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Encadenado por la salud mental: El suicidio que remeció a la UMCE

Por: Sebastián Reyes | Publicado: 06.05.2022
Encadenado por la salud mental: El suicidio que remeció a la UMCE | Fotografía de Sebastián Reyes
El 20 de abril de 2022, la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE) vivió una tragedia dentro de su comunidad estudiantil. Un alumno de pedagogía en música se suicidó y, cinco días después, otro estudiante comenzó una solitaria protesta encadenándose en la reja de acceso a la casa de estudios por la salud mental. Dos casos que hablan del retorno a clases después de la pandemia, una educación estatal abandonada, un sistema de salud público colapsado y las cicatrices de heridas muy difíciles de visibilizar.

Marco Zúñiga no es sólo Marco Zúñiga. Encadenado a una de las entradas de la larga reja azul de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE, ex Pedagógico), ubicada en la Avenida José Pedro Alessandri a pasos de Grecia, en Ñuñoa, está sentado y rodeado de frazadas, café y termos. Incluso al joven le pusieron un toldo, porque ese día estaba pronosticada una fuerte lluvia.

Marco en realidad no está solo, nunca está solo. Tiene a sus amigos y amigas del ‘Peda’ que lo acompañan en esta protesta, a los perros de la calle, que le han brindado cariño y calor durante la fría mañana capitalina, y también tiene a Dayana Navarro, a Dori Noel y a Alfred Cortés, las otras identidades que habitan su cuerpo.

Juntos, los cuatro se autodenominan ‘Cidad’, «como felicidad, pero solo el final», dice Marco, quien en este momento es la persona que está al volante.

«Yo tengo trastorno de identidad disociativo, por lo cual esta es mi forma de mostrarle al mundo que no soy solo una persona», aclara, agregando que lo que está haciendo ahora, encadenarse y pasar horas y días sentado amarrado a su casa de estudios, es una manifestación colectiva. En rigor, serían cuatro encadenados, no uno.

“Esta es una movilización que decidimos hacer en conjunto, porque nosotros con nuestro modo de vida no entendemos la individualidad”, dice el joven estudiante de Pedagogía en Castellano, quien también asegura que es escritor.

Hace aproximadamente tres años le diagnosticaron Trastorno de Identidad Disociativo (TID),​ antes conocido como Desorden de Personalidad Múltiple (DPM), una enfermedad que arrastra desde los 14 años y que trató de ocultar sin entender muy bien qué le estaba sucediendo. Todo ese periodo intentó mantenerse alejado de la gente, hasta que en un momento reventó.

Marco se atiende psicológicamente en el centro médico de la UMCE y también de manera particular a través de un profesional que le realiza descuentos. La atención psiquiátrica la recibía en la universidad, debido a los altos costos en el sistema privado y las escasas horas disponibles en el sistema público.

Eso hasta enero de este año, cuando el psiquiatra que atendía a los estudiantes renunció. “Me medicaba con Escitalopram, que es un ansiolítico, con Quetiapina y Clonazepam. Ahora tengo que ir a la farmacia y dependiendo del criterio de quienes atienden cuando les explico mi caso, puedo conseguirlos”, afirma el estudiante.

Marco entiende lo que es estudiar con problemas de salud mental, por eso está encadenado. No sólo por él, o quienes habitan su mente, sino por alguien que ni siquiera conoce: un compañero de la carrera de Licenciatura en Música de la UMCE que padecía depresión y que el 20 de abril decidió terminar con su vida.

Dos días después, la Vicerrectoría Académica de la UMCE envió un comunicado, explicando lo que había sucedido. “Estimada comunidad, ayer jueves, nuestra universidad fue sorprendida con una lamentable noticia. Un estudiante de la carrera de Música falleció, y su partida nos pone nuevamente frente a estos temas que como formadores de formadores no podemos dejar de lado: los afectos, las emociones, las fragilidades”, se lee en el correo.

A continuación, se agrega que las actividades se suspenderían a partir de las 12:00 horas y que se realizaría una semana de la “Convivencia y el buen vivir”, organizada por la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAE), a la cual pertenece el Centro Médico que atiende a algunos alumnos con problemas de salud mental.

