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Emilia Schneider, candidata al D10: “Hay que tomar con mesura las encuestas y medios”

Por: Camila Torres | Publicado: 06.11.2021
Emilia Schneider, candidata al D10: “Hay que tomar con mesura las encuestas y medios” Emilia Schneider | Agencia Uno (archivo)
La candidata a diputada por el distrito 10 dice que hay personas que buscan «que hables de ti en un rol de víctima, más de padecer que como sujeta política que propone cambios y busca hacerse cargo de las problemáticas que vive». En conversación con este medio, la activista de Comunes advierte, además, sobre el impacto de las encuestas y medios en las elecciones y ofrece una mirada de derechos sobre el camino que debe seguir Chile en los próximos años.

Un nuevo desafío electoral enfrenta Emilia Schneider, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) en 2019 y ex candidata a la Convención Constitucional. La activista y feminista actualmente está en carrera por un cupo en la Cámara de Diputados y Diputadas por el distrito 10.

En entrevista con El Desconcierto, dice que busca abrir un espacio de representación para las mujeres, disidencias y diversidades sexuales. Desde el movimiento feminista y las organizaciones políticas, Emilia ha construido su camino hacia el poder legislativo. Schneider es militante de Comunes, partido del Frente Amplio (FA) e integra la lista parlamentaria de Apruebo Dignidad.

Hoy, cuenta qué la impulsó a volver a una candidatura y cuáles son los desafíos que tendrá que enfrentar como mujer en política.

¿Qué te motivó a volver a postular como candidata?

Creo que (algo) muy similar a lo que me motivó la elección anterior. Estamos en un momento de transformaciones, en un período histórico súper importante, en el cual tenemos que haber representantes que hemos sido parte de las luchas sociales del último tiempo por cuestiones como la educación, la salud, las pensiones y los derechos sociales en general. Justamente, dando esas peleas en el Congreso.

También creo que es importante que las disidencias sexuales, las diversidades sexuales, tengamos representación. En ese sentido, es una cuestión bien parecida a nuestra primera campaña, donde hacíamos un llamado, de alguna manera, a hacer historia llevando por primera vez personas trans al Congreso. Nos parece una cuestión importante, es una deuda que también queda con la (Convención) Constitucional, porque justamente ahí no pudimos ingresar pese a haber tenido muy buenas votaciones a personas trans, para representar esas voces.

Entonces, de alguna manera, la motivación es esa. Es representar a voces que han sido históricamente excluidas de la política, como los movimientos sociales, las mujeres, las diversidades sexuales, los sectores populares. Esa es la motivación, y por supuesto, seguir aportando al proyecto Apruebo Dignidad, a un eventual gobierno del mismo, que me parece muy importante que tenga una bancada que se la juegue por las transformaciones y que, al mismo tiempo, le dé espacio a la acción y a la expresión de las organizaciones sociales que han hecho posible este momento que estamos viviendo.

Sobre lo que decías de la deuda que quedó con la representación de las disidencias dentro de la Convención Constitucional, ¿aún mantienes esperanzas en el proceso?

Solo para aclarar, yo no creo que haya una deuda con las disidencias en general. Creo que en particular una con las personas trans porque no nos pudimos integrar, pero yo sí valoro y mantengo harto diálogo con lo que hacen las y los constituyentes LGTBIQ+ en el proceso. Tengo muchas esperanzas. Me ha tocado colaborar también con Valentina Miranda, quien es constituyente y también es parte de las disidencias.

Este proceso va a ser exitoso y tengo muchas esperanzas de lo que va a salir en la nueva Constitución. Es un proceso que hay que defender y por cierto que hay que defender desde el Congreso, pero queda esta deuda de representación con las personas trans, que no (solo) parte en la (Convención) Constituyente. Es una deuda histórica. No hemos tenido representación en la historia de este país como es debido, y eso se ha traducido en una precarización de nuestras vidas, falta de acceso al trabajo, violencia. En el último tiempo hemos visto ataques de odio terribles. Esa es la deuda que veo. De la sociedad más que de la Constituyente. Creo que la Convención es un espacio que a todes nos llena de esperanza.

De conseguir un cupo en el Congreso, ¿cuáles crees que serán los mayores desafíos que tendrás que enfrentar?

