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Carlos Ruiz, ideólogo del FA y candidato constituyente: «No se le puede atribuir ningún liderazgo a Paula Narváez, fue seleccionada por un dedazo»

Por: Natalia Figueroa | Publicado: 04.03.2021
Carlos Ruiz, ideólogo del FA y candidato constituyente: «No se le puede atribuir ningún liderazgo a Paula Narváez, fue seleccionada por un dedazo» A_UNO_1031154 |
Uno de los ideólogos del Frente Amplio y hoy candidato constituyente por el distrito 10 representando a Comunes, habla en entrevista con El Desconcierto sobre sus propuestas, la ausencia de proyecto común en la izquierda y la urgencia de construir una hoja de ruta que tenga por delante a los actores de la sociedad civil como protagonistas.

Las propuestas por el distrito 10 de Carlos Ruiz Encina, sociólogo y presidente de la Fundación Nodo XXI, van de la mano de las reflexiones y análisis que ha hecho posterior al 18 de octubre. Especialmente, asegura, en las nuevas formas de distribución del poder y el protagonismo de las organizaciones de la sociedad civil que están liderando las transformaciones en el país.

Ruiz, en su carrera por llegar a la Convención Constituyente, toma distancia de otras figuras de la oposición que también han asumido este desafío. Ve una oposición fragmentada, incluyendo al Frente Amplio (FA), del cual es uno de sus ideólogos, donde hay diversos intereses, incluso, vínculos con la élite empresarial cercanos a la ex Concertación. Mientras no se transparente a qué oposición representan los candidatos, dice en entrevista con El Desconcierto, no están las condiciones para tender puentes.

¿En qué están enfocadas tus propuestas?

-Están fundadas sobre todo en evitar una situación que me parece que es muy compleja, que es la fragmentación de la izquierda y de las organizaciones sociales. Hay una derecha que está mucho más articulada, una derecha formal, política, pero también empresarial. Incluso, cierta élite de la Concertación que está vinculada a la captura empresarial, en las AFP, en las sanitarias, que se van a oponer a las transformaciones y, en ese sentido, hay una carencia de estrategia común.

-¿Qué lo ha provocado?

-Creo que eso tiene dos orígenes distintos: el primero, tiene que ver con las fuerzas políticas en sí que están muy debilitadas, me refiero a la izquierda y al FA, que no estuvieron al frente en el estallido social. Hay un desanclaje complejo porque lo que explotó es un nuevo mapa social y cultural chileno que vive las propias transformaciones neoliberales. Ya no se trata de la vieja base social que tiene sus propias organizaciones, son nuevas formas de articulaciones donde algunas bases del FA están vinculadas, pero la burocracia no estuvo como tal en la conducción. En cuanto a las fuerzas sociales, se trata de un enjambre enorme que ha venido madurando por formas de resistencias muy agudas ante la expansión del neoliberalismo que generalmente son movimientos de una bandera, centrados en una causa y tienden a mostrar una fragmentación comprensible, que es propio del estado de maduración en el que se encuentran. Es el surgimiento del «Nuevo Pueblo», como lo he llamado.

-Y en un proceso constituyente en curso y previo a las elecciones, ¿cómo se enfrenta eso?

-Me parece, y quizás puede ser polémico con cierta izquierda más preocupada de aspectos constitucionalistas, que el dilema no es tanto como en los años de la transición entre el Estado y el mercado. Muchas veces a más Estado no hay menos mercado, sino que hay más Estado porque es el que subsidia la acumulación privada que reemplaza a los viejos servicios públicos, las universidades privadas, las clínicas privadas que viven del gasto social. No es solo eso y quedarse ahí es una idea de izquierda muy atrasada frente a la transformación neoliberal que ha ocurrido.

Tampoco se trata de mejorar las reglas representativas, lo que han llamado la «sala de máquinas», las formas de manejar la representación de los partidos y del Parlamento, los quórums que se exigen y los cambios a la Constitución de 1980. Hay que poner el eje en más sociedad, en el fondo, lograr un estatus institucional en las formas de organización de la sociedad social que les permita incidir en las nuevas formas de distribución del poder.

-¿Cómo se hace esto? 

