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Carlos Huneeus: «Nuestro electorado tuvo una paciencia sobrehumana con la DC»

Por: Camilo Espinoza | Publicado: 11.11.2022
Carlos Huneeus: «Nuestro electorado tuvo una paciencia sobrehumana con la DC» Carlos Huneeus | Foto: Agencia UNO
Para Carlos Huneeus, la historia no se repite, pero rima. El histórico militante de la Democracia Cristiana nos recibió en su oficina para hablar de la decisiva Junta Nacional de su partido. Además, repasa a Demócratas y Amarillos, dispara contra tecnócratas y reflexiona sobre el gobierno de Boric. «Es incluso más difícil que el de Aylwin», asegura.

En su oficina de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, Carlos Huneeus Madge (75) desparrama algunas hojas de oficio sobre su escritorio y comienza a trazar líneas con un lápiz pasta.

Me explica que cada generación dura 15 años. Y que la primera generación de la Democracia Cristiana parte en 1909, con el nacimiento de Bernardo Leighton, y se extiende hasta 1924. En ese grupo están los demócrata cristianos más importantes de la historia de Chile, como Eduardo Frei Montalva o Radomiro Tomic.

«La DC nunca logró consolidarse porque, para hacerlo, tenían que tener autonomía de sus padres fundadores. Y los padres fundadores de la DC son los de la primera generación. La pregunta que hay que hacerse entonces es por qué los de la segunda generación no tuvieron el tonelaje político para superarlos», plantea.

De hecho, varios de los padres fundadores se mantuvieron al mando del partido incluso después de la dictadura: Patricio Aylwin, Gabriel Valdés, Narciso Irureta, Renán Fuentealba, entre otros.

«Eran tipos muy notables, con una trayectoria profesional y política conocida. Pero a algunas personas se les ocurrió que el candidato presidencial para esos años tenía que ser el hijo de Eduardo Frei. Esa decisión significó volver al pasado, fue un tropezón tremendo», reflexiona Huneeus.

Para el abogado, doctor en ciencia política e histórico militante de la DC, ese fue el momento en que el partido entró en un declive que lleva 25 años y tendrá un nuevo punto de inflexión este sábado 12 de noviembre, cuando se lleve a cabo la Junta Nacional que definirá el futuro de la colectividad.

Huneeus no esconde sus proyecciones: «Me hace recordar la división de los conservadores el año 49. Habían dos sectores, uno socialcristiano y otro tradicionalista, más de derecha. En las parlamentarias, la facción tradicionalista sacó la inmensa mayoría de los diputados. El presidente del partido era socialcristiano, Horacio Walker, el abuelo de Ignacio Walker, y le pidieron la renuncia, pero no quiso salir».

– ¿Y qué pasó después?

Reclamaron a la Junta Electoral, que era como el Servel de la época. Pero la Junta Electoral le dio la razón a Horacio Walker, así que los otros se fueron y formaron otro partido.

– ¿Cree que eso podría pasar en esta Junta Nacional?

Está en juego la continuidad legal y política de la DC. Es muy sorprendente que la directiva se haya empeñado en una postura política que condujo a la derrota del 4 de septiembre y no haya hecho una autocrítica de eso. Más encima, ha tomado medidas disciplinarias contra quienes no votaron por el Apruebo.

– Pero la muerte de la DC se ha anunciado varias veces. Desde la expulsión de Adolfo Zaldívar en 2007, cada vez que salen militantes emblemáticos se habla de la muerte de la DC. Sin embargo, una vez fuera del partido, no les va muy bien…

Bueno, esa es la aventura. En Italia, la DC se disolvió y desapareció, pero políticos demócrata cristianos y corrientes demócrata cristianas siguieron existiendo. Incluso Berlusconi gobernó con una de ellas.

La Democracia Cristiana puede seguir existiendo con una bancada de seis diputados, que es más de lo que tenía la Falange Nacional en los años 40. Entonces, obviamente tendría una capacidad de chantaje relevante.

Pensando en el grado de fraccionamiento del sistema de partidos, un partido chico puede hacer muchas cosas.

