Avisos Legales
Reportajes

De Renato Garín a Elsa Labraña: Otras 10 historias que destapa Baradit

Por: Camilo Espinoza | Publicado: 13.09.2022
De Renato Garín a Elsa Labraña: Otras 10 historias que destapa Baradit Jorge Baradit | Foto: Agencia UNO
Junto con desclasificar el carrete en Concepción, el escritor también entrega en su libro detalles de sus conflictos con el Colectivo Socialista, especialmente con Ricardo Montero. También cuenta la trastienda de la fallida postulación de Ramona Reyes a la presidencia de la Convención.

El exconvencional Jorge Baradit lanzó este mes «La Constituyente», su libro que relata en primera persona la interna de la Convención tras un año de trabajo.

En 190 páginas, el escritor cuenta varios momentos conflictivos, emotivos y graciosos que lo marcaron en su paso por el órgano redactor. Estos son algunos que destacamos en El Desconcierto.

La pelea con Renato Garín

Tras la elección de Elisa Loncón y Jaime Bassa como máximas autoridades de la Convención, Jorge Baradit desclasifica un diálogo que sostuvo con Renato Garín.

«El momento desagradable de esa tarde fue cuando Renato Garín, muy molesto por haber obtenido solo dos votos en sus aspiraciones a la presidencia de la Convención, se acercó a increpar a diferentes convencionales de los que esperaba apoyo. Se enfrascó en una discusión con Agustín Squella. Me acerqué con la intención de calmarlo, pero se dio vuelta y se fue a sentar solo, unos metros más allá. Me senté a su lado para decirle que no fuera tan vehemente, que lo tomara con más tranquilidad, siempre pensando en que podría conversar con él. Pero se giró con el rostro deformado por la rabia.

—¿Qué tenía que hacer para que votaras por mí, ah?— me dijo con el volumen de voz un poco más alto de lo aceptable. Siguió insistiendo fuera de sí —¿Quién te crees para compararte conmigo? ¡Soy profesor de la Universidad de Chile! ¡Quién eres tú! ¡Mis libros están en la biblioteca de la universidad, los tuyos andan por ahí tirados en la cuneta!— gritó, insultó y entendí que era el momento de parar e irme.

Después de ese día se transformó en un fantasma en la Convención. Dejó de lado el traje y la corbata, y circuló cubierto con un polerón con capucha durante algunos días para luego dejar de asistir, diría que durante meses, siempre conectado por zoom, hablando poco. Un personaje que buscó espacio en todos los sectores, incluso entre la Coordinadora Plurinacional, de izquierda más radical. Uno de los personajes extraños del proceso».

Las declaraciones de Elsa Labraña

Elsa Labraña es una de las convencionales que Jorge Baradit menciona con cierta recurrencia. En este pasaje, detalla sus reacciones tras una de sus declaraciones.

«Ese día 6 de julio en la noche, recién a dos días del inicio de la Convención, y como si no tuviéramos ningún problema, Elsa Labraña —sí, la misma del primer día— se sentó en los sillones del programa Mentiras Verdaderas y soltó que el himno nacional, que ella había contribuido a interrumpir genera mucha división en el país y frente a la incredulidad de los asistentes agregó: Es la constitución la que vamos a cambiar. Capaz que a alguien se le ocurra hacer un himno nuevo, por qué no, u otra bandera. Estamos en un proceso de refundación del país.

En ese momento, al menos yo sentí que al país le había explotado el colon como si se hubiera tragado una granada de mano. Elsa, de un plumazo, había hecho bajar otra vez varios puntos de apoyo al proceso, regalándole a la derecha dos o tres cartas que utilizó hasta el cansancio durante el año completo. Me quería morir».

Conflictos con convencionales ambientalistas

En otro de los pasajes del libro, Baradit desclasifica un diálogo que tuvo con una convencional ambientalista sobre el desastroso primer informe de la Comisión de Medioambiente.

«Costó mucho lidiar en particular con los ecoambientalistas. Cuando el pleno les rechazó casi todo su primer informe, en la conferencia de prensa no hicieron un mea culpa, en cambio dijeron que su error había estado en no haber explicado mejor sus posturas, es decir éramos nosotros quienes no les habíamos entendido.