-Pongo un ejemplo. En el caso de la democratización del suelo urbano las ciudades se construyen al antojo de la Cámara Chilena de la Construcción y las inmobiliarias y no hay ningún contrapeso efectivo de la ciudadanía que tenga estatuto de reconocimiento institucional. Nosotros tenemos que sancionar que esas cuestionen se procesen como conflictos de intereses legítimos con formas de reconocimiento para la ciudadanía. En ese sentido, la Constituyente no es el punto de consagración de todo esto, sino que el de partida para que la ciudadanía impulse estas transformaciones de aquí en adelante y las inmobiliarias tengan que reconocerlas legal e institucionalmente. También es el caso de las recursos naturales, en las comunidades semiurbanas como Petorca, donde las dejan sin agua, el dilema nuevamente no es Estado y mercado, sino que podemos pensarlo en formas de propiedad comunitaria para esos recursos y no necesariamente la estatización como algunos siguen pensando, sino que es legitimar las formas de asociatividad comunitaria.

-Sumado a eso, ¿se deben implementar instancias de democracia directa? 

-Me parece que deben existir comisiones e instituciones en las que esté legalmente sancionada la participación vinculante de estas formas de organización de la sociedad civil. Aquí las formas empresariales que, en el fondo, han capturado y monopolizado las oportunidades, los patrimonios y las ganancias, van a tener que sentarse a dialogar obligadamente. Eso quiere decir que lo que hace la Constituyente es abrirle las puertas a un proceso mediante el cual la participación de la sociedad civil inicia el proceso de desmantelamiento del neoliberalismo. Me preocupa que lleguemos con una especie de lista de supermercado donde la derecha nos va a cercar y va a decir que vamos a negociar esta mitad y esta otra no, lo que significa dejar al movimiento social afuera.

-Con lo que va del proceso constituyente, ¿se han cumplido tus expectativas de esta etapa?

-No y me preocupa porque ha primado la fragmentación. Creo que hay llamados de unidad que me parecen que son vacíos y complejos, por los cuales puedo polemizar fraternalmente y con respeto. Por ejemplo, cuando [Jorge] Baradit llama a la unidad es importante que se diga de qué unidad se está hablando. En la élite de la Concertación hay una captura empresarial: de Viera Gallo y Ximena Rincón, con las AFP; de Guillermo Pickering y las concesiones que dejaron sin agua a Osorno; los Walker, en Petorca; Soledad Alvear y Nicolás Eyzaguirre, que son empleados del grupo Lucksic que pasaron al gobierno de [Michelle] Bachelet; la figura de René Cortázar, que está en la misma lista a la que llaman a hacer unidad que es el mismo contra las políticas contra los trabajadores financiados por las grandes empresas. Entonces, ¿de qué unidad estamos hablando? Es necesario que despejen estas cosas porque es una unidad abstracta que al final es una trampa porque nos estamos vinculando con una élite de la Concertación.

El dilema de la izquierda

-¿Cómo has visto el rol de la izquierda y, en particular del Frente Amplio, posterior al estallido social?

-El 18 de octubre es una revuelta que no tiene representantes, ni banderas políticas, ni oradores y que tampoco está representado por las viejas organizaciones sociales. Ahí es donde he tratado de advertir que ha surgido un «Nuevo Pueblo» que resulta de una gran transformación del capitalismo, que es lo que conocemos como neoliberalismo. Esa rebeldía expresa una falta de representación política donde ni la izquierda ni el Frente Amplio, que son las fuerzas con las que me interesa dialogar, aparecieron con un anclaje suficiente en esta rebelión. Me parece que es justo diferenciar que las burocracias del FA quedan muy atrapadas en las viejas prácticas electorales y hay que diferenciar que muchas de las bases del FA sí estuvieron vinculadas a la revuelta, a los feminismos, a las coordinadoras, a los movimientos ambientalistas que concurren en esta gran rebelión. Me parece que es hora de salir de la suerte de superar una visión de la política que es de la Concertación. El régimen político de la transición fue arrollado por el «Nuevo Pueblo».

-¿Cómo definirías el momento político que atraviesa el FA?

