Avisos Legales
Opinión

¿La superioridad moral de la izquierda?

Por: Felipe Navarro Rojo | Publicado: 30.11.2023
¿La superioridad moral de la izquierda? Giorgio Jackson | Agencia Uno
Lo central es que no existe un error en estar convencido que los principios a los que uno suscribe son, efectivamente, los mejores. En esto, no son diferentes las derechas ni las izquierdas, donde la superioridad de uno y otro queda a la conciencia personal. No obstante, la falta de humildad puede escalar a un problema político. La soberbia, sobre todo en Chile, es frecuentemente castigada. Tal vez sea mejor oír en esto a la sabiduría popular, que advierte que a quien predica moral se le juzgará con la misma vara, o más precisamente aún, que recomienda -con infinita prudencia- no escupir al cielo.

En agosto de 2022, el entonces titular de la SEGPRES Giorgio Jackson dijo en una transmisión en vivo “Nuestra escala de valores y principios en torno a la política no solo dista del gobierno anterior, sino que creo que frente a una generación que nos antecedió, que podía estar identificada con el mismo rango de espectro político, como la centro izquierda y la izquierda, yo creo que estamos abordando los temas con menos eufemismos y con más franqueza”. La declaración causó pronta polémica y una generalizada irritación desde los adversarios políticos de la derecha, acusando al ministro Jackson de tener una supuesta “superioridad moral” por sobre los demás. Los críticos vieron en las palabras de Jackson una moralina frentamplista, una superioridad adolescente, que se ha visto reflejada en diversas publicaciones y opiniones.

Más allá de si el entonces ministro internamente se creía o no moralmente superior a la izquierda tradicional, el efecto en el discurso público fue pintar un retrato soberbio de la nueva izquierda. No hay duda que el riesgo de hablar desde las alturas es la previsible posibilidad de caerse. Los más recientes casos de corrupción, como el caso de Democracia Viva, no solo desprestigian a un sector entero, sino que suman a más ciudadanos a encontrar razones para la apatía y el cinismo, que fundamentados en la sentencia “son todos iguales”, disfruta en ver caer a aquellos que se pensaban mejor que los demás. Siendo franco, existe un elemento legítimo de denunciar a quien se percibe de superior desde el plano moral, porque a nadie le cae bien quien te mira desde arriba. Ya desde abajo, interpelado masivamente por sus dichos, Jackson pidió disculpas.

Sin perjuicio de lo anterior, valdría la pena indagar un poco más en qué significa esta resistencia a la superioridad moral. No debemos olvidar que la afirmación de que hay principios morales mejores que otros es un elemento casi consustancial de la política. Todos los sectores políticos han padecido o pueden padecer sus excesos, porque hasta cierto punto parece ineludible evaluar moralmente nuestra relación con el resto de las personas. A fin de cuentas, las creencias que sostenemos ¿no las defendemos, en algún sentido, porque creemos que son mejores que otras?

La moral y ética tratan sobre las conductas que nos debemos los unos a los otros, los deberes y obligaciones a los que estamos recíprocamente sujetos. Es decir, cuando juzgamos una conducta moral o inmoral nos estamos comprometiendo a una vida en común. Eliminar esta dimensión moral del discurso político podría ser muy problemática. Al preguntarnos si existe una altura moral de la izquierda, la respuesta negativa supondría que todas las tradiciones políticas compiten en equivalencia. Así, por ejemplo, un grupo político conservador que busca preservar un modelo de familia tradicional, para quienes el matrimonio es un vínculo entre un hombre y una mujer, no podría distinguirse de grupos que defienden los derechos de familias homoparentales. Si lo anterior es cierto, caemos en el riesgo del relativismo moral, conforme la cuál las convicciones más profundas se reducen a meros gustos personales. Así como cada persona tiene un sabor de helado favorito, las ideologías no serían más que gustos. Esta imagen amoral distorsiona profundamente cómo funciona de hecho la política donde no hay solo preferencias, sino derechos en disputa.

Si nos tomamos en serio la moral y la política, debemos rechazar el relativismo. Lo cierto es que la persona que vive según sus creencias sí cree que estás son superiores, o a lo menos, mejores que otras. En el caso particular de la izquierda o de las fuerzas progresistas, no es difícil enlistar una serie de valores que conforman su escala moral. Aventuro los siguientes como ejemplos no taxativos: dignidad de toda persona y respeto por los Derechos Humanos; el respeto del principio de igualdad, no solo formal, sino también material; el compromiso con el feminismo; la solidaridad como forma de articular la organización humana y económica; la horizontalidad en las relaciones de poder; el compromiso irrestricto con la democracia; y organización de las actividades productivas con respeto al medioambiente. La persona que se dice de izquierda, se espera, suscribe de alguna manera a estos valores.

Lo interesante es que cada persona habita distintos círculos y el ejercicio de los valores puede variar. No es lo mismo el ciudadano común y corriente que el que milita en algún partido político o un funcionario público, los dos últimos voluntariamente han entrado en una vida en la que se espera más de ellos. Lo anterior puede aplicarse en términos generales, sin distinción de militancia. Por ejemplo, se espera de un buen militante de la UDI o del PS, como tal, proactividad y cierta lealtad con el partido. Esperamos, en general, que un militante tenga principios morales concordantes con su ideología, de lo contrario, la política se reduce a un mero juego de poder. De forma similar, aunque por otras razones, un funcionario público no solo se sujeta a la moral que profesa, sino también al principio de probidad (que tiene reconocimiento constitucional en su artículo 8°) el cual le exige más que a un ciudadano común o un trabajador particular.

Volviendo a los dichos de Jackson ¿cuál fue el problema que lo llevó a pedir disculpas? Aunque la respuesta de las derechas pudo ser exagerada (quienes ni se pronunciaron cuando el entonces candidato transandino Javier Milei afirmó la superioridad moral de la derecha), algo de razón hubo en señalar su incomodidad con los dichos del ex ministro. El problema de Jackson fue que el tono marcó una distancia que no permitía el vínculo con otras fuerzas políticas y no solo con los adversarios políticos (Chile Vamos), sino también con quienes podían ser sus aliados (la Nueva Mayoría).

La moral, ese conjunto de valores y prácticas de vida, debe ser un discurso que invite a los demás a compartirlos y la forma en que lo dijo parecía dejar cerrada la puerta a otras personas. El problema, entonces, no era la superioridad, sino la soberbia. Uno puede estar seguro de su escala de valores, pero también debe ser humilde de saberse que estas pueden cambiar, ante el riesgo de caer en el dogmatismo. El caso mostró que la falta de modestia no es solo un problema moral, sino que también político, sobre todo cuando el político profesional quiere (y debe) formar alianzas. Con todo, hay que reconocer que Giorgio Jackson sí mostró altura moral cuando posteriormente admitió el error y se disculpó, actitud en que pocas veces han ejercido sus adversarios.

Lo central es que no existe un error en estar convencido que los principios a los que uno suscribe son, efectivamente, los mejores. En esto, no son diferentes las derechas ni las izquierdas, donde la superioridad de uno y otro queda a la conciencia personal. No obstante, la falta de humildad puede escalar a un problema político. La soberbia, sobre todo en Chile, es frecuentemente castigada. Tal vez sea mejor oír en esto a la sabiduría popular, que advierte que a quien predica moral se le juzgará con la misma vara, o más precisamente aún, que recomienda -con infinita prudencia- no escupir al cielo.

Felipe Navarro Rojo
Abogado, U. Chile. Magíster en Pensamiento Contemporáneo: Filosofía y Pensamiento Político, UDP.