“Me pareció tan indiferente la postura de la universidad”, sostiene Marco, quien decidió encadenarse para reclamar a la institución tras la muerte de ‘F’, acusando insuficiencia en las atenciones psicológicas, listas de espera y que la UMCE no les ofrece continuidad luego de cuatro sesiones, ni tampoco derivación en el tratamiento.

“La familia y cercanos ven cómo el lugar donde estudiaba su hijo, su hermano, su amigo, sigue igual, como si no hubiera pasado nada. Eso me causó indignación”, alega.

Fotografía de Sebastián Reyes

Salud mental y educación en deuda

El Desconcierto conversó con Valentina Bahamondes,  la encargada de la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAE) de la UMCE y parte de la nueva directiva que ganó la rectoría de la institución el año pasado.

A pesar de corroborar las carencias monetarias en la institución, Bahamondes niega que en la actualidad existan listas de espera para atenciones psicológicas en el Centro de Salud perteneciente a la casa de estudios asegurando que sí hacen derivaciones al sistema público y que en caso de requerir más sesiones éstas podrían extenderse incluso hasta 12.

Lo que sí reconoce es que efectivamente, antes de la pandemia, había una gran lista de espera.  Es lo que pueden hacer, dice, con el escaso presupuesto que tienen y considerando que sólo pueden ofrecer atención primaria en salud mental.

“Nadie pudo pesquisar este suicidio y es una falta del sistema, sí, pero también es un sistema colapsado y el Centro de Salud entrega sólo una atención primaria, un acompañamiento, nuestro giro no es salud”, sostiene.

Justamente, una de las principales promesas de campaña del actual Presidente Gabriel Boric se basa en fortalecer la salud mental pública en Chile, un país que, según el último informe “Felicidad Mundial 2022” de Ipsos, se posiciona en el cuarto lugar del ranking mundial de infelicidad con un 46% de personas que dicen no ser felices, igualando a Colombia y superando por 13% el promedio mundial (36%). En 2021, un estudio de la misma empresa aseguró que Chile era el país latinoamericano donde la salud mental empeoró más desde el comienzo de la pandemia.

De acuerdo a datos de la Reportería de Salud Mental del Ministerio de Salud (Minsal), en el “Registro de Atenciones diarias de Urgencia por Trastornos Mentales y Lesiones autoinfligidas Intencionalmente”, se estima que las emergencias en este ámbito pasaron de 11.821, en enero de 2021, a 19.338 para noviembre del mismo año, y que en marzo de 2022, cuando el retorno a la presencialidad entró de lleno, también se sobrepasaron las 19 mil atenciones de este tipo.

La información confirma, además, que la mitad de estas prestaciones de salud mental son por trastornos neuróticos, trastornos relacionados con el estrés y trastornos somatomorfos, incluido el trastorno de pánico. Un 3,6% de éstas corresponde a lesiones autoinflingidas intencionalmente y, para lo que llevamos de 2022, 3,2% corresponde a ideación suicida, lo que supera el promedio de 2021 para esa misma atención en 0,8%.

En el caso de la UMCE, la universidad dispone de seis psicólogas en tiempo parcial, cuyas horas  equivalen a dos psicólogas y media en tiempo completo, para atender a una población ambulante de más de 4 mil estudiantes. Bahamondes asegura que vivió “una maratón” para encontrar un psiquiatra que quisiera trabajar en el sector público, luego de que el anterior renunciara en enero.

“De que hay precariedad, la hay, de que hay pobreza, la hay, porque más del 80% del presupuesto se va en sueldos”, denuncia la directora de la DAE.

La profesora dispara los dardos de la mala situación financiera al exrector Jaime Espinosa Araya, a quien acusa haber llevado “una gestión deficiente, igual a lo que ocurre en otras reparticiones del Estado, donde se apreció clientelismo y otras prácticas que ocurren en las instituciones públicas”.

“Esta institución está particularmente complicada por sus primeros tres años de acreditación, y posteriormente por sus segundos tres años de acreditación. No es el mínimo, pero con cuatro tienes más aporte del Estado”, dice.