Me gusta ser bien honesta, en el sentido de que este Congreso va a tener un rol bien complejo, porque parte con una Constitución y termina con otra, entonces, quizás no vamos a poder llegar a ser los protagonistas, pero sí vamos a tener un rol importante en los cambios que se están viviendo. Por una parte, creo que lo primero va a ser aportar y facilitar al proceso constituyente, tanto para su realización, aportando recursos, infraestructura, condiciones logísticas, como también legislando en favor de la participación, por ejemplo, a través de los plebiscitos dirimentes que requieren una reforma constitucional del Congreso.

Lo primero creo que es eso, y estar a disposición de implementar las grandes transformaciones que como ciudadanía esperamos que la constituyente haga. Y eso implica, quizás, adelantar las elecciones, ponernos al servicio del proceso constituyente y del momento histórico como Congreso. En segundo lugar, el Congreso tiene que tener un rol súper importante para hacernos cargo de construir este nuevo Chile sobre un terreno sólido. No sobre la impunidad. Y ahí tenemos que tener una política de justicia y reparación, tanto juzgando y castigando -políticamente, digamos, en lo que compete al Congreso- a quienes sean responsables de las violaciones a los derechos humanos. De ayer y de hoy, porque no olvidemos que hay muchas cosas que quedan en la impunidad de la dictadura.

Y también cómo aportamos culturalmente a la pelea contra la impunidad. Hemos pensado en una ley de sitios de memoria, eso va por otro lado, pero hacernos cargo de la libertad de las y los presos de la revuelta, de las condiciones carcelarias donde se violan los derechos humanos. Y, en último lugar, el gran desafío es enfrentar las consecuencias de la pandemia, que producto de este mal gobierno, que no se hizo cargo del bienestar de las personas, es una crisis que no solo es sanitaria, sino que social y económica, y eso implica pensar en la creación de empleos, pensar en cómo reactivamos la economía, pero eso tiene que tener una mirada transformadora. No podemos seguir echándole recursos a un modelo que ya no tiene legitimidad y que ha fracasado, entonces, implica que esta reactivación de la sociedad la pensemos con inversión verde, la pensemos generando empleo, mirando a los sectores que más se han visto vulnerados por esta pandemia, como las mujeres, que hemos retrocedido en el acceso al trabajo y también las diversidades sexuales. Ahí el cupo laboral trans, por ejemplo, es una medida interesante. Y en general poniendo sobre la mesa los criterios ecologistas, feministas y de justicia social, para pensar la reactivación económica y de la sociedad posterior a la pandemia.

Creo que esos son los tres grandes desafíos de los cuales vamos a tener que hacernos cargo. Por supuesto que hay muchas otras cuestiones que me gustaría trabajar, pero creo que esos son los desafíos urgentes que vamos a tener que abordar como Congreso, que la sociedad espera en general de nosotres.

En este último tiempo, ¿cuáles han sido las barreras con las que te has topado como mujer trans en política?

Las barreras son muchas. Lo primero, quizás es algo con lo que no me he topado tan directamente, pero la violencia de género y la discriminación son en sí mismas barreras para participar en política. Y por eso es algo tan importante trabajar en las organizaciones sociales, en los espacios de trabajo y estudio. Creo que lo más heavy que me ha pasado es sentir que de repente me anulan como sujeta política, en el sentido de que se busca de ti que hables de ciertos temas, que busques que hables de ti en un rol de víctima, más de padecer que como sujeta política que propone cambios y busca hacerse cargo de las problemáticas que vive. Eso me ha pasado muchas veces, cuando de repente se enfocan más los comentarios en cómo me veo que en lo que estoy diciendo, en despolitizar lo que estoy diciendo, en esperar que hable de mi historia personal en vez de reivindicar las luchas de mi comunidad.

Creo que son cuestiones que me han pasado además de la negación de tus identidades, además de los sectores conservadores que reaccionan y debaten con mucha violencia. Hay una cuestión más de fondo que tiene que ver con que, hacia atrás, muchas compañeras, compañeros y compañeres han vivido una exclusión tan dramática que también hemos ido perdiendo nuestra historia, y tenemos que hacer la tarea de recuperar nuestra historia como personas trans, como parte de las disidencias sexuales, porque eso también nos permite seguir construyendo política hacia el futuro.

También una dificultad súper grande para el resto de nuestra comunidad es, por ejemplo, el acceso a la educación y al trabajo, como una posibilidad para poder organizarse, para poder ser parte de la política. Para poder hacer eso necesitamos poder tener las condiciones materiales de vida resueltas. Tener alimentos, tener una vivienda, tener tiempo. El derecho al tiempo. Hoy vivimos en una sociedad absolutamente agobiante. En general las sociedades afectan para organizarse y poder participar. Que eso nos pega el doble, de alguna manera, a las diversidades sexuales.

