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Cecilia Pavón, escritora: «Poder nombrar la opresión es tarea de la poesía»

Por: Cristian Leal, escritor | Publicado: 11.12.2019
Cecilia Pavón, escritora: «Poder nombrar la opresión es tarea de la poesía» |
Fundadora junto con Fernanda Laguna del espacio Belleza y Felicidad, una galería de arte bonaverense que abrió a fines de los 90. La idea era simple: juntar la belleza y la sensación de felicidad. Desde ahí salieron traducciones, trabajos colectivos y hasta una editorial. Cecilia Pavón (Mendoza, 1973) pertenece a una generación que vio de frente “El argentinazo” del 2001, proceso similar al estallido chileno de octubre, una de las revueltas más importantes del país. Justamente en los dos casos gobernaba la derecha y se hablaba de oasis económico y paz civil. La editorial chilena Overol nos sorprende con Fantasmas buenos, antología que recupera poemas de su primer libro en el país trasandino y añade inéditos.

Es una de las voces poéticas más reconocibles de los 90 en Argentina junto a Martín Gambarotta, Fabián Casas y Fernanda Laguna, entre otros. Fundadora junto con Fernanda Laguna del espacio Belleza y Felicidad, una galería de arte bonaverense que abrió a fines de los 90. La idea era simple: juntar la belleza y la sensación de felicidad. Desde ahí salieron traducciones, trabajos colectivos y hasta una editorial. Ha traducido para Overol La poesía no es un proyecto de la poeta estadounidense Dorothea Lasky y recientemente tradujo los ensayos de A ver qué se puede hacer, de Lorrie Moore para Eterna Cadencia. Es madre de un hijo mitad chileno y hace pocas semanas inició el espacio cultural “Oficina de poesía” en Microcentro. Antes de comenzar la entrevista, le comento a Cecilia que el primer libro suyo que leí me llegó en PDF, como todos los libros que leía en ese momento. Todo fue una conversación en su casa en Balvanera, Buenos Aires. Hablamos de la dictadura en Bolivia y las imagénes de la represión chilena que se mostraban en Argentina. Al final, seguimos la conversación por correo electrónico.

 –En tus reseñas se menciona el lugar Belleza y Felicidad. Cuéntame un poco de ese proyecto, y de cómo trabajan desde la colectividad. Hay una idea de que el arte es individual e íntimo, pero con estos proyectos se acerca a lo colectivo.

Belleza y Felicidad fue un espacio que cofundé con una artista visual en 1999. Yo venía de la carrera de Letras y ella de las de Artes, entonces en este lugar se dio una conjunción de disciplinas muy interesante. Pero lo más interesante fue pensar el arte como un lugar de encuentro. Alquilamos un local que estaba abierto al público para hacer distintas actividades: muestras, lecturas, recitales y también charlas o simplemente que la gente se encontrara. Hay algo de la necesidad del otro en el arte que el proyecto moderno individualista deja de lado, para nosotras el arte era sobre todo el tú antes que el yo y ese tú siempre se manifiesta en comunidad. 

–Con respecto a la contingencia Argentina y latinoamericana, cómo ves la resistencia cultural, y el aporte desde la poesía, pensando que muchos proyectos políticos son coartados o disminuyen en los gobiernos neoliberales. Agregando, por ejemplo, la crisis editorial con el cierre de proyectos autogestionados, como editoriales, centros de lecturas, etc

Creo que antes que nada poder nombrar la opresión es tarea de la poesía. Cuando no te queda nada más al menos tienes la posibilidad de nombrar esa explotación que sientes en el cuerpo por trabajar doce horas para pagar las cuentas. Estamos en la era del trabajo desregulado sobre todo para los trabajadores intelectuales o creativos. Creo que cuando la poesía funciona te devuelve tu mente y tu cuerpo de una forma que te devuelve la lucidez, creo que esa es la tarea más política de la poesía, desde un lugar subjetivo, desde el lugar de repensarse como sujeto. Hay un freestyler argentino de 20 años que se llama Wos ytiene un tema muy pegadizo que se llama Púrpura y en una parte dice «la danza de los que resisten bailando aunque quieran que seamos nadie». Creo que esa es la clave del estado neoliberal: quieren que no seas nadie. Poder escapar de esa nada en que el neoliberalismo quiere arrojarte es tarea de la palabra.    

–Por Overol Ediciones tienes publicado un libro de cuentos Pequeño recuento de mis faltas y recientemente Fantasmas buenos. También la traducción de la antología La poesía no es un proyecto de Dorothea Lasky. ¿Cómo conviven los géneros para ti al momento de escribir? 

