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Gastón Soublette: “Esa falta absoluta de solidaridad y respeto por la humanidad no se tolerará más en el siglo XXI”

Por: El Desconcierto | Publicado: 10.05.2021
Gastón Soublette: “Esa falta absoluta de solidaridad y respeto por la humanidad no se tolerará más en el siglo XXI” Gaston Soublette |
Recluido en Limache desde el inicio de la pandemia, el escritor, filósofo y académico repasa los adversos tiempos que enfrenta Chile con la agudeza y lucidez que lo caracterizan. Apuntando a los poderosos, asegura que las “formas de vida impuestas por ellos, tienen por finalidad mantener este constructo económico y tecnológico que son los países modernos, y que les permite a ellos retener para sí mismos toda la riqueza del mundo”.

A sus 94 años el filósofo, escritor y musicólogo Gastón Soublette, pasa sus días instalado en quinta en Limache, en la Región de Valparaíso, lugar desde el que concedió una entrevista a BBC Mundo en la que habló de las contingencias más relevantes del país.

En medio de su análisis social, el intelectual chileno asegura que cuando se acabe la pandemia del coronavirus, la “reacción violenta de las masas ante los privilegios de los poderosos continuará”.

“Creo que la pandemia, al igual que una guerra, tiene el poder de extraer lo mejor y lo peor de los individuos y, esto, a modo de juicio final”, dice luego al abordar el tema del creciente individualismo que ha dejado en evidencia la crisis sanitaria.

Sublette agrega que “lo peor está demasiado a la vista y no se puede disimular. La espiral de la violencia delictiva, los femicidios que se multiplican, los asesinatos de niños y niñas, y hasta las amenazas de muerte de algunos a sus vecinos solo por el hecho de haber contraído el mal del coronavirus; las fiestas clandestinas de quienes no les importa contagiarse sin pensar que ellos pueden contaminar a otros; el pillaje a todo nivel de vehículos de transporte, de centros comerciales; los asaltos hasta en las calles céntricas de la ciudad; los atentados incendiarios; los enfrentamientos entre bandas rivales de narcotraficantes con balaceras que dan muerte a muchas víctimas inocentes, en fin…”.

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Con su inigualable capacidad de repasar la realidad, apunta luego a “la ocasión que este encierro les brinda a muchos de hacer un balance de sus vidas, pues todo se acelera y ya nadie tiene tiempo de parar esta máquina para revisar lo hecho y lo que está por hacer, y eso se debe a las formas de vida que ha generado un modelo de civilización cuyos únicos valores y fundamentos son económicos, tecnológicos y políticos”.

“El hombre interior en la mayor parte de la humanidad está muerto. Nuestra mente enteramente vertida hacia el exterior solo funciona ante el estímulo de los lugares comunes del día a día ciudadano”, agrega.

Sobre esta radical conclusión, comenta que “el hombre tiene el deber moral de trabajar sobre sí mismo para obtener el gobierno de su vida psíquica, desde ese ámbito profundo de su propia alma. Si se deja arrastrar por la corriente que se vierte hacia el exterior, ese centro rector de la conciencia queda subordinado al poder de los impulsos psíquicos y el hombre interior se desvanece a través de los años”.

“La civilización en que vivimos, que solo pide rendimiento de nosotros, es el paradigma alienante de la psique humana; hoy solo queda el hombre que proyecta su mente hacia el exterior para actuar sobre las cosas y las personas”, complementa al tiempo que agrega que “por esa alineación de nuestro espíritu, carecemos de un referente trascendente, con lo cual perdemos la noción del sentido”.

Posteriormente, el intelectual aborda el tema de la desigualdad que afecta a nuestro país, apuntando a que “la injusticia de la sociedad chilena es una forma más de injusticia que impera en el mundo entero. Una elite de emprendedores a nivel mundial detenta toda la riqueza del planeta y maneja el mundo desde la trastienda del poder político. Eso ocurre en todos los países con diferentes matices. Los peores matices se dan en los países del tercer mundo. Chile entre ellos figura a la cabeza de los países en que la distribución del ingreso es la más desigual”, comenta antes de entrar en el ámbito político.

