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Crítica a «Aviario» de Julieta Moreno: Abramos todas las jaulas

Por: Belén Roca Urrutia | Publicado: 21.01.2018
Crítica a «Aviario» de Julieta Moreno: Abramos todas las jaulas 8 |
Julieta Moreno, (Buenos Aires, 1990). Ha participado en los talleres literarios impartidos por Balmaceda Arte Joven, sede Santiago de narrativa con Juan Pablo Sutherland, Poesía y performance con Elizabeth Neira, Cuento con José Antonio Rivera y Escritura autobiográfica con Gustavo Barrera. En este poemario, el nido es el barrio con su violencia y su bullicio. La libertad es el afuera, la exterioridad de la jaula. Y la jaula puede ser una idea, una relación o incluso un país. Estas concepciones son el eje de la obra. Desde aquí estos poemas nacen y aprenden a volar.

Para hablar de Aviario de Julieta Moreno me gustaría partir constatando la importante presencia de aves dentro del imaginario popular latinoamericano. Por ejemplo, se le dice a alguien que “come como pajarito” cuando se alimenta de a poco o lento; se le dice “pajarón” o “pajarona” a esas personas despistadas, atolondradas y olvidadizas; se les dice “pollo” a la gente débil o frágil; antiguamente a las faldas largas de las mujeres se les llamaba “polleras”; y también se les dice “gallinas” a las personas cobardes. Seguramente podría alargarme más, porque el lenguaje popular está lleno de referencias a aves de todo tipo, sobre todo en sectores rurales y provinciales donde justamente se fraguó la cultura popular que a lo largo del siglo XX redefinió las urbes de todo el continente gracias a la migración.

Creo que el concepto que trabaja Julieta en su libro nace ahí. En ese ir y venir de personas entre el campo y la ciudad. O de ciudad en ciudad. O de país en país, como nos recuerda la autora en el poema “Mirlo”, dedicado a su padre, donde se refiere al origen trasandino de su familia y a la forma en que el exilio y la migración política pueden configurar para siempre una casa, un barrio o un nido. Dice allí: “Regresaste a la tierra / que generó tus dolores primigenios / te situaste en lo alto de la urbanidad violenta / para así mirar cómo se suceden / los días sin volver a migrar” (39).

La migración como alivio y dolor al mismo tiempo. Como una manera de empezar o terminar una ruta. Como una de las formas decisivas de construcción de identidad de las familias latinoamericanas del siglo XX que no tuvieron las garantías políticas y socioeconómicas de las clases más acomodadas. Ese tránsito como gesto definitivo, como la marca que deja el poder sobre nuestras bandadas. Pero también como un acto constitutivo de esa vieja clase obrera, criada en libertad, colectividad y solidaridad.

Por otro lado, aunque siguiendo con el imaginario popular, en Chile otra bellísima imagen ligada a las aves, muy representativa para estas mismas familias, tiene que ver con Víctor Jara y su tema “Luchín”. Al cerrar esa canción, Víctor plantea la necesidad de abrir todas las jaulas para que hijos e hijas de pobladores vuelen como pájaros. La imagen es simple y desgarradora a la vez. Y no está de más remarcar su importancia dentro de las viejas familias obreras. En su poema “Estrategias de vuelo”, Julieta anota: “Cruzaré el río y cortaré los puentes que nos vincularon. / Cruzaré ferias, la sangre que alimenta las calles // ese será mi hábitat” (10). Y en otro poema del conjunto: “Quemamos el volantín de Dragon Ball / un día en el Parque de los Reyes / para hacer desaparecer la infancia / y que las pérdidas se fueran volando. // Al final estábamos rotos y las jaulas también” (25).

Además, hay otro aspecto crucial del libro: el amor. No sólo el amor alegre y repartido tanto de los pájaros como de los pobres, sino el amor filial, de pareja, de un tú y un yo dentro de su propio nido o su propia jaula. Obviamente, un amor pasional entendido dentro del imaginario propio de las clases populares. El amor del bolero, de la ranchera, del melodrama. Ese amor mil veces cantado y representado dentro de las tradiciones de la clase trabajadora. Dice Julieta en “Loica”, el poema que abre el libro: “Quiero ser el fluido / que te recorre entero / desde pluma a pata. // Me anido en tu pechito rojo / ardiendo entre tus huesos / me envuelvo en tus plumajes asimétricos. // Mi corazón está en llamas / dentro de tu pecho” (8). Este poema podría perfectamente ser la letra de un bolero, pero nunca uno ingenuo. Más bien, un bolero totalmente consciente de las circunstancias feroces, desprotegidas e indomesticables desde donde emerge su idea y su experiencia de amor.

La escritura de Julieta Moreno entiende el barrio como un nido originado en dichas circunstancias. La familia como una bandada en constante tránsito y migración, capaz de desplazarse si las condiciones materiales, políticas o afectivas lo ameritan. Con una identidad inscrita en las transformaciones colectivas y con una noción de lo colectivo ligada al orgullo de la autodeterminación y a un amor irreductible que sólo encuentra su sentido al repartirse. De hecho, podríamos situar esta noción dinámica de lo colectivo en contraposición a las idealizaciones de la familia burguesa: siempre rígidas, arraigadas, competitivas y privadas.

Los grupos sociales que retrata la autora en el presente libro son bandadas salvajes demasiado conscientes de su libertad, de su fragilidad y de su sentido comunitario. Los poemas de Aviario son fragmentos de ese dinamismo, discursos sobre su intensa vitalidad e imágenes que nos exponen toda la violencia y la ternura que conlleva este tipo de camaradería. Son retratos de pájaros que aman de manera brutal, porque ese amor es el que le dictan sus lugares de origen. Son historias de pájaros libres porque, sin importar los enjauladores de turno, no puede ser otro el destino de nuestra clase.

Aviario
Julieta Moreno
Editorial Anagénesis
42 páginas
Precio de referencia: $6.000

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