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Ascanio Cavallo: «A las reformas constitucionales de Lagos les faltó una cosa: un plebiscito»

Por: Camilo Espinoza y Joaquín Castro | Publicado: 01.10.2022
Ascanio Cavallo: «A las reformas constitucionales de Lagos les faltó una cosa: un plebiscito» Portada_nota_libro_ed_domingo |
En diálogo con El Desconcierto, el periodista habla de su último libro «La historia oculta de la década socialista» —coescrito con Rocío Montes— y ahonda en momentos políticos clave de la década del 2000, como el reto que le pegó Bachelet a los «barones del PS» o el día que Lagos anunció su propia Constitución.

En la década 2000-2010, Chile fue gobernado por primera vez por dos socialistas: Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, ambos electos a hombros de la Concertación y con una distancia de casi 30 años con Salvador Allende.

Esta es la trama donde se sumergen los periodistas Ascanio Cavallo y Rocío Montes en La historia oculta de la década socialista (Uqbar, 2022), partiendo por la detención de Pinochet en Londres en 1998 hasta el terremoto del 27 de febrero de 2010.

En diálogo con El Desconcierto, Cavallo —Premio Nacional de Periodismo 2021 y autor de las precuelas La historia oculta del régimen militar (1988) e La historia oculta de la transición (1999)— ahonda en las vicisitudes de ambos gobernantes desde este período a la actualidad.

«Bachelet pasó a ser una figura internacional, lo que se habría esperado de Lagos, y Lagos tiene una gravitación única en Chile, lo que se habría esperado de Bachelet», resume.

Rocío Montes y Ascanio Cavallo, autores de «La historia oculta de la década socialista»

Las reformas de Ricardo Lagos

«Tenemos razones para celebrar», dijo Lagos el 17 de septiembre de 2005, en vísperas de las Fiestas Patrias, cuando realizó una firma solemne de la Constitución del 80, pero que ahora incluía sus reformas. «Tenemos hoy por fin una Constitución democrática», agregó esa vez.

Según el relato de Cavallo y Montes «nadie discute, al menos en voz alta, que el presidente insista en presentarla como una “nueva” Constitución. Los equipos parlamentarios y gubernamentales han trabajado para un texto “refundido, coordinado y sistematizado”, no para uno nuevo. Todos lo saben, pero nadie contradice al presidente».

Los autores cierran este capítulo con una advertencia del exsenador Edgardo Boeninger que sigue resonando hasta ahora: “Me preocupa que, una vez despachadas estas reformas, nuevamente surjan voces que pidan nuevas enmiendas. Ese sería un resultado muy menguado y, en definitiva, un fracaso”.

– El actual proceso constituyente se levantó, en buena parte, porque se considera que las reformas de Lagos fueron insuficientes ¿Hubo una oportunidad perdida ahí?

Hay un cierto consenso en que a esas reformas les faltó una cosa: un plebiscito. Es un misterio el por qué no se hizo. 

– En la misma época circulaba un documento titulado “La gente quiere cambios”, con varios puntos que fueron recogidos por el debate constituyente actual. ¿Cree que en este período se comenzó a cultivar el malestar que estalló en octubre del 2019?

Ese documento, como otros del mismo período, da cuenta de una gran discrepancia en la Concertación. Más bien es un antecedente del final de esta coalición, que de todos modos duró diez años más. 

– ¿Por qué durante esta década nunca creció un movimiento a la izquierda de la Concertación, como sí empezó a ocurrir en otros países de Latinoamérica?

El PS llenó todo el espacio de la izquierda en esos años, pero ya en el movimiento pingüino del 2006 se empieza a ver una rebelión por la izquierda. En los otros países hay estructuras de partidos muy diferentes, casi no se puede comparar.

– En el libro también se describe la estrecha relación entre Lagos y los empresarios, especialmente con Juan Claro, expresidente de la Sofofa y la CPC. ¿Cómo se contrasta esa realidad con la idea de ser el primer gobierno socialista desde Salvador Allende?

Lagos asumió con una crisis económica mundial y en un contexto de post Guerra Fría. Necesitaba el apoyo de los sectores productivos, lo que por supuesto es muy distinto de Allende.

– En este período gana gran importancia el segundo piso de La Moneda encabezado por Ernesto Ottone. ¿Por qué ese espacio adquirió ese protagonismo? 

El segundo piso no era una institución. Fue un invento de Lagos para tener cerca a sus asesores de confianza. Después se ha convertido en una burocracia más, que es influyente sólo porque ve todos los días al Presidente.