“Sumado a eso la corrupción funcionaria de muchos servidores públicos a nivel regional y comunal, quienes permiten la destrucción de nuestro patrimonio urbano y natural privilegiando ciertos proyectos inmobiliarios e industriales en desmedro del buen vivir de los ciudadanos. La sociedad contemporánea está obligada a vivir en formas que le son impuestas por una élite de poderosos emprendedores, los cuales manejan el mundo”, complementa.

“Esas formas de vida impuestas por ellos tienen por finalidad mantener este constructo económico y tecnológico que son los países modernos, y que les permite a ellos retener para sí mismos toda la riqueza del mundo”, dice luego antes de proyectar el futuro.

“Esa falta absoluta de solidaridad y respeto por la humanidad no se tolerará más en el siglo XXI. Los estallidos sociales muestran que ese modelo de sociedad está llegando a su fin”, asegura lapidariamente.

“Todos sabemos que la pandemia ha contribuido a incrementar el capital de los más afortunados”

“¿Es posible recuperar la solidaridad?”, le consultan luego al intelectual. “La solidaridad entre los hombres solo es posible cuando estos tienen virtud y sabiduría. No se puede recuperar por medio de una campaña de promoción ni por medio de una ideología”, es su certeza.

Respecto del rol que debería jugar la élite económica y política en estos adversos tiempos de pandemia, Soublette dice que “en estas circunstancias, debiera concertarse para patrocinar planes de ayuda al sector más vulnerable de nuestra población. La gente pierde su trabajo, pierde su remuneración, carece de medios y, encima, los obligan a encerrarse en sus casas”.

“No se extrañen de que la espiral de la violencia delictiva haya llegado al grado de gravedad que observamos hoy. Además, todos sabemos que la pandemia ha contribuido a incrementar el capital de los más afortunados”, cuestiona.

Sobre el apoyo que ha entregado el gobierno a la gente en tiempos de pandemia, el filósofo se muestra crítico. “Ciertamente las ayudas sociales son insuficientes en un sistema que genera desigualdades escandalosas como las que se dan en Chile. La ayuda es circunstancial, en tanto que la mayor parte de la población vive en una estrechez al límite de lo soportable, y justamente en esos medios es donde germinan las aberraciones morales y la delincuencia en gran escala”, plantea.

En medio de su concienzudo análisis, luego apunta al concepto de “calidad humana”, que en su opinión “se prueba en el sentido de ‘comunidad’ y supone lo que tradicionalmente llamamos ‘virtud’. La virtud consiste en amar y respetar a nuestro prójimo como a nosotros mismos”.

Para el intelectual, además, “la calidad humana se prueba también en el desarrollo de las facultades superiores de la persona. Pero sea lo uno o lo otro, resulta una moral subordinada a la armónica convivencia social”.

Qué sucederá con las protestas que hubo en Chile y en varios países del mundo cuando termine la pandemia, es otro de los temas que Soublette abordó con el medio citado, dejando claro que estas se interrumpieron “por la fuerza mayor” de la crisis sanitaria.

En este sentido, su diagnóstico es que una vez “terminada esta emergencia, los hechos que motivan las protestas persisten y la reacción violenta de las masas ante los privilegios de los poderosos continuarán, pues la humanidad está demostrando que no seguirá tolerando que el poder económico siga manejando el mundo en beneficio de una elite, pero a costa de la mayoría, a quien le cuesta vivir en una estrechez al límite de lo soportable”.

Como tampoco va a seguir tolerando que los poderosos sigan destruyendo la naturaleza al punto de poner en riesgo la supervivencia de nuestra especie.

Por último, comparte una esperanzadora visión respecto del futuro, considerando su experiencia con las nuevas generaciones. “Hace 50 años que ejerzo como académico de la Facultad de Filosofía y Estética de la Universidad Católica y en los últimos 20 años he observado un cambio muy favorable en los jóvenes. Un sentido más desarrollado de la justicia y la dignidad humana, una conciencia más clara de la igualdad esencial de todos los seres humanos, una tendencia persistente a conocer y promover los fundamentos culturales de la identidad nacional, y una autenticidad mayor para aparecer ante los demás, sin simulaciones”.

“Creo que están más capacitados que antes para enfrentar la realidad y tienen más coraje, concluye.

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