro presente.

En el fondo fue la expresión del extravío de la humanidad: la constatación, con el desprecio e indolencia por la vida, del estado de incivilización alcanzado por Occidente en el siglo pasado, y que continúa en el siglo actual.

Con esa incivilización y ese pesimismo seguimos con la obsesión por la desgracia, con un masoquismo desmoralizador, con la persistencia del acontecer infausto. Albert Schweitzer nos permite encontrar, entre todos, sin excepción ninguna, y con confianza en la humanidad, el espíritu optimista de la “reverencia por la vida”. Esta es la gran transformación cultural que requerimos.

*En el centenario de su obra Civilización y ética. Filosofía de la civilización (1923-2023).
Maximiliano Salinas
Escritor e historiador. Académico de la Facultad de Humanidades de la USACH.