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Esteban Celis, el primer cyborg chileno: “Puedo sentir el campo magnético de la tierra”

Por: Claudio Pizarro | Publicado: 21.05.2023
Esteban Celis, el primer cyborg chileno: “Puedo sentir el campo magnético de la tierra” |
Tiene tres dispositivos instalados en el cuerpo que le permiten, entre otras cosas, percibir campos magnéticos y almacenar información a través de un implante subcutáneo. Reconocido por la Cyborg Fundation, Esteban Celis se transformó en el primer artista de este tipo en Chile. Esta es su historia.

Percibir colores invisibles, frecuencias extraplanetarias e incluso imágenes, videos o llamadas telefónicas, a través de una antena implantada en su cabeza, es una realidad que el artista plástico Neil Harbisson ha experimentado en su propio cuerpo desde hace varios años, tanto así que es la primera persona en el mundo reconocida por un gobierno como un Cyborg.

Harbisson es cofundador de la Cyborg Fundation, una organización dedicada a ayudar a quienes incorporan implantes o tecnologías en sus cuerpos, y a defender el derecho a introducir estas modificaciones en sus vidas. Un movimiento que busca generar nuevas formas de percibir la realidad y que ha reconocido por primera vez a un chileno en sus filas.

Esteban Celis es un bibliotecólogo que empezó con implantes de imanes en sus manos y que hoy tiene conectado un sistema a su cabeza llamado Locate Sense, que le permite sentir el campo magnético de la tierra. “Estoy en un periodo de acostumbramiento”, comenta a El Desconcierto.

Fotos: Macarenea

-¿Explícame, para empezar, qué es un cyborg?
En palabras simples es una persona que incorpora tecnología en su cuerpo y que genera una identidad a partir de esta tecnología. La expresión que más se acerca es la empleada por la bióloga Donna Haraway, en su libro Manifiesto Cyborg, que independiente de estar o no unidos con la tecnología, asume que socialmente la tecnología juega un rol fundamental dentro de nuestra identidad.

-¿Y en el caso tuyo?
Lo que pasa es que yo soy artista y uso la tecnología como un medio para crear arte y soy parte de un movimiento cuyo principal referente es Neil Harbisson, que tiene una antena en la cabeza. Neil nació con acromatopsia, ve en blanco y negro, y desarrolló este dispositivo conectado a su cráneo que le envía vibraciones que se transforman en sonido y así puede identificar los colores. Ha hecho un montón de obras  y ha realizado hasta conciertos de colores. Son performances y usa la tecnología para crear obras de arte.

-¿Por eso decidiste transformar tu cuerpo?

Me interesó mucho poder ser yo la obra, experimentarla, por decirlo de algún modo. En estos momentos tengo un bioimán en la mano que me permite sentir distintos campos magnéticos. Por ejemplo, cuando pasas por los sensores de una tienda, se siente un pequeño movimiento que me hace vibrar la mano al momento de pasar.

-¿Una cosquilla?

Es una especie de hormigueo, incluso se puede sentir al tacto, porque vibra literalmente.

-¿No hay ningún beneficio con esto, sólo una sensación extraña?

O sea, beneficio como tal no, y tampoco estoy diciendo que lo hago porque es beneficioso para la salud. Esto tiene netamente un enfoque artístico. He creado obras, sobre todo en la parte más performática.

-¿Qué otras cosas has incorporado en tu cuerpo? 

En estos momentos lo más significativo, por todo el proceso que ha significado, es la instalación de un dispositivo atrás de mi cabeza que me permite sentir el campo magnético de la tierra, a través de pulsaciones que siento en la oreja y en la nuca. Es una tecnología cibernética que a partir de códigos programados me permite sentir esas pulsaciones en mi cuerpo. La idea es, más adelante, incorporar esta tecnología en los costados de mi cabeza.

Esteban Celis, al centro, junto a su equipo de trabajo. Fotos: Macarenea

-¿De dónde viene esa tecnología y cómo se instala?

