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El silencio del Cardenal: Las cartas de víctimas de abusos que Ezzati nunca tomó en cuenta

Por: Marcos Sepúlveda Loyola | Publicado: 17.10.2022
El silencio del Cardenal: Las cartas de víctimas de abusos que Ezzati nunca tomó en cuenta |
En los más de 40 archivos incautados por la Fiscalía en el Arzobispado de Santiago, en la causa por encubrimiento de delitos sexuales en la Iglesia Católica, se encontraron una serie de cartas escritas por Ricardo Ezzati en las que reconoce conductas abusivas al interior de la iglesia y correspondencia de víctimas de abusos que nunca fueron respondidas por el sacerdote. La Información encontrada demostraría una serie de gestiones por parte de la Iglesia tendientes a encubrir a sacerdotes pederastas.

Ricardo Ezzati recibió a Óscar Muñoz, denunciado por abusar de nueve menores de edad durante casi dos décadas, la tarde del 9 de julio de 2018 en la residencia del arzobispo, ubicada en calle Simón Bolívar. Lo que ambos no estaban al tanto es que la PDI tenía intervenido el celular de Muñoz desde hacía 20 días y habían concurrido al lugar a fotografiar el encuentro.

Fue entonces cuando el Ministerio Público decidió citar a declarar a Ezzati en calidad de imputado en el proceso en contra de Muñoz y se presumía que, en abril de 2019, el fiscal Emiliano Arias, responsable de investigar a la Iglesia, formalizaría al Cardenal por encubrimiento en el mismo caso. La medida, aseguran fuentes al interior de la Fiscalía, se justificaba debido al persistente resguardo de sacerdotes ante eventuales persecuciones penales, por parte de Ezzati, y por no investigar en caso de tener noticias “verosímiles sobre la ocurrencia de un delito”, como establece el derecho canónico.

 La formalización, sin embargo, se vio entorpecida por la salida del fiscal Arias del caso, tras ser acusado de violación de secreto, tráfico de influencias y obstrucción a la investigación, entre otros delitos, por parte del fiscal de Alta Complejidad de Rancagua, Sergio Moya. Su salida ocurrió diez días después que este último se juntara con el abogado defensor de Ezzati, Hugo Rivera, y el Fiscal Nacional, Jorge Abbott.

 El expediente contra el cardenal de Santiago fue asignado en mayo de 2020 al fiscal metropolitano Centro Norte Xavier Armendáriz. A menos de un año para que el presunto delito de encubrimiento en el caso Muñoz prescriba, El Desconcierto indagó en archivos judiciales e investigaciones canónicas encontradas en los distintos allanamientos al Arzobispado de Santiago ocurridos a partir del año 2018.

En las diligencias se encontraron una serie de misivas escritas por Ricardo Ezzati en las que señala conocer conductas delictuales de distintos religiosos y también denuncias escritas por víctimas de abusos sexuales que nunca fueron contestadas e investigadas por la autoridad religiosa.

El historial de presuntos encubrimientos de Ricardo Ezzati es extenso, tanto en su paso por la congregación salesiana como en el episcopado chileno. Se trataría de al menos 28 casos de abusos de miembros de la iglesia católica chilena, donde el actual Arzobispo Emérito de la Arquidiócesis de Santiago habría hecho caso omiso de las denuncias realizadas por las víctimas. El Desconcierto reúne las cartas recibidas y enviadas por Ezatti que más que omisiones reiteradas, parecen un verdadero pacto de silencio.

Cartas comprometedoras

«Vi al Padre tocar el pene del D.», fue el comentario que hizo en enero de 2009 Gino Schiaffino, chofer del sacerdote salesiano Diego Muñoz, a la secretaria del templo María Auxiliadora de Concepción, Miriam Insulza.

Miriam desde hace tiempo que venía notando un comportamiento anómalo en el religioso, quien tenía mucha cercanía con D.D., un estudiante de 13 años del colegio salesiano de Concepción a quien le daba dinero, compraba ropa y sacaba a pasear.

La secretaria no tenía una buena relación con el sacerdote, le había dejado pasar varias, pero el comentario realizado por el chofer del religioso provocó que enviara un correo electrónico al provincial de la congregación Leonardo Santibáñez contando la situación.