Una conocida activista medioambiental de renombre científico me dijo en un almuerzo en Tocopilla que había que ser puntudo y avasallador para instalar tus verdades, porque no todo el mundo entiende. Muchas veces nos encontramos con activistas que te decían a la cara que era importante hacerle ver a la gente lo correcto. Costó que entendieran que una Convención no se trata de mi verdad tratando de ganarle a la tuya, sino de un acuerdo entre muchas verdades para llegar a un consenso colectivo que puede no gustarte, pero que es la media entre todos.

Aún hoy pienso que algunos de ellos siguen tristes por no haber impuesto la verdad. En particular la de un pequeño grupo que a veces mezcla cuestiones científicas con una mixtura de visiones espirituales de orden místico y seudocientífico, que a veces cuesta tomar en serio y le quita algo de legitimidad a sus posturas».

La carta en favor de los presos de la revuelta

En uno de los pasajes del libro, Baradit también detalla cómo fue marginado de la redacción de la carta en apoyo a los presos de la revuelta de octubre de 2019.

«Yo quería aprender a hacer política, así que me ofrecí para ser representante del Colectivo Socialista en la elaboración de la carta de apoyo a los presos de la revuelta —algo que fue muy mal visto por la opinión pública, que quería vernos preocupados de la constitución y no de cuestiones que al país le parecían anexas—; fuimos dos por colectivo. Entramos al hemiciclo y algunos ya traíamos algo de la redacción preparada.

A mi lado se sentaron cuatro personas y abrimos nuestros laptops en un archivo online común, nos repartimos los temas y todos escribíamos una parte de la carta en el mismo archivo. De pronto, llegó una asesora de escaños reservados para decir que nos iban a enviar la parte donde también incluíamos a los presos del Wallmapu, desde 1990 hasta hoy. Ahí quedé helado. No era ese el acuerdo. No te preocupes, si es cosa de que nos llegue el mensaje y lo pegamos al final, me dijeron. Hice un comentario en el sentido opuesto y casi automáticamente las personas al lado mío, independientes, de movimientos sociales y de la Lista del Pueblo se miraron, cerraron sus computadores y se fueron a sentar a otro lado.

Me quedé solo, no entendiendo qué había pasado. Me acerqué haciéndome el tonto y me senté al lado de ellas de nuevo. Seguimos escribiendo sentados uno al lado de los otros hasta que diez minutos después me di cuenta de algo lamentable: habían abierto otro archivo, lo habían compartido solo entre ellas y me habían dejado fuera sin avisarme, es decir, llevaba trabajando diez minutos en un archivo muerto, sin saberlo. Fue un aterrizaje forzoso frente la nueva forma de hacer política. Me enteré tarde, cuando alguien dijo está listo y ya había sido enviado a la mesa sin consultar a varios de los que estábamos ahí

¿Hermandad? Las pelotas».

Los chiquillos

En el libro, Jorge Baradit plantea las dificultades que tuvo para acoplarse al Colectivo Socialista. A sus dirigentes los terminó bautizando como los chiquillos. En un pasaje cuenta por qué y cuáles fueron sus diferencias con ellos.

«Antes de votar los reglamentos, hacia fines de septiembre, mi colectivo de entonces comenzó a buscar ampliar su número e influencia y algunos hablaron de generar alianzas con la bancada de la ex Concertación e, incluso, acercarse a miembros más moderados de la derecha.

Mi respuesta fue: Si entra Harboe por esa puerta, yo salgo por la otra. Por las mismas fechas integraron al colectivo a Patricio Fernández Chadwick, exdirector de The Clinic, en una votación donde no estuve presente. Él inclinó la balanza aún más hacia los concertacionistas y la derecha. Yo sentía que mi labor era ayudar a inclinar al colectivo hacia la izquierda para acercarnos al eje de la Convención y que no primaran las fuerzas más conservadoras al interior del Colectivo Socialista, pero mi peso político era pobre, no era militante, carecía de ciertas habilidades y ciertamente nunca se pudo articular un grupo disidente para hacer contrapeso al manejo de los chiquillos.

¿Por qué les llamé los chiquillos? Porque a cierta reunión a la que estaba todo el colectivo convocado, solo habíamos llegado Ricardo Montero y yo. Alguien entró y preguntó: ¿Dónde están los chiquillos?. Ricardo respondió: Tomás (Laibe) ya viene, César (Valenzuela) está en reunión, Max (Hurtado) no alcanza a llegar y Pedro (Muñoz) llega más tarde. Para Ricardo, solo ellos importaban en la reunión; el resto de nosotros, no mucho.