– ¿Qué le hace pensar entonces que este es un momento decisivo?

Es que ha sido una crisis muy grave. Por un lado hay gente que se va, pero también hay gente que se ha quedado callada por mucho tiempo. Nadie explica por qué nunca la DC hizo un diagnóstico crítico, por qué se perdieron tantos votos, por qué no rectificaron si esto viene de las elecciones parlamentarias del 97.

Yo diría que el electorado demócrata cristiano tuvo una paciencia sobrehumana con la DC. El partido construyó un capital político en el país durante muchos años, y ese capital político es lo que le ha permitido que continúe hasta el día hoy. Y puede continuar más adelante si hay liderazgos imaginativos.

– ¿Y los que se van?

Cada uno es una lienza que se quiere lanzar para un mismo trompo: ser candidato presidencial. Es contradictoria la auto relevancia que se han dado los políticos que se han ido desencantados de la DC.

La pregunta que uno se hace es: ¿Por qué no se pusieron de acuerdo antes y controlaron el partido? ¿Dónde estuvieron expresados, qué iniciativas hubo, cuáles fueron las propuestas, cómo les fue en las campañas electorales? ¡Les fue re mal!

Todos los partidos políticos necesitan asumir sus puntos de quiebre, sus momentos críticos, y ver si continúan o no.

«Se nota la ausencia de un partido de centro»

– ¿Entonces, en su opinión, cuál es la naturaleza de la crisis de la DC?

El problema de la DC es que tuvo una larga historia, primero como un partido irrelevante con baja capacidad de chantaje, que en la década del 40 no pasa de los tres diputados. Y luego tiene un salto muy drástico, en que Frei es senador por Santiago y llega a sacar hasta 17 diputados. Ahí empieza un tardío crecimiento electoral y político.

El partido llegó muy rápido al gobierno el 64, y una parte de sus dirigentes habían estado 20 años en la oposición. No se acostumbraron y luego vino la ruptura. Guardando las proporciones, es lo que le pasa al Frente Amplio ahora, que llegó antes de tiempo a La Moneda.

Posteriormente, hubo ciertos demócrata cristianos que le dieron la espalda al sector y se compraron una tesis que hablaba de la decadencia histórica de Chile, que señalaba que los tres últimos gobiernos chilenos: Frei Montalva, Allende y la dictadura, fueron planificaciones globales refundacionales. Eso significaba desconocer la historia.

– ¿Quiénes adhirieron a esa tesis?

Esa tesis fue difundida por Alejandro Foxley, gente de Cieplan y Edgardo Boeninger. Hay un documento de la revista Hoy de agosto del 88, titulado «El consenso económico social es posible» en el cual hacen un reconocimiento de los logros económicos de la dictadura.

De la noche a la mañana se dieron vuelta la chaqueta, sin darle ninguna explicación al electorado ni a la oposición de lo que habían dicho antes. No hubo un planteamiento económico distinto al de los Chicago Boys.

Muy distinta fue la política social, porque no se creía en el chorreo y el Estado tuvo un papel muy importante. Es novedosa la política social contra la pobreza, pero otra cosa son las instituciones, los poderes monopólicos, los órganos regulatorios, que no han cambiado.

– ¿Cree que esa debilidad en sus planteamientos provocó que la DC, y todos los partidos de la Concertación, no supieran defenderse de la crítica a los 30 años?

El país está en una situación extremadamente delicada y se nota la ausencia de un partido de centro. Se podrá criticar mucho lo que hizo la DC en el pasado, pero la gran mayoría de las principales transformaciones que se han hecho desde fines de los años 50 han sido impulsadas por demócrata cristianos.

Sin embargo, la DC no fue capaz de defender los logros de sus gobiernos. Quien empezó la reforma agraria fue Eduardo Frei Montalva. La política educacional más importante del siglo XX, que implicó que ningún niño se quede sin ir a la escuela, la aplicó Frei Montalva en cuatro meses.