La tecnología es muy simple, está al alcance de la mano. Hay empresas del rubro cibernético donde uno manda a hacer estos chips, con las indicaciones que uno quiere. En el caso mío, por ejemplo, busqué captar el norte y sentir una pulsación cada vez que me giraba hacia ese punto cardinal. Y este chip lo trae integrado. Después simplemente se programa y cablea.

-¿Y si viajas a Arica en bus por más de 30 horas con este aparato conectado en tu cabeza?

Lo más probable es que si estoy sentado mirando hacia el norte, voy a estar constantemente sintiendo estas pulsaciones en mi cabeza. Al comienzo, a decir verdad, fue un poco invasivo, tuve un par de días con jaqueca y sintiendo estas vibraciones incluso cuando no tenía el dispositivo instalado. Pero ahora ya lo tengo más integrado.

-¿Y qué implica sentir el campo magnético en la cabeza?

Lo que pasa es que hay ciertos lugares que te recuerdan olores, por ejemplo, o ciertas cosas que tienen relación con un determinado espacio. A mí me ha pasado mucho que ciertas vibraciones, tanto en la mano como en la cabeza, me evocan lugares donde ya estuve, aunque desconozco cómo el cerebro hace esas conexiones. Recién estoy empezando en esto pero quiero ampliar el rango, a través de internet o bluetooth, para que no sólo sea una experiencia mía sino que la gente también pueda participar.

-¿Y en esta tienda cibernética puedes comprar otras sensaciones, supongo?

Sí, lo que pasa es que esto está muy ligado al mundo del biohacking que tiene que ver con hackearte el cuerpo, hay hasta dietas de biohacking y un montón de tiendas donde puedes comprar tecnologías baratas. Tengo un chip acá en mi mano, por ejemplo, que lo uso para guardar datos. Hoy en día se puede comprar y no tienen ningún precio estratosférico.

-¿Ese chip de la mano es una especie de pendrive, me imagino, no es que te salga de la piel un puerto USB?

Es un chip con tecnología NFC que se puede usar con algunas aplicaciones que te permiten acercar el teléfono a la mano y traspasar información. La mayoría de los teléfonos Android tiene tecnología NFC.

-¿Cuánto has gastado en todos los dispositivos que tienes?

Te mentiría si he gastado más de 100 mil pesos en todo.

-Si se trata de comprar sensibilidades nuevas, ¿qué diferencia tiene lo que haces con tomarte un LSD?

Hay artistas cyborg que se inspiran en el reino animal, de hecho hay muchos animales que sienten el campo magnético desde su sistema biológico. Manel de Aguas tiene aletas en los costados de la cabeza y puede sentir el tiempo atmosférico por función ósea. Entonces, ya hay especies que lo hacen. Ahora, respecto al tema de las drogas, podría hacerse una unión quizás, pero mi camino no va por ese lado.

-¿Hay algún límite ético en eso? 

Lo que pasa es que existe la libertad morfológica que permite modificar tu cuerpo porque es tuyo y nadie puede venir a decirte cómo hacerlo. También corre para la gente que hace modificaciones corporales, aquellos que se ponen cachos de silicona, por ejemplo, que son casos más bien estéticos. Pero desde lo ético el biohacking busca llevar esa tecnología de bajo costo a la gente. Acá no hay empresas o grandes corporaciones detrás que me estén costeando todo esto. Entonces nadie es dueña de lo que yo estoy haciendo, ni del código ni tampoco de la tecnología.

-¿Y los que tienen un marcapasos en el corazón son cyborgs o no?

Según Donna Haraway sí, porque estamos conectados indiscutiblemente a la tecnología, incluso sicológicamente. Por ejemplo, existe una conexión tan fuerte con la tecnología que cuando la gente se está quedando sin carga en el teléfono dice, en primera persona, “me estoy quedando sin carga”. Eso habla que estamos estrechamente conectados a esta extensión del cuerpo, tanto física como sicológicamente, así que somos una sociedad totalmente cyborg.

-¿Cuándo uno deja de ser humano y se transforma en un ser transespecie?

