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CRÓNICA NEGRA| Neruda, Sherlock Holmes y la novela policial

Por: Ramón Díaz Eterovic, escritor | Publicado: 19.11.2020
CRÓNICA NEGRA| Neruda, Sherlock Holmes y la novela policial |
No faltan los que aseguran que desde adolescente el poeta leía las novelas de Arthur Conan Doyle y que incluso su seudónimo literario no estuvo inspirado en el escritor checo Jan Neruda como suele afirmarse, sino que en el nombre de una famosa violinista checa mencionada por Sherlock Holmes en la novela «Estudio en escarlata».

Que Pablo Neruda era un buen lector de novelas policiales no es ningún misterio. Al respecto hay testimonios de sus amigos, varios reportajes periodísticos y los numerosos libros policiacos que conservaba en su biblioteca y entre los que se encontraban primeras ediciones de los autores que él apreciaba y muchos títulos de la famosa Serie Noire de la editorial Gallimard que diera a conocer en Francia a narradores de la talla de Jim Thompson y David Goodis. 

Tampoco faltan los que aseguran que desde adolescente leía las novelas de Arthur Conan Doyle y que incluso su seudónimo literario no estuvo inspirado en el escritor checo Jan Neruda como suele afirmarse, sino que en el nombre de una famosa violinista checa mencionada por Sherlock Holmes en la novela Estudio en escarlata: Wilma Neruda o Wilma Norman Neruda, después de casada. 

“Y ahora vamos a almorzar, y después, a oír a Norman Neruda. La ejecución y el golpe de arco de esta mujer son maravillosos”–dice Holmes a su fiel Watson. Al respecto del seudónimo del poeta hay un extenso y entretenido estudio realizado por el profesor Enrique Robertson: Pablo Neruda, el enigma inaugural. Y la tesis de Robertson es aceptada por Hernán Loyola, uno de los más connotados biógrafos del vate de la canción desesperada.   

Sobre esta afición o pasión de Neruda conversé en alguna ocasión con la escritora Inés Valenzuela. En nuestra charla recordó que, durante el año 1943, ella y su esposo, el escritor Diego Muñoz Espinoza, gran amigo de Neruda desde la infancia, vivieron en la casa que el poeta tenía en La Reina; casa en la que Neruda vivía con su pareja de entonces, Delia del Carril, «La Hormiguita».

De esa época, Inés Valenzuela recuerda que Neruda leía a diario una novela policiaca, y que a diario también intercambiaba con ella alguno de los títulos que se encontraban leyendo, de autores como Georges Simenon y Agatha Christie. «Gracias a las novelas policiacas nos hicimos amigos con Pablo», dice Inés Valenzuela, y recuerda que uno de sus primeros encuentros con el poeta fue en una librería de la calle San Diego, donde compartieron algún comentario sobre el autor Anthony Gilbert que por entonces ella leía y recomendó a Neruda. Gilbert es un autor inglés y varias de sus novelas fueron publicadas por Borges y Bioy Casares en la afamada colección El Séptimo Círculo. 

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Por su parte, Jorge Edwards en su libro Adiós, poeta, recuerda: «…un domingo en la noche, estamos, Delia, Pablo y yo, en uno de los dormitorios de la casa de Los Guindos. Pablo selecciona libros y revistas viejas y me pasa un par de novelas de Simenon. Es un notable devorador de novelas policiales, admirador de James Hadley Chase, de Raymond Chandler, de Dashiell Hammett». El mismo Edwards, en otro capítulo de su libro apunta que Neruda «conocía la relación estrecha entre Santuario de Faulkner, y No hay orquídeas para la señorita Blandis”, de James Hadley Chase, pero la conocía, precisamente, debido a su admiración por Hadley Chase, y pensaba que el Faulkner de Santuario se había inspirado en esa atmósfera violenta, sin obtener resultados literarios excesivamente brillantes».

Sobre la afición de Neruda por el género policial, el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, otro fervoroso lector de novelas policiacas, en una entrevista concedida en Madrid, comenta: «Me tranquilizó mucho saber por declaraciones de Matilde Urrutia, la viuda de Neruda, que cada vez que él salía de viaje tenía que prepararle la maleta con novelas policiales». 