(…)

Nunca construyeron colectivo, las mujeres eran importantes al momento de la foto y los independientes éramos un número de votos con los cuales negociar cuestiones de las que muchas veces no supimos. Había un impresionante olor a manejo piramidal, verticalismo, machismo, caudillismo, luchas de poder y vieja, vieja, vieja, política. Olor a siglo XX. No era extraño, de todas maneras, cada joven del Partido Socialista debe ingresar a un lote dirigido finalmente por jerarcas de setenta años o más. Si no lo hace, flota en la irrelevancia absoluta.

Mi jefa de equipo me hizo un comentario durante una actividad grupal y me quedó clarísimo el futuro por un detalle chistoso: todos los hombres del Colectivo Socialista estaban vestidos de chaqueta de tela y camisa blanca sin corbata, yo a un costado, separado del grupo, con bototos, el pelo parado, una polera y chaqueta de cuero. Chancho en misa. El problema era yo».

El episodio completo del carrete en Concepción

Este fragmento fue la noticia que la rompió esta semana. Pero la narración de Baradit tiene más detalles que incluyen presiones de senadores socialistas y un grupo de WhatsApp mudo.

«No nos extrañó que el viernes amaneciéramos con la noticia bomba de que la noche anterior había habido un carrete en uno de los hoteles, que se habían bañado sin autorización en la piscina y que las risas y carreras en los pasillos habían provocado la molestia de los pasajeros. El hotel negó los hechos, los convencionales dijeron no haber escuchado nada y solo la derecha infló el tema.

Algo raro noté en el Colectivo Socialista durante el almuerzo de ese mismo viernes, cuchicheos y pequeñas reuniones donde los chiquillos se decían cosas casi al oído. Ese fin de semana avisé por el chat del grupo que el lunes había sido invitado a Mentiras Verdaderas, el programa de televisión de La Red, para hablar del viaje. Les pregunté si tenían algo que contarme, pero nadie se dio por aludido. Silencio sepulcral en el chat. Todos desmentían que hubiese ocurrido algo.

(…)

Al día siguiente, cuando estaba ingresando al ex Congreso, me encuentro con uno de los chiquillos, militante y miembro del Colectivo Socialista, quien me dio las gracias y me dijo que ya estaba más tranquilo porque lo de su fiesta en el Pettra había logrado pasar piola. Sorprendido, pero sobre la marcha, le hice un chiste acerca de la piscina y me confirmó que en efecto había ocurrido así, que él había nadado sin autorización, de noche, en las instalaciones cerradas del hotel, como parte de los festejos. Sonreí, pero me quedé helado. Él suponía que yo era parte de los que sabían.

En aquel instante, supe que estaba emocionalmente fuera del grupo. Descubrí que había otros integrantes que estaban comenzando a sentir lo mismo. Además, los roces eran cada vez mayores, hubo peleas a los gritos, pero me costaría unos cuantos meses convencerme de que la cosa no tenía arreglo y que debía buscar mi lugar en otro sitio. Mis objetivos políticos y la manera de trabajar no coincidían con los de los chiquillos al interior del colectivo, su agenda era otra.

Para sumarle incomodidades, recibí dos llamadas en el estilo más tradicional de la vieja política chilensis. Dos jerarcas del Partido Socialista me llamaron en distintos momentos, con toda seguridad a petición de alguno de los chiquillos, uno para decirme que dejara de intentar hacer política, que me dedicara a escribir bonitas palabras y le dejara la política a los que saben, el otro para aconsejarme que fuera más comprensivo con los líderes del grupo, que me entregara a sus decisiones porque eran ellos quienes sabían para dónde iba la micro, no yo. Apretones, les llaman.

La fallida elección de Ramona Reyes

Uno de los momentos más sabrosos del libro es cuando Baradit detalla las conversaciones internas para postular la candidatura de Ramona Reyes a la presidencia de la Convención.

«El eje Frente Amplio/Colectivo Socialista buscaba mantener la conducción de la Convención en una alianza que le había dado cierta estabilidad al ciclo. La idea era llevar a Ramona Reyes (CS) de presidenta y a Beatriz Sánchez (FA) como vicepresidenta, al menos ese era el plan. Había mucha tensión en el ambiente, Elisa y Jaime hicieron una entrada triunfal con música al salón de honor que no fue tan bien vista. Quizá un exceso de pompa que a esta Convención tan horizontal le pareció inapropiado.