Dejando de lado la auto-organización, ¿cómo crees que el Estado podría asegurar o quitar estas barreras para mujeres y disidencias dentro de la política?

En la política hay que darnos un espacio. Y eso parte por empezar a explorar medidas, y que espero que la constituyente lo incorpore a nuestro sistema político, como la paridad, pero una que no se quede solamente en hombres y mujeres, sino que incluya a otro tipo de identidades, que incluya a las diversidades sexuales, que incluya a los escaños reservados. En el fondo, una noción de democracia y representación más completa que la que tenemos hoy. Creo que la convención es una buena expresión de eso.

Asimismo, también las organizaciones políticas, las fuerzas transformadoras sobre todo, tienen que darle un espacio importante, en un rol político, a las mujeres y diversidades sexuales. Porque hoy un proyecto transformador, sin feminismo, sin la lucha de las disidencias, para mí no es transformador. Pero creo que en todas las sociedades hay un montón de cosas que hacer, y un montón de cosas que podemos impulsar desde el Congreso.

Lo primero tiene que ver con la educación. Yo he luchado mucho tiempo por la educación no sexista y creo que una medida súper concreta para combatir la discriminación, la violencia, la estigmatización, y un montón de otras cosas, es la educación sexual integral. Asimismo, la posibilidad de un cupo laboral trans tiene mucho que ver también con cómo nosotras, nosotros y nosotres nos insertamos en la sociedad y en los distintos espacios y se nos deja de marginar. Eso también nos hace ser parte de la sociedad e ir combatiendo ciertos estigmas. Al final, los discursos de odio se aprovechan del desconocimiento, de la desinformación.

Y, por otro lado, creo que hay un proyecto que es más ambicioso y que es muy importante, que tiene que ver con una ley integral trans que incluya la reparación, la inclusión en los estudios, en el trabajo, en la salud, en un montón de otras cosas. En general, creo que falta que tengamos una ley de violencia integral y de discriminación que se haga cargo de tener una perspectiva de prevención de la violencia. Que haga que el Estado y las políticas públicas lleguen a tiempo para detener ataques de odio, detener acciones discriminatorias. No cuando estas ya ocurrieron, por eso el enfoque de prevención me parece fundamental.

Sobre lo que decías de los discursos de odio, este último tiempo la ultra derecha ha avanzado de manera impresionante. ¿Cómo te has sentido? ¿Cuál es el análisis que haces del avance de este movimiento durante el último tiempo?

Lo primero, y sin disminuir el peligro que suponen estos discursos que avanzan en nuestra sociedad, es que creo que hay que tomar con mucha mesura las encuestas y el rol que han tenido los medios de comunicación. No olvidemos cómo plantearon resultados muy equivocados en el plebiscito, en las elecciones de constituyentes, y también en las últimas primarias. Creo que también es muy importante que observemos hoy, no solamente el avance –que sin duda es real– del neofascismo en nuestra sociedad, sino también cómo el poder, la elite empresarial que controla los medios de comunicación, está generando esta sensación o esta campaña a favor de una alternativa como la de José Antonio Kast.

Me parece que como fuerzas transformadoras tenemos que ser súper claras: este tipo de discursos negacionistas de los derechos humanos, que lo que buscan es hacer retroceder los derechos de mujeres, de diversidades sexuales, que niegan el cambio climático, son sumamente peligrosos para nuestra democracia y hoy, en un momento tan complejo como el que vivimos, lo único que traerán será más violencia, más caos, y además mayor precarización. Porque hay algo que muchas veces no se evidencia en este debate, y es que también la alternativa de los republicanos, para mí es un peligro porque viene a ofrecer soluciones que, primero, son irresponsables en términos económicos, y segundo, no responden a las necesidades de la gente.

En materia de pensiones, lo que Kast propone es subir las pensiones a las Fuerzas Armadas y que todo el resto tengamos que trabajar más años para tener mejores pensiones. Entonces, no solamente es una alternativa violenta, sino que también es una que no va a responder a los problemas de fondo que hay en nuestra sociedad. Por lo tanto, el conflicto, el malestar que se expresa en las calles no se va a resolver. No va a tener salida y vamos a seguir agravando la crisis institucional en la que estamos, entonces, para mí es una muy mala noticia que estos sectores avancen. Tenemos que ser claros en cómo respondemos, y en cómo no le damos espacio a la violencia y a los discursos de odio.

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