Darío Oses Moya, en su tesis Pablo Neruda lector (2009) recuerda una entrevista que le hizo Rita Guibert a Neruda, en enero de 1970. En dicha conversación, al hablar de los creadores de la novela negra en los Estados Unidos, Neruda comentó que: “casi todos los novelistas norteamericanos de esta escuela policial son tal vez los más severos críticos del desmoronamiento de la sociedad norteamericana en la época del capitalismo. No hay denuncia más fuerte que la de la novela policial –la de la verdadera gran novela policial– de estos últimos tiempos sobre el ajetreo y la corrupción de políticos y policías, la influencia del dinero en las grandes ciudades, la corrupción que asoma por todas partes en el sistema norteamericano”. 

Otro texto que ilumina la relación de Pablo Neruda con la novela policial es el capítulo dedicado al poeta en el libro Memorias de la memoria de Alfonso Calderón, quien nos sitúa en una conversación sostenida por ambos en Isla Negra. Calderón nos dice que Neruda conoció mucho a Dashiell Hammett y recuerda el siguiente retrato del autor de El hombre delgado y Cosecha roja: “Fumaba y fumaba. Nunca lo vi detenerse. Llevaba la muerte en la mochila y cuando pensaba parecía sacudir arrebatos, pasiones, terquedad, dejando de mano los aires napoleónicos que pierden a los escritores. No era difícil seguirle la historia, cantaba como los dioses en el Olimpo. Lo baladí, lo enorme, lo visto, lo que soñaba, los vacíos: todo iba a su boca para convertirse en música para los oídos (…) Daba juicios tajantes. Descalificaba brillantemente. Se metía con el estilo de las novelas y marcaba lo que sí y lo que no. Solía desesperarse por la ausencia de síntesis. (…) Todo lo de él permanece. Son construcciones muy sólidas las de sus novelas, y la vida aparece a raudales”. 

Avanzado el relato, Calderón realiza dos sabrosas revelaciones. La primera: “Neruda tiene la serie de novelas de la colección El Lince, esos tomos rojizos, con grietas en las tapas, y las ha puesto cerca de unas botellas que tienen forma de arpa, de sátiros, de barbas, de vapores, de zapatos, de laúdes o de cabras del monte. Abre uno de los volúmenes de El Lince. Oculta el nombre y goza de antemano con la sorpresa. Se trata de una novela escrita por una mujer y exclama: “¡Hoy es mi favorita!”.

La abre y me muestra un párrafo. “Lee –dice–, porque te dará ocasión de saber cuánto valgo y lo divulgues sin echarlo en saco roto”. Sigo el diálogo, que no es gran cosa, hasta que doy con una cita que hace uno de los personajes. Se trata de un fragmento del “Poema 15”, y es alabado como una gloria del mundo. Me ha sorprendido y olvido, posteriormente, preguntarle quién es la escritora. He buscado y buscado y aún no logro dar nuevamente con el verso de esa ocasión”. El dato de Calderón puede ser una buena pista para un detective literario dispuesto a correr los riesgos de emprender una investigación entre libros cargados de polvo y criminales. 

La segunda revelación se refiere a un deseo oculto del poeta. Dice Calderón: “Neruda se queja de frío, del dolor de las piernas. Dice que Raymond Chandler le emociona, pero que no lo entretiene. Prefiere su lenguaje a sus historias. De los casos de Agatha Christie dice que le gustan más, muchísimo más y cada vez más, los escenarios que las historias mismas, anodinas como un terrón de azúcar remojado en agua. Una vez que hemos llegado al comedor, en la mesa, expone su ideal: “Qué daría yo por haber escrito una gran novela policial”. 

¿Pudo escribir Neruda una novela policial? ¿Quién sabe? Hay quienes dicen que El habitante y la esperanza, la única novela que escribió Neruda se acerca al género policial. En la novela hay un robo, cuatreros, amores clandestinos y hasta un asesinato. Tiene los ingredientes para cocinar una historia criminal y desde luego deja en evidencia a un asiduo lector de historias policiales. Tal vez podría considerarse como una novela policial en onda de parodia o novela policial de vanguardia como lo es la brevísima novela que publicó Vicente Huidobro, en 1935, junto con Hans Arp: El jardinero del Castillo de la Medianoche

Lo cierto, y lo que motivó el inicio de esta columna, es que Neruda parecía pensar en las novelas policiales como una buena compañía hasta en las situaciones más extremas. En la mencionada entrevista a la periodista Rita Guibert que encontré publicada en parte en una edición de la revista Ronda de Aerolíneas Argentinas, a la pregunta: Si tuviera que salvar su obra de un incendio, ¿qué libros salvaría?, Neruda responde: «Posiblemente ninguno. ¿Para qué los necesitaría? Más bien salvaría a una muchacha o una buena colección de novelas policiales». Muchachas y novelas policiales. ¡Se las traía el vate de Isla Negra!

 

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