“Me he visto en la obligación de informarle”, escribió el 6 de enero de 2009. “Desde un tiempo a esta parte, permanentemente y la mayor parte del tiempo está en la oficina con el niño de 13 años de edad, alumno del Colegio, siendo sorprendidos en actitudes de índole sexual, específicamente caricias y tocaciones en los genitales del menor”.

La secretaria agrega que ha sido testigo habitual de este tipo de situaciones y que le preocupa porque se trataría de “un niño de bajos recursos y eso lo hace ser más vulnerable, ya que el Padre le da dinero, le compra cosas, ropa, regalos…”.

En el correo Miriam pide al superior que tome carta en el asunto y deja una sutil amenaza: “hay personas que están dispuestas a solicitar las acciones pertinentes del caso si no se toman medidas”.

No era primera vez, además, que el religioso era denunciado.

En medio de una visita a Concepción, en 1990, llegó a oídos de Ricardo Ezzati, por entonces máxima autoridad de los salesianos en Chile, una serie de rumores de índole sexual sobre Diego Muñoz, quien se desempeñaba como capellán de Carabineros.

Furioso, el 12 de febrero de 1990, escribió la primera de una serie de cartas en la que se tratan los comportamientos inadecuados del religioso.

«Te han visto en locales públicos con actitudes y expresiones vulgares; te han escuchado hablar mal de tus hermanos, juzgándolos y denigrándolos», escribe Ezzati, quien pidió al entonces obispo castrense, Joaquín Matte, el traslado de Muñoz.

El 1 de mayo de 1990 el vicario de la congregación, Hugo Strahsburger, llamó a Diego Muñoz para oficializar su traslado a Santiago. El sacerdote amenazó con dejar la congregación y convertirse en sacerdote diocesano del Arzobispado de Concepción.

“Tu reacción, a mi parecer, fue muy impulsiva”, escribió al otro día Strahsburger, quien lo invitó a su oficina el 8 de mayo de 1990 para conversar su caso y “evitar malentendidos”, indica. Muñoz nunca fue a conversar con el vicario.

En una carta enviada el 5 de septiembre de 1990, Ricardo Ezzati profundiza en los motivos del traslado:

¿Cómo no me va a preocupar que te vean sobrepasado en licor, en locales indignos de un sacerdote, con actitudes y amistades poco claras? ¿Cómo no me va a preocupar que un miembro de la Institución de Carabineros acuda a un sacerdote diocesano de Concepción para que interceda ante ti y te pida dejar tranquila a su esposa?”.

 A pesar de las denuncias que pesaban sobre el religioso, Monseñor Matte se negó a trasladarlo por “ser buen funcionario”.

Al igual que en otros casos comprometedores, el episodio fue considerado como una suerte de borrón y cuenta nueva. En ninguna de las misivas encontradas se plantea la apertura de una investigación canónica previa, cómo estima la normativa eclesiástica, sino más bien el inicio de una operación para sacar a los agresores y evitar algún escándalo.

Ezzati, de hecho, mientras era consejero Inspectorial de los Salesiano (1978 – 1984), intercedió en favor de Muñoz para que fuera enviado a Colombia, luego de “una situación dolorosa”. Hecho confirmado en una carta que le envió a Muñoz el 2 de octubre de 1990:

Luché mucho, como Consejero Inspectorial y encargado de la formación permanente, para que pudieras ir a Colombia a un curso de pastoral. Lo conseguí y me alegré mucho por eso; pasé a verte a Medellín en un momento difícil de esa experiencia, y después protesté con fuerza en el consejo, cuando a tu vuelta supe que el inspector te había autorizado para seguir en el servicio castrense”.

A pesar de las denuncias por acoso sexual, Muñoz siguió en los salesianos y en el obispado castrense como capellán de Carabineros hasta 1996. Las denuncias y rumores fueron guardados en una carpeta, reabierta recién en 2015 por Alberto Lorenzelli, entonces provincial de los salesianos entre 2012- 2018 y actual obispo auxiliar de Santiago, tras la denuncia de D.D.