Bachelet contra el PS

Uno de los episodios más sabrosos relatados por el libro ocurre en octubre del 2004, cuando aún no estaba claro si la próxima candidata de la Concertación sería Soledad Alvear o Michelle Bachelet. En ese contexto, los barones del PS —descritos por Cavallo y Montes como «hombres experimentados e inteligentes que combinan con excelencia los planes para el país y su lugar dentro de ellos»— citan a una reunión en la casa del exsenador Jaime Gazmuri.

A ella asisten Gonzalo Martner, Arturo Barrios, Camilo Escalona, Ricardo Núñez, Carlos Ominami, Ricardo Solari y José Miguel Insulza, que recientemente se había bajado de la carrera presidencial. Bachelet llega una hora después y, tras escucharlos uno por uno, los encara:

«¿Ustedes creen que soy tonta? ¿Que no me doy cuenta de lo que pasa? Mírense en un espejo: están viejos, han perdido contacto con la gente. Yo lo tengo. Y sé que tengo más votos que el partido, harto más que ese diez por ciento en el que están pegados. ¡Sé muy bien lo que hay que hacer!», disparó la exministra, dejándolos a todos mudos.

Para Cavallo, este es «un momento curioso, porque es la primera vez que el carisma personal se impone al peso institucional de los partidos. En ese sentido es el inicio del declive de esos partidos».

– Vista desde hoy, Michelle Bachelet es recordada como el rostro más progresista de la Concertación. Pero su primer gobierno estuvo nutrido por tecnócratas de Expansiva y figuras como René Cortázar o Edmundo Pérez Yoma. ¿Cuánta distancia hay entre la mujer que asumió la presidencia en 2006 y la de hoy?

En el 2006 Bachelet estaba bastante lejos de las competencias que se necesita para el gobierno, en especial de las económicas. Tuvo que acudir a la tecnocracia de la Concertación, cosa que más bien evitó en su segundo gobierno.

– En el libro posicionan la crisis del Transantiago como el fin de la tecnocracia. Algo que es paradójico, pensando que actualmente se está pidiendo el regreso de los expertos tras el fracaso constituyente… 

En efecto, el Transantiago sembró la desconfianza en los técnicos. La Convención Constitucional fue lo contrario. Quizás estamos equilibrando las cosas: ni tanto ni tan poco.

– Una de las figuras que se repite en el libro es Andrés Zaldívar, recordado por su frase de la “cocina”. ¿Cuánto de mito y cuánto de verdad hay sobre su influencia? 

Fue un senador muy importante, sin duda. Estuvo en todas las negociaciones de cierta magnitud que pasaron por el Congreso. En el Ministerio del Interior, en cambio, nunca se entendió con la presidenta Bachelet.

El terremoto político del caso Gemita Bueno

En septiembre del 2003, Chile se estremece tras conocerse la detención de Claudio Spiniak, empresario acusado de organizar orgías sexuales que incluían la coprofagia. Sin embargo, uno de los testimonios que más impacto causó fueron los de una joven llamada Gemita Bueno, quien involucró en estas fiestas a Jovino Novoa, uno de los coroneles de la UDI.

Sin embargo, un año después, la mujer reconoció que todo era falso. En una entrevista concedida a The Clinic, admitió: «Me pasé por la raja a todo Chile». Cavallo y Montes subrayan que Gemita Bueno nunca conoció a Spiniak ni estuvo en sus casas ni en una orgía. Además, jamás había visto a Jovino Novoa ni a ningún otro senador. Incluso logró que el Servicio Médico Legal le declarara estrés postraumático provocado por «abusos psicotraumáticos y sadomasoquistas».

– ¿Es la primera gran fake news del medio chileno?

El caso Spiniak no es de desinformación en el sentido estricto. Es una trama de simples mentiras en la que desgraciadamente cayeron muchos medios, a pesar de que ya existían antecedentes en otros lugares del mundo. El libro cita el caso del Raval, en Barcelona, que es muy parecido y que ya estaba estudiado. 

– En el libro se puede apreciar una permanente revisión de cómo los medios desplegaron su cobertura. ¿Qué diferencias ven ustedes entre el periodismo político de los 2000 con el que se hace ahora?

El periodismo está muy golpeado hoy. De un lado, por la continua apropiación de contenidos en las redes digitales; del otro, por el cambio en la estructura de ingresos. Ese daño inmenso todavía no existía en la primera década del siglo XXI.

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