Hay artistas de este movimiento que manejan el concepto de transespecie, aunque yo no voy por ahí. Lo respeto, pero no es mi enfoque. La concepción del ser humano está un poco obsoleta. El hombre ya no es una persona, con un cuerpo de carne y hueso, que anda por ahí dando vueltas. Es un ser complejo, partamos de ahí. Y que vive en una sociedad que está totalmente digitalizada. Eso ya nos convierte en una cosa que es diferente a la concepción tradicional de ser humano. Además, no porque he incorporado estas tecnologías en mi cuerpo me siento más cercano a los robots o la inteligencia artificial. De hecho, intento conectarme con algo muy de la tierra que me hace sentir más conectado con la naturaleza. No creo que se pierda esa humanidad o lo que entendemos por humanidad.

-Y si esos cambios se transforman en un súper poder, ¿vas a seguir siendo tan humano como los otros?

Lo que pasa es que lo más importante es la libertad de cada cuerpo. Yo, al menos, no tendría ningún problema ético. El problema sería si existe una empresa que vende los productos a un precio estratosférico y sólo personas con cierto poder adquisitivo puedan tener acceso a eso. Eso sí me parecería mal.

«Los límites se van a ir corriendo»

-Hace un tiempo Neil Harbisson comentó que a través de la antena en su cabeza, conectada a una red de wifi, recibió una imagen de un usuario anónimo. ¿Puede ser hackeado en este caso un cerebro?
En mi caso no, porque todavía no tengo conexión a internet, pero si lo extiendo a los costados de mi cabeza podría tener acceso a ella y ahí podría ser hackeado.

-Podrían hasta torturarte digitalmente, como en la Naranja Mecánica…

Claro, a Neil le gustó la experiencia como algo nuevo y le pasó en más de una ocasión, pero en mi caso no es tan terrible porque lo que pretendo es seguir sintiendo el campo magnético. Igual me pondrían mandar información del norte, pero no sería una tortura ni algo negativo. Aunque sí tendría que tener un antivirus quizá, porque es relativamente algo nuevo.

-No tienes miedo que en el futuro esto se pueda transformar en un mecanismo de control social, al incorporar tecnologías más complejas.

Sí y no. Te pongo el caso de lo que pasó con el covid en China, el control que se tenía sobre la gente, por medio de los teléfonos. Entonces sí hablamos de sociedades distópicas por tecnología, creo que estamos bastante cercanos a eso.

Fotos: Macarenea

-Me refiero a algo aún más invasivo: un chip en tu cabeza.

Por mi parte el tema ético está directamente relacionado con las empresas. Yo lo pensaría dos veces en instalarme algo que venga de alguna corporación o multinacional. Las cosas que yo tengo en el cuerpo están hechas por mí o vienen de empresas de biohacking donde hay gente con un interés similar al mío.

-¿Te has autoimpuesto algún límite?

No, por el momento no, pero obviamente siempre intento aminorar los riesgos. Trabajo con un modificador corporal, que es una persona de confianza, y  con la Corporación Robot, que es un taller de robótica de biohacking. Entonces los límites se van a ir corriendo de acuerdo a lo que podamos o no hacer. La idea es generar conciencia del tema y hablarlo, porque si lo callamos tampoco creo que sea algo positivo.

-¿Hay algo que te gustaría hacer a futuro en tu proceso de transformación?

Tengo un dispositivo insertado en la cabeza que se llama Locate Sense, ese es el nombre que le colocamos, y la idea es que pueda no sólo sentir las vibraciones sino escuchar por medio de conducción ósea.

-¿A través de los huesos?

Claro, hoy en día existen hasta audífonos de conducción ósea, que no van metidos en la oreja y que se conectan vía bluetooth. En el caso de los delfines, por ejemplo, ellos escuchan por el cráneo y nosotros podemos hacer lo mismo porque las vibraciones se pueden transformar en sonido. Y no solamente quiero sentir el campo magnético, sino tomar ciertos parámetros del lugar donde estoy, que puede ser la luz, el clima u otro que se pueda llevar a un código, luego a un sonido y después poder interpretarlo.

-En el fondo es un tema de lenguaje.

Sí, claro, es algo que uno tiene que ir aprendiendo.

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