-Me parece que es un momento en que hay que sentarse a discutir enfocando la propuesta y no diluirse en otros elementos. Creo que solo eso va a evitar que avance la derecha y no se puede seguir eludiendo esa decisión de fondo. Incluso, el momento de los proyectos presidenciales puede ser un buen espacio para convertirlo en eso. No tengo ninguna duda de la idoneidad de Gabriel Boric y del propio Daniel Jadue, pero el problema no es la persona, sino que un proyecto de transformación para enfrentar el agotamiento del modelo neoliberal extremo que conocemos en Chile. Insisto en que tiene que ver con el problema de cómo construimos una nueva forma de proyección y de ampliación de la nueva sociedad civil porque eso representa un proceso de acumulación de formas sociales nuevas porque, en definitiva, más que Estado versus mercado es poner más sociedad, que es el gran actor de la transformación antineoliberal. En eso, el FA y la izquierda deben reaccionar y ponerse de acuerdo en fijar una estrategia común que es urgente.

-¿Fijar una figura presidencial que aúne fuerzas al interior del FA subsanará parte de esa fragmentación?

-Mira, al contrario, creo que el problema más que la figura, porque encuentro que como candidatos tienen grandes capacidades, pasa por el proyecto, la estrategia para enfrentar el problema del neoliberalismo. Pero para la sociedad ya hizo crisis. Mi mayor preocupación es que estamos ad portas de que se entre en una crisis social y que se entre en una crisis política prolongada.

-Y la opción de Gabriel Boric, ¿qué te parece? Tiene que juntar firmar en un tiempo récord en caso de presentarse como candidato para las primarias legales.

-Es que eso nos lleva a otro lado de la discusión que nos hace ignorar el otro problema, que es como construimos la proyección de las fuerzas sociales que van a hacer las transformaciones. Invertiría la discusión y sometería la discusión electoral a la estrategia y no lo contrario porque siempre estamos corriendo a última hora: que el Servel nos baja la cortina, que es lo que ha pasado en la política chilena de los últimos 30 años y de lo cual la gente está cansada. En cambio, debemos aparecer con un proyecto que efectivamente le dé garantía a la gente, con el cual vamos a ampliar su espacio, su capacidad de determinación y resguardar sus organizaciones para que se proyecten en la nueva institucionalidad para que se legitimen sus nuevas confrontaciones y contradicciones. Por ejemplo, que tengan estatutos legales los conflictos de la nuevas formas de explotación. Un ejemplo. ¿Hasta qué punto el crédito se ha convertido en una extensión del salario porque la gente paga con la tarjeta de Falabella el dentista? Eso termina en los tribunales de justicia como deudas de consumo, pero no el consumo de bienes de consumo. En el fondo, está actuando para paliar el déficit de servicios de protección social. Nada de eso tiene estatuto legal y termina judicializado.

-¿Crees que las cartas que han surgido en la izquierda para las presidenciables en estos últimos meses, como el liderazgo que está asumiendo Paula Narváez, logren unir a la oposición?

-Primero, no creo que exista una oposición. Si vamos a definir que todo lo que está en contra de este gobierno es una sola oposición solo por el hecho de estar en contra de Piñera, estamos confundiendo cosas. Creo que es un debate que fraternalmente se debe aclarar, como ha dicho Baradit. Hay enormes sectores de la Concertación que están sometidos a la captura empresarial, como lo dije antes. Con eso no hay posibilidad de unidad de una política que busca transformar y terminar con el neoliberalismo, porque tienen distintos intereses. No me queda claro si somos una sola oposición, más bien me parece que no y creo que es algo que se debe transparentar. No estoy en el mismo bando que René Cortázar, él más bien está en el bando de los grades grupos económicos. Lo otro es que no se le puede atribuir ningún liderazgo a Paula Narváez, ella fue seleccionada por un dedazo y ahora no queda claro ningún liderazgo. Ella, como Heraldo Muñoz, siguen insistiendo en negar el origen de la crisis social que ha ocurrido en este país y que ha sido tan fuerte, tan cara en términos de violaciones a los derechos humanos, de mutilados, de asesinados. Que me digan qué opinan ellos para poder conversar porque lo que han hecho ha sido negarlo.

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