Un extremo llevaba a Bárbara Rebolledo como candidata, el otro se desgranaba entre Eric Chinga, de la Coordinadora Plurinacional, Cristina Dorador, de Movimientos Sociales, y Daniel Bravo, de Pueblo Constituyente. Patricia Politzer insistía por Independientes No Neutrales. A las 11:45 comenzamos a votar. En la primera ronda, Ramona Reyes obtuvo 34 votos y tomó la delantera con cierta comodidad, seguida por Bárbara Rebolledo con 32 votos, que eran su techo y no crecería mucho más. Las miradas entre quienes apoyaban a Ramona eran de tranquilidad y cierta satisfacción, el plan era sumar a los de Independientes No Neutrales y a partir de ese piso construir la mayoría necesaria de 78 votos.

A las 14:30, luego del receso para almorzar, INN apoyó a Ramona, que sumó 54 votos y continuó su camino firme hacia la presidencia. Eric Chinga y Dorador estaban bien atrás con 34 y 30 votos, respectivamente. Al no haber nadie que alcanzara la mayoría, se produjo un receso donde ocurrió lo inesperado. Se me acercó Giovanna Roa, del FA, para preguntarme qué íbamos a hacer con lo que estaba pasando con Ramona Reyes. Tenía el rostro desencajado. Me indicó que Ramona era trending topic. Yo creo que tiene que bajarse. Las acusaciones de fraude durante su gestión en el municipio están reventando Twitter.

La miré y recuerdo la conversación del día anterior con Ramona. Pero, Ramona, ¿es cierto esto?, le pregunté en el auto camino al ex Congreso luego de una reunión almuerzo con la expresidenta Bachelet. Todo está en orden, me respondió, son cosas antiguas que no pasaron más allá de la denuncia. Tengo mis papeles en orden. Me mostró unos reportajes, me contó de una exautoridad obsesionada con dañarla, y dijo que nos iba a mandar los papeles del juicio. Le creí.

Le dije a Giovanna lo mismo: Son acusaciones infundadas, sus detractores levantan estos sumarios para dañarla. Pero Giovanna me dijo que estaban pensando en bajarse de la candidatura de Ramona. Mi colectivo citó a reunión urgente en un receso forzado y nos juntamos en la sala 3, una enorme sala de reuniones donde los diez o doce que estábamos ahí nos miramos a la cara con gestos que iban desde el desconcierto hasta la preocupación más profunda. Allá afuera, una tormenta caía sobre la Convención. Ya sabíamos que el FA se había bajado de la alianza y estábamos solos.

Uno de los chiquillos se adelantó y dijo algo que me descolocó: Yo sabía que era verdad, pero como ustedes estaban presionando para que no le quitáramos la candidatura a la Ramona, preferí no insistir. Era una respuesta insólita a unas discusiones muy sucias que habíamos estado teniendo sobre la candidatura socialista a la mesa».

La discusión con Ricardo Montero

Tras la fallida postulación de Ramona Reyes, Jorge Baradit cuenta detalles sobre una improvisada alianza que se suscitó desde el Colectivo Socialista hasta la derecha.

«“Montero ya tiene el negocio listo con la Politzer para llevarse la presidencia y la vice, le comentó uno de los chiquillos a otro integrante del colectivo. Había una lucha de poder al interior del CS que se había peleado de forma soterrada y discreta, diputados amigos de uno u otro candidato llamaron a militantes del colectivo para presionarlos en una u otra dirección. Ramona acusaba, no por primera vez, de machismo al grupo, de querer desbancarla.

Mi primera frase fue: Si ustedes creen que un hombre militante del Partido Socialista puede llegar a ser presidente de la Convención, están locos. Si por algún milagro llegara a salir electo, al día siguiente vendría una turba a quemar todo esto. Me llamaba la atención que la disputa no estuviera siendo a quién otro apoyar, sino cómo mantener a Ramona, otros viendo alianzas para sacar a uno de los chiquillos a pesar de todo. En el fondo, ganar el poder porque sí, porque de eso se trata.

