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Medicina narrativa: Una poderosa herramienta para el cuidado

Por: Pamela Jofré Pavez | Publicado: 24.01.2024
Medicina narrativa: Una poderosa herramienta para el cuidado Imagen referencial | AGENCIAUNO
En la Universidad de Valparaíso, desde el año 2017, estas habilidades se practican con los estudiantes de Medicina. En 2018 se crea el laboratorio de Medicina Narrativa, que además de enseñar y practicar estas metodologías con los futuros profesionales, analiza sus textos para intentar comprenderles.

Somos frágiles, tempranamente dependientes de otros, llegamos humildemente a este mundo necesitando el cuidado. Sin darnos cuenta la juventud y los paisajes que comienzan a poblar nuestra existencia nos alejan de la percepción de vulnerabilidad, salvo excepciones.

La historia de nuestras vidas se va armando sin que lo hagamos tan consciente. Hablamos de nosotros mismos, nos contamos esa historia hasta en sueños, sin embargo, para algunos precozmente y para otros no tanto, la enfermedad interrumpe nuestro relato biográfico. Lo que nos sucede, eso que pone a prueba lo que sentimos y pensamos de nuestra existencia y lo que nos rodea, se exprime al máximo en una enfermedad.

En los centros asistenciales donde nos atendemos y en nuestras interacciones con distintas personas, en esos espacios comienza a desplegarse un nuevo lenguaje, ese que pertenece al «país de los enfermos», como diría la escritora norteamericana Susan Sontag.

Quienes enfermamos vamos siendo testigos de cómo se intenta expresar el padecer a través de un lenguaje que era ajeno, que no nos pertenecía. Sin ser expertos intentamos explicar a otros la mancha en estudio, el pie diabético, la hipertensión descontrolada, etcétera, tantas palabras complejas, vacías de significado, que asimilamos repentinamente para adaptarnos a un nuevo contexto, para seguir estando presente y no ser olvidados

Pero estar enfermos es algo más complejo, es una situación que de alguna forma nos moviliza a vivir de un modo que quizás no hubiésemos descubierto sin haber padecido una experiencia tan radical, una experiencia que no se puede contar apropiadamente mediante el lenguaje prestado de la medicina tradicional.

Esa interrupción de nuestro relato biográfico, lo que esencialmente nos sucede por una enfermedad no se puede expresar sino en nuestro propio lenguaje, con el significado que damos y hemos de dar a esas nuevas experiencias, con nuestras palabras, exquisitamente seleccionadas por el sentido que atribuimos a ellas.

Estas ideas vienen siendo observadas como una nueva crisis de la medicina desde la segunda mitad del siglo XX y coincide con el enorme desarrollo tecnológico. Son más y mejores prácticas médicas que nos tienen a todos expectantes de vivir más de 80 años, y por ello las consideramos exitosas, no obstante, no termina de cerrarnos la idea de ser un objeto para la medicina.

Cuando enfermamos quisiéramos arribar al espacio sanitario con todo, donde importe quiénes somos, de dónde venimos y a qué le otorgamos sentido en nuestra vida. Idealmente que todo ello pueda ser absorbido como un conocimiento genuino y útil para que nos comprendan y ayuden de mejor forma.

Estos deseos fueron las principales inspiraciones para que se desarrollara a fines del siglo XX la medicina narrativa, una poderosa herramienta que ayuda a los profesionales de la salud a entender mejor lo que viven las personas cuando enferman. No es una nueva rama de la medicina, sino una habilidad que incorpora saberes antiguos o más bien prácticas de la medicina de antaño.

Ella se fundamentó en conocimientos acuñados y desarrollados en los comienzos del mismo siglo por filósofos, quienes mostraron la importancia de la subjetividad y su rol complementario al conocimiento puramente científico y objetivable, para entender profundamente al ser humano.

La disciplina se alimentó en lo que hoy conocemos como giro narrativo y pronto se transformó en un método para poder enseñar competencias en ese ámbito a los futuros profesionales y también pacientes, brindándoles herramientas para entrar a una exploración más profunda de lo que les sucede, y que eso sea incluso parte complementaria de sus cuidados.

Se trata de un exploración que intenta habilitar a profesionales del ámbito sanitario a ser una especie de «expertos en historias», dado que los conocimientos biomédicos no son suficientes para comprender las narrativas del padecer. A pesar de vivir la misma enfermedad, la historia de esa dolencia siempre será particular, porque se nutre de las diversas vivencias de cada persona.

Quienes aplicamos la medicina narrativa nos valemos de la utilización del arte en todas sus expresiones, desde la lectura de textos literarios hasta el visionado grupal de películas y documentales. Siempre a partir de dos grandes perspectivas: la atención plena, para dejar fuera todo prejuicio, y la dimensión relacional.

Al dejarnos interpelar por narraciones en distintos formatos buscamos captar lo que ellas nos quieren decir, cómo la interpretamos y las diferentes perspectivas que ello puede tener. De esta forma, nos enriquecemos con lo que otros han comprendido y finalmente nos expresamos a través de la escritura reflexiva.

Escribir se convierte en un ejercicio de cuidado mutuo, dado que al entendernos a nosotros mismos como cuidadores y a aquello que nos sucede cuando somos testigo del sufrimiento, vamos dándole sentido a nuestras prácticas, a nuestros miedos de equivocar y a nuestras emociones. Por ejemplo, cuando un paciente y su sufrimiento nos recuerda a un hijo o hija, o a nuestros padres y no sabemos cómo conducir nuestras emociones.

A los pacientes la narración les está poco permitida, sólo la podríamos encontrar en sus mentes, en sus silencios. Pero gracias a que la medicina narrativa se está expandiendo en los espacios sanitarios, algunos pacientes están comenzando a escribir sus experiencias de enfermar y con ello iniciando un proceso de autoexploración que les ayuda a reconfigurar sus existencia y a valorizar lo bueno que han experimentado. Aunque muchas veces partan con un «caos narrativo», escribir les da una nueva herramienta de cuidado de sus propias vidas.

En la Universidad de Valparaíso, desde el año 2017, estas habilidades se practican con los estudiantes de Medicina. En 2018 se crea el laboratorio de Medicina Narrativa, que además de enseñar y practicar estas metodologías con los futuros profesionales, analiza sus textos para intentar comprenderles. También ha iniciado una vinculación con la comunidad externa a través de talleres, cursos y guías de medicina narrativa pensadas para el trabajo sanitario con personas mayores y los cuidados paliativos.

En este 2024 celebraremos seis años de existencia y nos preparamos para desplegar todo lo aprendido y ponerlo a beneficio de quienes nos quieran acompañar en la Séptima Jornada de Medicina Narrativa, la que incluye conferencias, talleres y espacios de reflexión. Para mayor información dirigirse al siguiente enlace (ver link).

Pamela Jofré Pavez
Gastroenterologa Infantil, especialista en medicina narrativa y bioética. Directora del Laboratorio de Medicina Narrativa de la Universidad de Valparaíso.