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La vía chilena al Socialismo de Salvador Allende (Primera parte)

Por: Marcelo Espinoza | Publicado: 12.08.2023
La vía chilena al Socialismo de Salvador Allende (Primera parte) Emilio Recabarren | twitter @AndresGiordanoS
“El socialismo no puede ser dictatorial por sus métodos, desde el momento que procura el respeto a valores de vida que exigen el régimen de la libertad (…) de ahí que no nos parezca posible separar el socialismo de la democracia, más aún: sólo utilizando los medios de la democracia puede el socialismo alcanzar sus fines sin que ellos se vean desnaturalizados”. (González E., Fundamentación teórica del programa del PS de 1947). Eugenio González es un visionario que va más allá de Gramsci, plantea la tesis del carácter democrático que debe tener el socialismo. Es un precursor de las banderas de Salvador Allende.

Históricamente, las revoluciones socialistas han sido revoluciones insurreccionales. Es el caso de la Revolución Rusa de 1917, la Revolución China de 1949, y posteriormente, la Revolución Cubana de 1959, cada una con sus derivaciones y características propias de cada país. Tienen también elementos en común, las tres se enfrentan a regímenes despóticos, no hay un régimen democrático vigente antes de la revolución.

Hasta los años 70 del siglo pasado, la llamada Vía Chilena al Socialismo no tiene precedentes históricos en ninguna parte del mundo. Hay autores en Chile que sostienen que fue una improvisación, un invento sin fundamentos y sin destino. Sostenemos la tesis contraria.

Cuando escriben los clásicos marxistas, a mediados del siglo XIX, no existían condiciones de desarrollo democrático de las sociedades que permitieran considerar como factible para el cambio social alguna otra alternativa distinta a la insurreccional. Las revoluciones que Marx y Engels pudieron presenciar y estudiar, son las revoluciones de 1848 a 1850 en Francia, y la Comuna de París, de 1871. Entonces los revolucionarios son derrotados con violencia en cruentos enfrentamientos armados.

Cuarenta y siete años más tarde, cuando Marx ya ha fallecido, Engels escribe un famoso prólogo al libro de Marx “Las Luchas de Clases en Francia de 1848 a 1850”. En este prólogo escrito en 1895, Engels se refiere a la evolución de las sociedades europeas en los últimos cuarenta y siete años, y destaca las diferencias con el periodo en que escribió Marx. Como la complejidad de las sociedades europeas de ese momento, más evolucionadas. Se detiene en las emergentes capas medias, las que, según su visión, ya no tomarán parte de la lucha en forma homogénea junto al proletariado, sino que aparecerán a futuro siempre divididas entre la burguesía y el proletariado.

Sostiene que, en una sociedad cada vez más compleja, como los países europeos en los que basa su análisis, ya no es posible una revolución en que una minoría consciente derrumba el poder vigente, y enfatiza por ello, que es menester ganar la conciencia de la gran masa del pueblo. En estas sociedades, con mayores libertades afirma, es válido avanzar dentro de la legalidad vigente y no dejarse arrastrar al combate directo. Y este avance de los revolucionarios no podrán detenerlo los sectores dominantes, salvo, “rompiendo ellos mismos la legalidad vigente”. Engels escribe en Alemania, 78 años antes de 1973 en Chile.

Pero Engels logra ver tan sólo los comienzos de las democracias más avanzadas. Será Gramsci, quien 35 años más tarde podrá referirse con mayor fundamento a la transformación revolucionaria posible en una sociedad con mayor desarrollo democrático. Estando Antonio Gramsci preso en Italia en la cárcel de Mussolini, escribe sus “Cuadernos de la Cárcel”, entre 1929 y 1935. Ha sido testigo de los fracasos de las revoluciones en Europa entre 1919 y 1923, aplicando las tácticas bolcheviques y creando soviets por doquier. Para Gramsci, estos fracasos confirman la existencia de diferencias estructurales de fondo en las sociedades europeas, que hacen que no sea factible una vía única, universal al socialismo.

Gramsci postula entonces que en sociedades despóticas, en donde el orden social carece de legitimación porque el Estado representa solo la represión y la fuerza, solo allí es posible el éxito de una estrategia insurreccional, en que una fuerza revolucionaria “cerca la fortaleza del Estado y lo captura”, en un acto único de ruptura.

Por el contrario, en las sociedades caracterizadas por la complejidad y heterogeneidad de su sociedad civil, con un desarrollado sistema de instituciones políticas, una pluralidad de grupos de intereses, culturas e ideologías, en donde las clases hegemónicas mantienen un poder legitimado por la vía del consenso, en esas sociedades no existirían las condiciones para una estrategia insurreccional.