Yo tengo mis dudas si un presidente de izquierda se hubiera enfrentado con Pinochet con el éxito que tuvo el presidente Aylwin. Enrique Correa no era partidario de seguir una política de derechos humanos con la comisión Rettig. Y después, el gobierno de Lagos fue extraordinariamente prudente con el gran capital.

– ¿Qué le faltó entonces a esta generación?

La DC, que fue el partido más grande de la Concertación, que tuvo un apoyo internacional bien importante de la Fundación Konrad Adenauer, de Cieplan y de otras instituciones, no planteó una defensa y una propuesta como la que se hizo el 64.

Ese año hubo un pensamiento bien articulado que lo resumió Jorge Ahumada en 1958, en su libro «En vez de la miseria». Un gran libro, clarísimo. Ese Jorge Ahumada no lo tuvo la DC. Hubo mucho tecnócrata. Una cosa es ser intelectual, y otra cosa es ser político. Es muy distinta la política del mundo académico.

En los años 80 hubo demasiados intelectuales, y ellos se equivocaron en su diagnóstico. Ni siquiera fueron capaces de prever las consecuencias de lo que estaba pasando. Lo que pasó con el CAE, por ejemplo. Es decir, cómo usted expande la educación superior en esa dimensión sin preocuparse de la calidad y del costo. Además, obligaba a endeudarse con los bancos, los mismos que llevaron a la crisis el año 82.

– Esa tecnocracia es la que entra en crisis con el Transantiago.

Claro, René Cortázar era la mano derecha de Foxley. Tecnócrata total.

«Los partidos pueden ser fabricadores de derrotas»

– Y cuando la DC entra a la Nueva Mayoría y comienzan a destacar figuras como Yasna Provoste o Francisco Huenchumilla. ¿Usted interpreta que ahí hubo un giro a la izquierda?

A mí me sorprendió cuando Yasna Provoste era candidata presidencial y un periodista le preguntó a quién admiraba de la Democracia Cristiana. Y ella mencionó «a los 13».

¿Pero acaso no existía Frei Montalva o Patricio Aylwin? Los 13 sí, fueron muy importantes, son amigos varios de ellos, les tengo respeto e hicieron una cuestión bien importante en ese momento. El presidente Aylwin en sus memorias reconoce que la declaración que ellos sacaron era mejor que la de él.

Pero eso es lo mismo que darle la espalda a la DC. Es un izquierdismo muy trasnochado ponerse en posiciones de izquierda sin ponerle contenido. Es como si alguien socialista ninguneara al presidente Allende. Entonces, ahí se extravió un sentido de pertenencia al partido. Sin eso, para la gente la DC dejó de existir.

– ¿Tirarse cada vez más a la izquierda agudizó la crisis de la DC?

Los partidos pueden ser fabricadores de derrotas. Ha sido la izquierda en varias partes del mundo, incluyendo Chile. La presidenta Bachelet le entregó en dos oportunidades el gobierno a Piñera. Es fuerte decirlo, pero el presidente Allende debió haber hecho todo lo posible para evitar un Golpe de Estado y no lo hizo.

La DC es un partido de centro, sus votantes son centristas. Sus dirigentes pueden decir lo que quieran en la prensa o en los discursos en el Congreso, pero cuando lleguen a las campañas electorales, ofrecen pan, techo y abrigo, cuestiones que no se identifican de izquierda.

– ¿Cómo ve la creación de Demócratas, el nuevo partido de Ximena Rincón y Matías Walker?

Difícil lo veo, porque van a enfrentar el mismo problema que tuvo la DC en los 90. Una competencia feroz en la derecha, que tiene cuatro partidos y que es la gran beneficiada de los errores de la Concertación.

Además, ellos quieren jugar el Mundial saltándose las eliminatorias. Ximena Rincón quiere ser candidata presidencial. Claudio Orrego también. En los Amarillos hay más de uno, Harboe seguramente. Hay demasiados candidatos, entonces este tema se va a perturbar por la elección presidencial del 2025.

Enseguida tienen que definir una propuesta de centro sustantiva, que no basta con decir que son partidarios de la moderación y un par de lugares comunes.

– ¿Qué significa ser de centro hoy día?