FOTO: Ricardo Ezzati.

Infierno en Concepción

Su paso de interno en el colegio Salesiano de Concepción guarda un sabor amargo para Víctor Rodríguez. Han pasado más de 60 años, pero aún recuerda los abusos que sufrió al interior. “Era un infierno”, señala a El Desconcierto.

Tenía 16 años, cuenta que estaba restaurando una virgen en el templo del colegio cuando el sacerdote Roberto Carrasco se acercó, se levantó la sotana mostrando sus genitales y le dijo: “Víctor, me quiero acostar contigo, ¿cuál es el número de tu catre?».  Asustado, le dio el número incorrecto. “Desde ahí me tomó manía”, recuerda.

Entre 1956 y 1960, dos profesores más se propasaron con él, entre ellos un joven Diego Muñoz, afirma Víctor. Era un tipo gordo que fumaba pipa y cuando te besaba tenías que taparte la nariz”, recuerda quien a fines de 1960 fue expulsado del colegio.

Por miedo a sus padres no contó nada, hasta cuando en 2011 decidió escribir una carta a Ricardo Ezzati, en ese entonces Arzobispo de Santiago, relatando su historia con los abusos. Luego le pidió a su hermana que fuera a entregarla personalmente al obispo de Santiago. Nunca obtuvo respuesta.

Abrumado por los recuerdos, el 8 de abril de 2013 escribió al Papa Francisco:

“Tengo una pena enorme de lo que le contaré, le escribí al Arzobispado de Santiago dos años atrás y nunca recibí respuesta ni disculpa”.

16 días después, la Secretaría de Estado Vaticano remitió la carta a Ricardo Ezzati para que diera seguimiento a la misiva en donde se menciona a Roberto Carrasco y Diego Muñoz.

“No conozco a esta persona y nunca he recibido denuncia alguna”, respondió a Roma Ezatti el 9 de mayo de 2013, apoyando su afirmación en que los Salesianos no tienen denuncias contra los sacerdotes mencionados por Víctor.

El Desconcierto tuvo acceso a una declaración judicial realizada en 2018 por  Héctor Herreros, ex estudiante del colegio salesiano de Valdivia, quien en 1982 conversó con el director del colegio Maximiliano Ortúzar sobre los abusos cometidos por Carrasco. “Te obligaba que te sentaras en sus piernas y te las manoseaba hasta llegar a los genitales”, recuerda.

El director se mostró incrédulo y desacreditó el testimonio. A fin de ese año Herreros fue expulsado del colegio por ser “un alumno conflictivo”, mientras que el sacerdote fue trasladado por Ricardo Ezzati al seminario salesiano.

Todos estos detalles habrían sido omitidos por Ezzati y los salesianos al Papa Francisco.

Sin respuesta

El 17 de junio de 2005, mientras Ezzati se desempeñaba como obispo auxiliar de Santiago recibió una carta de un joven de iniciales J.M.V. que denunciaba al schoenstattiano Adrián González por “insinuaciones y tocaciones” perpetradas en 2002, mientras vivían juntos en la ermita de Schoenstatt de La Bandera. Los hechos fueron confirmados por el promotor de justicia Eliseo Escudero en un acta escrita el 13 de julio de 2005, en la que solicita una investigación previa o proceso para indagar la existencia de un delito en la iglesia.

En julio de 2005, el cardenal escribió a González para informarle de la denuncia en su contra y pedirle que «no admita a vivir bajo su techo a jóvenes. Es necesario actuar con la mayor prudencia», señala una carta a la que tuvo acceso La Tercera en 2019.

“Se me cuestionó porque la carta estaba muy bien hecha”, recuerda a El Desconcierto J.M.V, quien fue impulsado por el sacerdote Ignacio Pérez a escribirla.

Las víctimas de Adrián González lo describen como un sacerdote obeso, de manos gruesas, canas en el pelo y con una sonrisa coqueta. Estilaba, además, formar grupos cerrados de jóvenes a quienes besaba en la boca a la salida de misa.