“Por lo tanto, por la vía de la Comisión Nacional de Acreditación (CNA), esta institución republicana podría llegar a no existir. Tal como se fue la Universidad del Mar, tal como se fue la Universidad Arcis, esta universidad podría dejar de existir en un plazo de cinco años si todo fuera mal”, asegura.

“Hay una serie de reclamos instalados desde la Contraloría donde hacen notar faltas serias en el uso de financiamiento que tenía la universidad en base a proyectos”, especifica la docente. “Esta universidad, los proyectos que ganaba, los ocupaba para pagar los sueldos”, agrega.

A través del portal web de Contraloría, El Desconcierto accedió a un informe final de auditoría del 23 de octubre de 2018 en el que se describen una serie de irregularidades contables, administrativas y deudas de larga data contraídas y no pagadas en la institución educativa. Aquí destaca la cuenta denominada ‘Cuentas por pagar MINEDUC’, que al 31 de diciembre de 2017 ascendía a $1.163.325.806 y que se arrastraba desde el año 2012.

Hay mucha desinformación y desconocimiento. Hace un par de meses se pudo dilucidar que hay una deuda directa de $4 mil millones y una deuda proyectada de $14 mil millones”, dice Bahamondes.

Esta sería una de las razones que explicarían la situación actual de la UMCE y, de paso, la escasez de recursos para atender la salud mental de los estudiantes.

Fotografía de Sebastián Reyes

‘F’

‘F’ entró a Música en la UMCE en 2018, se especializó en bajo y tomaba un complementario de clarinete. Era una persona muy especial y un “ángel” para dos de sus amigos más cercanos en la universidad.

A todos les costó “agarrar el ritmo de la universidad” con la vuelta a las aulas, como afirman a este medio, pero cuentan que ‘F’ no lo veía como un problema, sino que se esforzaba y buscaba la manera de no quedar atrás, pidiendo ayuda a los que más sabían y yendo a todas las ayudantías. Su constancia, aseguran sus amigos, era una cualidad que lo definía.

Sin embargo, la Licenciatura en Música y Dirección de Agrupaciones Musicales Instrumentales en la UMCE no es fácil, según los mismos alumnos, y puede llegar a sobreexigir mucho a quienes la estudian. Tanto así, que en la generación de ‘F’ entraron a la universidad alrededor de 60 personas y hoy quedarían alrededor de 15.

De acuerdo con la malla curricular de la carrera publicada en el sitio web de la institución, durante el primer semestre quienes se inscriben al programa deben cursar ocho asignaturas. Mientras que para el tercer y cuarto año, por malla, corresponden 12 ramos semestrales.

El lunes 18 de abril, ‘F’ y sus amigos tuvieron una presentación musical -en la que ‘F’ fue el protagonista – y luego se fueron directo al Portal Ñuñoa. Él estaba “un poco bajoneado” porque no les había ido tan bien. Sin embargo, entre todos, y tras una conversación con papas fritas, lograron subir un poco los ánimos. Estaban estudiando mucho y consideraban justo un pequeño relajo.

El día martes, ‘F’ tuvo sus clases normales, fueron a almorzar también al Portal y estuvieron adelantando materia porque al otro día tenían prueba. Le dio sueño y se fue a su casa.

El miércoles 20 no tenía clases en la mañana, pero fue de igual manera a estudiar, como siempre. Sus amigos, que tenían la prueba temprano, salieron de su evaluación y se lo encontraron. Lo saludaron, estuvieron con él y recuerdan que les pidió ayuda con los estudios.

Le respondieron que no podían ayudarlo ese día, porque tenían que ir a estudiar para sus propios ramos. Se distrajeron un momento conversando fuera de la facultad y, de repente, se les ocurrió que tal vez podían hacer un Zoom para repasar junto a él, pero cuando se dieron vuelta para comentarle ya no estaba.

Se había ido y ya no había nada que hacer. Ellos también se fueron. Total, hablarían más tarde o al otro día, seguramente lo verían haciendo imitaciones, solo para sacarles una sonrisa, aún cuando él siempre pensaba que se reían solo por compromiso. Al día siguiente, sin embargo, sólo hubo tristeza.