La guinda de la torta ocurrió cuando Patricio Fernández pidió la palabra y comentó que se le habían acercado de la derecha, le habrían propuesto que si iba él como candidato estarían dispuestos a apoyarlo. La discusión se encendió como si le hubieran arrojado un bidón de bencina a la fogata.

—¿Pero ¡¿cómo vamos a votar con la derecha?! —dijo Matías Orellana.

—¿Patricio Fernández sería el candidato de la derecha? —pregunté —¿Los socialistas en alianza con la UDI? ¿Ese es el plan?

—No sería el candidato de la derecha, sería nuestro candidato y si resulta que ellos votan por Pato, bueno, no es nuestro problema —respondió Montero.

—¿Y tú crees que somos huevones? —insistí—. Las deudas que tendríamos con ellos no se pagarían solas. Yo no voy a votar por un candidato de la derecha para presidente.

—Si el problema es cruzar el río para hablar con los del otro lado… — dijo alguien.

—Es que yo ni siquiera creo que haya un río —dijo Andrés Cruz, y me quedé helado.

—Me molesta que hablen como si yo no estuviera —murmuró Ramona —. Yo todavía tengo posibilidades de salir y pido que respeten el acuerdo y mi candidatura.

Nadie respondió, todos sabíamos que esa posibilidad había muerto allá afuera, con un escándalo mediático que nuevamente había manchado el proceso. Me fui al baño a respirar unos segundos. Esto era muy grave. Si había algo en lo que el Colectivo Socialista no podía verse involucrado era en corrupción, su marca ya estaba suficientemente manchada. Pero también noté que no les parecía tan raro a algunos, escuché de al menos tres integrantes la frase: Pero si esto les pasa a todos los alcaldes, no hay problema».

La anti Constitución

Baradit también cuenta que, tras el período de presentación de normas, se comenzó a tomar con humor algunas de las propuestas que presentaron algunos convencionales.

«En esos días, en una reunión en el café Pascucci de Ahumada, hice una broma sobre escribir la anticonstitución con todas las normas atroces que algunos presentaron y que tanto daño le hicieron al proceso. De haberse escrito, estos serían algunos de sus párrafos:

• Declarar a Chile país libre de armas nucleares.

• Disolver los poderes del Estado (presidencia, congreso y tribunales) para crear una asamblea plurinacional de los trabajadores que dirigiera el país.

• Reconocimiento constitucional para el reino Fungae (hongos).

•Derecho al cuerpo y a que los muertos conozcan las causas de su muerte.

• Una propuesta de preámbulo que promovía una constitución planetaria, cuántica y cósmica».

El aire de derrota

En el epílogo del libro, Baradit cuenta cómo fue la última reunión que tuvo con miembros de la bancada del Frente Amplio.

El 28 de junio nos reunimos como bancada del FA en la famosa sala 3 del excongreso, frente a la máquina expendedora de café y los baños El ambiente no era bueno, rostros cansados.

—Si el plebiscito es hoy, lo perdemos— dijo Bea.

Sabíamos que la contracampaña había calado hondo.

—No podemos seguir saliendo solo para defendernos de las mentiras —agregó Cony Schönhaut —estamos jugando en su lado de la cancha, tenemos que desmarcarnos y comenzar a defender los beneficios de la nueva Constitución.

Pero no es tan fácil, el texto tiene trescientos ochenta y ocho artículos que pueden significar trescientas ochenta y ocho mentiras o tergiversaciones que no podemos dejar pasar.

—Me temo que tendremos que seguir haciéndolo de aquí y hasta el final de la campaña —metí la cuchara —No hay fuerza más poderosa que la enorme desconfianza que la gente ha desarrollado hacia las instituciones y sus promesas. Ha sido un mecanismo de defensa frente a la gran cantidad de veces que la han engañado. Ya no creen.

—Esto no es la disputa entre el miedo y la esperanza —dijo Bea.

—Yo creo que es entre la verdad y la mentira. Entre la confianza y la desconfianza —agregué.

Fernando Atria era de la idea de que la gente votaría según su tradición política. Ignacio Achurra comentó algo sobre reforzar los derechos sociales. Christián Viera insinuó que deberíamos esconder a algunos de los integrantes más beligerantes del grupo. Daniel Stingo nos enrostró un pesimismo que él no compartía.

Déjanos tus comentarios
La sección de comentarios está abierta a la reflexión y el intercambio de opiniones las cuales no representan precisamente la línea editorial del diario ElDesconcierto.cl.