Que el país no puede dividirse en dos minorías excluyentes, que son la izquierda y la derecha. Piñera sacó el 36% en la primera vuelta, más el porcentaje de Kast, llegó a 44%, lo mismo que sacó Pinochet.

Lo mismo ocurre con la izquierda. La elección de Boric fue con un 26%, más el 11% de Yasna Provoste, llegan a cerca del 36% que tenía Allende. Entonces, son dos polos que no tienen mayoría y que llegan a La Moneda con mayorías fabricadas en la segunda vuelta.

Para salir adelante no se requiere una alternancia, porque hay temas nacionales que tienen que ser resueltos. La élite política tiene que tener capacidad de entendimiento y, lo que ha demostrado, es que no la tiene. No tiene compromiso ni negociación, que es fundamental en la política democrática.

Una DC centrista, con una capacidad de vanguardia como sostuvo en su tiempo, tiene que tener presente los problemas fundamentales del país. Y uno de esos problemas fundamentales es que el poder político ha estado subordinado al poder económico por un cuarto de siglo.

– ¿Cree que en Chile se pueda abrir un escenario para la extrema derecha o para la derecha populista como ocurrió recientemente en Italia?

Bueno, los Republicanos ya son el partido más importante de la derecha. La UDI y RN han tenido que agachar la cabeza ante ellos. Piñera ignoró a José Antonio Kast aunque le debía la elección a él. Y ahora él llegó a la segunda vuelta. Kast ya es un personaje central, va a estar en la segunda vuelta en la próxima presidencial.

Ahora, también puede pasar algo como el caso argentino del año 2001, que se vayan todos. No sé si vayan a votar por el Partido de la Gente, creo que sencillamente van a llamar a que se vayan todos.

– ¿No le ve opciones al PDG?

El PDG va a querer matar a Parisi y ser autónomo. Además, cómo es posible que un señor que vive en Estados Unidos esté dirigiendo la política chilena y sea candidato presidencial.

«El gobierno de Boric es incluso más difícil que el de Aylwin»

– ¿Cómo ha visto al Presidente Boric?

No lo he visto bien. No es un juicio de valor, porque le ha tocado recibir un país en condiciones más difíciles, por el colapso de las dos grandes coaliciones que habían gobernado durante 30 años sin dejar sucesión, con un sistema económico altamente concentrado, desigualdad y atraso en sectores que llevaron al estallido social.

Él no estaba preparado, jamás se imaginó que iba a pasar por esto, ni nadie de su entorno. Yo tengo comprensión por él, si Frei hubiera llegado a La Moneda en 1958, no habría hecho la Revolución en Libertad. Los partidos necesitan madurar y requiere tiempo el aprendizaje político.

A mí lo que me preocupa es que no explicita a la ciudadanía el difícil momento que tiene Chile. Eso me parece un error, porque después va a tener que rendir cuentas de lo que no hizo. Y lo mínimo que se debe hacer es que la nueva generación diga que se encontró con esto. En segundo lugar, hay muchos partidos. Es muy difícil ponerse de acuerdo.

– ¿Su coalición le ayuda o le resta?

El PC hoy no es el PC que hubo en los años 60. Para combatir a la extrema izquierda en el gobierno de Frei Montalva, nos entendíamos con el PC y la cosa caminaba. Para el Tacnazo, el Partido Comunista salió a las calles para defender la democracia. Ese PC ya no existe.

El PS está muy debilitado, no tiene juventud y carga con el trauma del fracaso del gobierno de Allende. El temor al quiebre de la izquierda, que también lo tiene Boric. La unidad es un arma de doble filo, porque en el afán de priorizar la unidad se transan políticas que no van al fondo del asunto.

Por eso creo que el gobierno de Boric es incluso más difícil que el de Aylwin, porque don Patricio tenía partidos al lado, la legitimidad institucional, la experiencia. Esa era una gran clase política.

– ¿Cree que Boric es iluso por tratar de conciliar las dos almas que sostienen su gobierno?

Va a llegar el momento en que va a tener que definirse. Mientras más tarde se decida, peor para el país y peor para él.

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