‘F’ era feliz en su casa, se sentía seguro, dicen sus amigos. “Quizás el tema de volver tan de choque a esta presencialidad, ver a la gente cambiada también, una sociedad cambiada por la pandemia… tal vez le afectó”, reflexionan.

El candado que amarra la cadena

Para Marco Zúñiga ha sido difícil ser estudiante y por eso mismo, asegura, se puede poner en el lugar de ‘F’. Esto, al grado de amarrarse con una cadena a la reja de la entrada de la universidad, como si su cuerpo fuera un candado humano que la cierra, intentando forzar al sistema a un luto obligatorio.

Desde la DAE aseguran que alrededor del 80% de quienes estudian en la UMCE pertenecen a los deciles socioeconómicos del 1 al 4, que son los más vulnerables, con ingresos por persona del grupo familiar que van desde los $0 a los $125.558 .

Teniendo en cuenta ese contexto, El Desconcierto conversó con Fundación Puente, que se dedica a formar y acompañar de manera integral, tanto monetaria como académica y socialmente, a 150 estudiantes de bajos recursos -que poseen un perfil similar a la mayoría de las y los alumnos que asisten a la UMCE- que deseen obtener un título técnico o profesional.

Carolina Farfán, directora social de la fundación y Jessica Abarca, psicóloga del programa integral y coordinadora de las atenciones de salud mental, plantean el perfil de sus becados a través de datos. Señalan que 82% son primera generación de su familia en asistir a la universidad, 54% egresó de colegio particular subvencionado y 41% egresó de liceos municipales.

Por otro lado, 75% tienen en su familia algún miembro con una enfermedad física o crónica de mediana o alta complejidad, mientras que 40% convive con integrantes que padecen enfermedades en salud mental.

“Muchos becados tienen hermanitas o hermanitos con temas graves de discapacidad, papás o mamás con bipolaridad, depresión endógena, etc. Tenemos 30 chiquillos que también presentan hacinamiento, realidad de muchos estudiantes a nivel nacional a quienes la pandemia hizo más difícil y casi imposible el estudiar bien, pues no tenían las condiciones”, dice Farfán.

Si bien desde Fundación Puente afirman que el retorno a la presencialidad es positivo para comenzar a recomponer las relaciones sociales de los estudiantes, reconocen que el segundo semestre de 2021 sus estudiantes se sentían estresados o asustados por la idea del retorno a la presencialidad.

«Gracias a las instituciones que nos apoyan y los fondos que hemos ganado, podemos entregarles atenciones psicológicas y ayudar con las psiquiátricas. Pero si no, los chiquillos tendrían atenderse en su universidad a través de Bienestar o Asuntos Estudiantiles, pero son atenciones que están pensadas en un modelo de intervención breve -8 a 12 sesiones-, y muchos de ellos quedan con dudas y temas abiertos”, complementa.

“Luego, pueden ir al consultorio, donde seguramente se van a demorar mucho tiempo en gestionar la solicitud de atención porque están colapsados; pueden pagar un profesional, que no es una posibilidad para muchos; o postular a algún programa de una ONG, organizaciones sociales o fundaciones. Sin embargo, en términos de acceso, esta última opción conlleva generalmente listas de espera que son bastante extensas”, explica la psicóloga del programa.

Aunque Marco hoy en día tiene más controlada su condición debido al tratamiento que lleva, dice que  «hay personas que lo pasan mucho peor”, como F, a quien apenas conoció y se transformó en el motivo de su solidaria protesta. Pese a que encadenarse a una universidad por la muerte de un compañero puede parecer  un acto ilógico o irracional, dice, para él el objetivo de fondo es otro: la rebeldía.

“Aunque esto no llegue a nada, solo el hecho de estar acá ya cumple un objetivo. Reunirse, tratar de armar comunidad, sensibilizarse frente a lo que está ocurriendo, problematizar, evidenciar que hay una vulneración en los derechos de la salud mental… y que con la pandemia todas estas cosas se acrecentaron…”, dice Zúñiga, quien mantuvo su protesta y su luto a la entrada de la UMCE durante una semana, día y noche, desde el 25 de abril hasta el 2 de mayo.

Fotografía de Sebastián Reyes

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