“El preferido era al que más besaba (…) duraban más de un minuto y te dejaban la boca húmeda”, recuerda C.D., quien en 2004 conoció al sacerdote en la capilla Sagrado Corazón de Jesús, perteneciente a la parroquia de los Doce Apóstoles de San Ramón.

Estas actitudes eran muy criticadas por los feligreses y fueron mencionadas por Escudero en 2005.

De los besos en la boca, González pasó a las tocaciones en los genitales. “Cada vez que te toqueteaba te pedía perdón. Era bien perverso”, recuerda C.D., quien por un tiempo fue su favorito. Los episodios en su mayoría ocurrían en la oficina del religioso, afirma.

C.D. normalizó estas actitudes hasta los 17 años, cuando se da cuenta del abuso y decide cortar todo vínculo con Schoenstatt. En 2011 contó su historia en el portal de prevención de abusos de la Conferencia Episcopal. Nunca fue contactado.

El cuestionado sacerdote finalmente fue enviado a Antofagasta, en donde un menor de iniciales J.R.F. lo denunció por abuso sexual en 2011. La iglesia abrió una investigación previa el 17 de julio de 2013, la cual terminó con la suspensión de González por cinco años. El caso no fue remitido a la justicia civil, a pesar de tratarse de un menor de edad.

Una carrera de encubrimientos

Entre 1984 y 1991 como máximo representante de los salesianos en Chile, Ezzati conoció denuncias en contra de los sacerdotes: Diego Muñoz, Sergio Aravena, Rimsky Rojas y Carlos Ordoñez. Religiosos que trasladó de lugar una vez que se enteró de los hechos, no investigando canónicamente ni aportando antecedentes a la justicia civil.

A mediados de 1991, el director del colegio Salesianos Alameda, Leonardo Santibáñez, lo llamó para manifestarle que la profesora jefa de un primero medio le había comentado que el religioso Sergio Aravena estaba abusando de alumnos de su curso y que la familia iba a denunciar a la justicia.

El hecho fue reconocido por Aravena, quien fue trasladado hasta la casa de retiro de Las Peñas en San Fernando, con la obligación de no comunicarle a nadie su paradero. Durante el provincialato de Ricardo Ezzati el religioso fue  trasladado en cuatro ocasiones.

A la familia de los menores afectados, Ezzati les prometió que nunca más Sergio Aravena iba a trabajar con niños, cosa que no se cumplió, pues al año siguiente fue designado secretario de la pastoral juvenil de los salesianos.

Según consta en una investigación canónica a la que tuvo acceso este medio, desde 1982 los salesianos conocían sobre al menos tres casos de abuso sexual cometidos por Aravena en Valdivia. El sacerdote finalmente fue expulsado 20 años después, luego de enviar una carta al Papa Juan Pablo II donde reconoce haber abusado de nueve jóvenes.

Los traslados eran algo conocido por Ezzati, ya en 1987 había recurrido a esta dinámica cuando en Valdivia explotaron una serie de denuncias por abusos sexuales, de poder y de conciencia en contra de Rimsky Rojas.

“Se me acercó y me toqueteó los genitales por debajo de la ropa”, declaró P.M., uno de los 15 jóvenes que entre 1986 y 1988 habrían sido abusados por Rojas, en la fiscalía de Valdivia en 2011.

Ezzati al enterarse, trasladó a Rimsky al colegio Salesiano de Iquique y en 1989 lo envió de misionero a Conaky, Guinea Ecuatorial. A su regreso, fue destinado al Liceo San José de Punta Arenas en donde abusó de cinco menores.

En febrero de 2011, Rojas se suicidó mientras era investigado por el Ministerio Público.

Tras su carrera en los salesianos, Ricardo Ezzati fue nombrado obispo de Valdivia en 1996, comenzando una trayectoria ascendente en la iglesia que lo llevó al obispado de Santiago en 2010, en medio del huracán Karadima.

Según relata José Andrés Murillo en su libro “Abuso y Poder”, en 2005 escribió una carta a Ricardo Ezzati, obispo auxiliar de Santiago entre 2001 y 2007, en la que denunciaba distintas conductas abusivas ocurridas en la Parroquia El Bosque:

“Se me prohibió ir a fiestas, pololear y estaba obligado por obediencia no solo a participar de las actividades de la parroquia (…) El poder de la obediencia era absoluto”.