El poder del Estado se basa allí en la coerción, pero también en el consenso. Existe una hegemonía ideológica, que se expresa en el consenso social. En tales sociedades la transformación revolucionaria, según Gramsci, debe seguir otro camino, el de la gradualidad y la conquista de la hegemonía a través de una confrontación política, ideológica y cultural, orientada a conquistar la mayoría.

En nuestro país, la Vía Política o Vía Chilena al socialismo, no es un invento de 1970, tiene sus raíces muy atrás en la historia. El primer planteamiento respecto a un camino diferente para el socialismo en Chile, es de Luis Emilio Recabarren (fundador del movimiento obrero) a principios del siglo pasado. En 1912, Recabarren escribe un folleto de difusión, en el que anticipa cómo se realizará el socialismo, según su visión:

“La táctica se desarrollará en cada país, según su ambiente atávico, y según las modalidades de cada pueblo y las conveniencias locales (…) Toda esta acción la realiza actualmente el socialismo usando para ello los medios legales que cada nación flanquea, esto cuando las naciones tienen organización constitucional. En los países despóticos como Rusia, los socialistas se han visto forzados a una obra violenta para poder conquistar las libertades democráticas… El socialismo se realizará por esos medios, en forma metódica y poco a poco”. (Recabarren, “El socialismo, Qué es y Cómo se realizará”, 1912). Recabarren vislumbró 60 años antes, la vía chilena al socialismo.

Posteriormente en Chile, en 1946, el Congreso del Partido Socialista encarga la redacción de un nuevo programa al dirigente Eugenio González. El Programa de 1947 de este partido tiene la impronta humanista de González, que veía al socialismo como un imperativo de la conciencia moral. Su concepción del socialismo es democrática, y no concibe un Estado totalitario. También los medios para alcanzarlo no deben contemplar métodos dictatoriales. El socialismo es inseparable de la democracia, debe profundizarla, al contrario del socialismo soviético:

“El socialismo es revolucionario. La condición revolucionaria del socialismo radica en la naturaleza misma del impulso histórico que el representa. No depende por lo tanto, de los medios que emplee para conseguir sus fines. Sean estos cuales fueren, el socialismo es siempre revolucionario, porque se propone cambiar fundamentalmente las relaciones de propiedad y de trabajo como principio de reconstrucción completa del orden social”.

“El socialismo no puede ser dictatorial por sus métodos, desde el momento que procura el respeto a valores de vida que exigen el régimen de la libertad (…) de ahí que no nos parezca posible separar el socialismo de la democracia, más aún: sólo utilizando los medios de la democracia puede el socialismo alcanzar sus fines sin que ellos se vean desnaturalizados”. (González E., Fundamentación teórica del programa del PS de 1947). Eugenio González es un visionario que va más allá de Gramsci, plantea la tesis del carácter democrático que debe tener el socialismo. Es un precursor de las banderas de Salvador Allende.

Desde su participación en el Frente Popular de 1938, el Partido Comunista concibe su acción política y sus tesis ideológicas en torno al objetivo de conformar alianzas sociales amplias, actuando dentro de los marcos del sistema político. El primer planteamiento precursor de la vía político-institucional se produce en agosto de 1952, en la Novena Conferencia Nacional del PC, en plena clandestinidad, con la política del Frente de Liberación Nacional.

Esta política considera la formación de una coalición amplia que agrupe tanto a partidos obreros como a sectores progresistas, con un programa de gobierno que contemple transformaciones estructurales y con la conducción de los sectores populares.

Luego, en abril de 1956 se desarrolla el X Congreso Nacional del PC, en donde se aprueba un nuevo programa que, en síntesis, contempla: la unidad del movimiento obrero y de todas las fuerzas democráticas y progresistas, para realizar en Chile la revolución antimperialista, antioligárquica y agraria. Por primera vez, se plantea el tema de las vías de la revolución: “En lo que a Chile se refiere nosotros comunistas, basándonos precisamente en las condiciones históricas concretas de nuestro país, hemos llegado a la conclusión de que aquí la vía más probable del desarrollo revolucionario es la vía pacífica (P Comunista, Informe al X Congreso, 1956).

Estos son los fundamentos históricos de la Vía Chilena al Socialismo que encarnará Salvador Allende en 1970.

Marcelo Espinoza
Magister en Ciencia Política.