Mis cuentos siempre empiezan como un poema, como una imagen o una sensación y luego se van volviendo cuentos no sé bien cómo. No distingo muchas diferencias entre los dos géneros. La traducción es un modo de vida además de un juego, pero es algo que significa muchísimo esfuerzo y está muy mal pago. 

–En tus poemas hay Tumblr, Instagram, Facebook y blogs. ¿Hay nuevas formas de escritura con respecto al libro físico? 

No lo sé, pienso que la poesía es anterior y posterior a cualquier dispositivo material en el que se transmita, siempre pensé eso, incluso antes de tener computadora. De alguna forma la poesía está siempre un poco más allá de los libros, es una forma de vida que luego adquiere la forma de un poema. 

–También se menciona el deseo o falta de dinero. Al parecer la literatura reniega un poco de hablar de plata. ¿Cómo ves tú esto en el arte en general?

Es un tema más de la vida y a la vez es el tema central de nuestra época en que todos los aspectos de la vida han sido subsumidos por el capital. No sé si no nombrarlo hará que desaparezca, creo que todos estamos pendientes de la plata para sobrevivir, y a la vez, nombrar el dinero es una forma de no pensar más en él, de tener una fe mágica en que de alguna forma llegará y poder tener todo lo que quiero, que no es mucho, es básicamente tiempo para leer, pero para eso hace falta plata. 

–En Fantasmas buenos hay una idea constante de descubrimiento y extrañeza, se dice que la poesía tiene mucho de esas dos inquietudes. ¿Qué exploras cuando escribes? 

Algo muy simple como poder nombrar la inmediatez a través de una pequeña fábula, pero todo lo que escribo tiene que ver con cerciorarme de que la realidad es real básicamente.

–Algunos parecen escritos a dos manos o una respuesta a otros, como si estuvieras dialogando más allá del lector, con otros poetas. ¿Te gusta la idea de muchas voces conviviendo en una sola escritura?

En general, me siento como una escritora amateur, los escritores amateurs escriben para amigos y parientes, aunque también escribo para dialogar conmigo misma y no olvidarme qué pensaba en tal momento porque en general siento que se cambia tanto con los años que todo lo que escribimos siempre lo escribió un extraño que no somos nosotros.  

–¿Qué le recomendarías a las personas amateur en el comienzo de su escritura? 

–No me siento capacitada para recomendar nada, ya que para mí la escritura es un acto de supervivencia; en la supervivencia no hay consejos solo intuición  

–En Fantasmas buenos hay una perspectiva de género muy potente, pero sin dejar de descubrir y reinterpretar. Para ti, ¿cuál es la forma de tratar el feminismo y su estética desde la escritura?

No creo que haya un solo feminismo y una sola estética del feminismo, creo que el intento de homogeneización de las subjetividades es parte el patriarcado, como cuando dicen escritura de mujeres, escritura de gays, escritura de afroamericanos, y ya está, cumplieron con un casillero, ese tipo de etiquetas tranquilizan y nos mantienen a todos funcionando. Suzy Schok, una poeta trans de Argentina tiene un verso que me gusta mucho «reivindico mi derecho a ser un monstruo». Desde que era niña para mí la poesía fue eso, mi derecho a ser un monstruo. Ser mujer es algo que me aburre muchísimo, ser un monstruo me da ganas de escribir.

–Se ha hecho un ajusticiamiento en visibilizar escrituras hecha por mujeres/monstruos. Tú eres de la generación poética del 90 (siempre los listados son mayoritariamente de hombres). ¿Cómo sientes la diferencia en los ambientes poéticos? 

En realidad durante los noventa aquí en Buenos Aires, las mujeres y las disidencias fuimos protagonistas, estaba la revista nunca nunca quisiera irme a casa de Gabriela Bejerman, la editorial Siesta de Marina Mariasch, Belleza y Felicidad de Fernanda Laguna y yo, había un ciclo en el Centro Cultural Rojas titulado «La voz del erizo» que organizaba Tamara Kamenszain y que fue muy importante para los poetas de los noventa, allí, por ejemplo, leí por primera vez. En la facultad de Filosofía y Letras, Silvia Delfino, una teórica, hablaba por primera vez de teoría queer y de lxs travestis y lxs trans como sujetxs políticxs. En ese sentido, siempre viví la poesía de los noventa alejada de los hombres hetero, ya en esa década era obvio que la potencia creativa ya no podía estar en el tradicional modernismo patriarcal, esa idea del escritor genio que crea en soledad y define sus grandes verdades estéticas. Esa idea del arte quedó obsoleta y el futuro se parece más a una poesía colectiva que explore formas no colonialistas de existir.

 

 

 

 

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