Dos años antes Murillo había mandado otra carta, a través del jesuita Juan Díaz al arzobispo de Santiago, Francisco Javier Errázuriz. Tampoco obtuvo respuesta.

Ezzati lo citó a una reunión, la cual fue gestionada por el jesuita Rodrigo García Monge. “Quédate tranquilo, haré todo lo necesario”, señaló en el encuentro, el cual ha sido desconocido por el Cardenal.

Durante los primeros tres meses como arzobispo de Santiago, Ezzati también recibió de manos del sacerdote Francisco Astaburuaga una carta escrita por María de los Ángeles Ovalle en la que denuncia a las religiosas Ursulina Isabel Lagos (sor Paula), María Edward (sor María Isabel) y Clarina Hurtado (sor Josefina) de conductas abusivas entre 2005 y 2006.

Sor Paula fue acusada de abuso de poder, manipulación de conciencia, irregularidades económicas y conductas impropias. En un comienzo el cardenal inició una investigación canónica en contra de la religiosa, pero en mayo de 2011 desestimó los hechos y la investigación previa liderada por el sacerdote Juan Francisco Pinilla se cerró.

Desde marzo de este año usted tenía esta información (…) afirmó públicamente que era de su competencia revisar lo que sucedía en los colegios de la Orden”, lo increpó María de los Ángeles Ovalle en una carta enviada a Ezatti que recogió Ciper.

Su paso por la capital estuvo marcado por la crisis de los abusos en la iglesia, cuando 22 sacerdotes fueron denunciados. “En a lo menos 15 casos Ezzati actuó de forma negligente, ya sea ocultando los hechos o dilatando las investigaciones”, señala a El Desconcierto Juan Carlos Claret, exlaico de Osorno e investigador sobre abusos en la Iglesia Católica.

Las actuaciones más polémicas de Ezatti, sin embargo, fueron en los casos de Héctor Domínguez, Jorge Laplagne, Óscar Muñoz y Tito Rivera.

El 23 de junio de 2011 Hans Kast, entonces canciller del arzobispado de Santiago, solicitó a Ezzati iniciar una investigación previa en contra de Domínguez, tras una denuncia por abuso sexual realizada en 2008. El arzobispo decidió no iniciar una investigación ni poner los hechos en conocimiento de la justicia.

En 2014 el sacerdote colgó la sotana y se fue a trabajar como encargado del área de evangelización del colegio San Alberto de Quinta Normal. En 2018, el exvicario judicial del arzobispado de Santiago, Jaime Ortiz de Lazcano, declaró en fiscalía que en los archivos históricos de la cancillería existían tres testimonios de jóvenes que denunciaban tocaciones y besos por parte de Domínguez. Nuevamente se instaló un tupido velo.

El 8 de septiembre de 2011, Ricardo Ezzati recibió una carta escrita por la religiosa Roseli Meneses, en donde cuenta que un joven se acercó a denunciar a Jorge Laplagne, párroco en la iglesia Cristo Resucitado de Maipú.

El autor de la carta es Javier Molina, quien desde los 13 años sufrió abusos sexuales y de conciencia por parte del sacerdote Laplagne mientras era acólito en la  parroquia Santa María de la Esperanza de Maipú. Un año antes había acudido a la iglesia, quienes instruyeron una investigación y designaron a Raúl Hasbún, como investigador. “Me preguntó si sentía placer mientras era abusado”, recuerda Javier.

Hasbún pidió un informe psicológico sobre la víctima al sacerdote José Luis Ysern, quien tras una conversación rápida con el denunciante se formó la idea que el caso era inventado y que se había inspirado en los denunciantes de Karadima.  Este informe se entregó seis años después de la denuncia y la justicia civil obtuvo los antecedentes después del allanamiento al Arzobispado de Santiago en 2018, cuando el caso ya estaba prescrito.

En ese minuto Jorge Laplagne era párroco de las iglesias de San Crescente (Providencia), Nuestra Señora de Luján (Ñuñoa) y prestaba servicios en el Instituto Alonso de Ercilla de los Hermanos Maristas. Luego de ocho años el religioso fue suspendido y el 30 de junio de 2020 fue declarado culpable por el Vaticano.

En medio de los preparativos para la visita del papa Francisco, el 29 de diciembre de 2017 el canciller del Arzobispado de Santiago, Oscar Muñoz, informó al cardenal Ezzati que a mediados de ese mes un grupo de familiares había ido a «funarlo» a la parroquia Jesús de Nazaret de Estación Central, por haber abusado de sus sobrinos, y que se iba autodenunciar en la justicia eclesiástica.

El Arzobispado de Santiago designó al exvicario judicial Jaime Ortiz de Lazcano, quien acreditó la existencia de cinco denuncias por abuso sexual en la década del 2000 en contra de Muñoz, quien finalmente fue sacado con el pretexto de “problemas familiares” y luego enviado a vivir con su madre en la comuna de Ñuñoa mientras se tramitaba su expulsión.

Durante ese tiempo, Muñoz abusó de un menor de edad en reiteradas ocasiones, en el mismo periodo en el que se reunió con Ezatti en al menos cuatro ocasiones. Según la declaración del niño en Fiscalía, entre 2015 y abril de 2018, fue abusado más de 50 veces por el excanciller. La última vez ocurrió en la casa familiar de Muñoz, días antes de que se destaparan públicamente los abusos.

Otro caso que complica a Ricardo Ezzati es el del sacerdote Tito Rivera, quien fue acusado de violar y drogar en un dormitorio ubicado en el segundo piso de la catedral de Santiago a Daniel Rojas, un vagabundo que en 2015 entró al templo a solicitar ayuda económica para una de sus tres hijas.

La víctima, en marzo de 2015, decidió confesar este hecho en secreto de confesión al Cardenal Ezzati, quien lo abrazó y le ofreció algo de dinero. Hecho negado por el exjerarca de la iglesia capitalina.

Según el libro “Criminales” de Juan Carlos Claret, la iglesia abrió una investigación canónica en contra de Rivera, condenándolo por actos homosexuales sostenidos en el tiempo y suspendiéndolo por 14 años.

El caso causó indignación entre los fieles y apuró la caída de Ricardo Ezzati, quien a finales de marzo ya no era arzobispo de Santiago. Su formalización parecía inminente.

FOTO: Ricardo Ezzati.

Los últimos pasos de Ezzati

Más de 4 mil páginas de investigación, cinco obispados allanados y un centenar de testigos han declarado en una indagatoria que, por primera vez en la historia de Chile, podía sentar a un cardenal en el banquillo de los acusados.

Han pasado tres años y la causa por encubrimiento en el caso Muñoz se encuentra suspendida, pero no archivada, por lo que cualquier nueva diligencia podría activarla. “Está vigente y existen tareas pendientes”, indican desde comunicaciones de la Fiscalía Metropolitana Centro Norte.

Con 80 años y una operación de corazón en el cuerpo, Ezzati ha optado por retirarse de la vida pública y refugiarse en la congregación donde ingresó a los 13 años de edad. Hoy enfrenta una nueva acusación, esta vez de las víctimas de abuso de los salesianos, quienes lo sindican como miembro de una asociación ilícita destinada a encubrir delitos sexuales.

En conversación con La Tercera, en octubre de 2021, el abogado defensor del Cardenal, Hugo Rivera, sostuvo que la acción judicial «es absolutamente infundada, pues se sustenta en hechos falsos”, a pesar de que existen numerosas cartas y correos electrónicos que dan cuenta de los hechos, los cuales a pesar de estar prescritos -salvo el caso de Óscar Muñoz- aún son indagados por el Séptimo Juzgado de Garantía de Santiago. Una pequeña ventana que abre la esperanza para un sueño recurrente en las víctimas: la formalización de quien sindican como el gran encubridor de los delitos sexuales en la Iglesia Católica.

El Desconcierto se comunicó con la congregación salesiana, pero declinaron referirse al tema por existir todavía una investigación vigente. El arzobispado, en tanto, no respondió a los requerimientos de este medio.

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