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VOCES| ¡Tiene cara que le gusta que la violen!

Por: Pía González Suau, escritora | Publicado: 25.11.2020
VOCES| ¡Tiene cara que le gusta que la violen! | Tomado de la web de la Red chilena contra la violencia hacia las mujeres
El 81% de las encuestadas dice haber recibido este tipo de respuestas al intentar hacer la denuncia. Incluso, se han reído, cuando una de ellas relata las groserías y amenazas recibidas por la pareja, porque les parecen divertidas. Luego nos preguntamos por qué hay tantos femicidios.

A propósito del día de hoy, la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, realizó un estudio vía encuesta online (205 respuestas) que pese a la dificultad de desconocer el universo real de víctimas de maltratos pues no todas denuncian, muestra significativos e importantes resultados.

Que una mujer, víctima de violencia intrafamiliar, llegue al teléfono y pronuncie las primeras palabras ya es un gran logro. Superó muchas barreras antes de llamar. La primera, el terror a ser descubierta por su agresor y recibir otra paliza. El miedo a ser apartada de sus hijos (cuestión que sucede, porque si se le brinda protección, esta no incluye a la familia) y dejarlos expuestos a la ira del hombre. Las críticas de su círculo directo, porque no le creen o apelan a su silencio en aras de la unión familiar. La incertidumbre de quedar económicamente desvalida, ya que si habla el victimario la amenaza con dejarla sin nada. Las razones para no dar ese paso se suman. 

Aún así, lo logra, después de años de aguantar, de justificarlo siempre, de esperar que sus promesas de cambio por fin se hagan realidad, se arma de valor y acude a pedir ayuda. Llama al 1455 o al 149 (fono familia) o logra enviar un WhatsApp, o incluso le dicen que pronuncie la palabra Mascarilla 19, como código en clave.

Al teléfono logra articular frases como “necesito denunciar una violación”. La llamada llega a Carabineros de Chile, cuyo personal, tanto hombres como mujeres, pueden responderle ¡Usted decidió casarse, aguante! ¡Para qué se queja si no tiene nada fracturado! ¡Vuelva a su casa y le pide disculpas! ¡Tiene cara que le gusta que la violen! Y otras tantas. 

El 81% de las encuestadas dice haber recibido este tipo de respuestas al intentar hacer la denuncia. Incluso, se han reído, cuando una de ellas relata las groserías y amenazas recibidas por la pareja, porque les parecen  divertidas.

Luego nos preguntamos por qué hay tantos femicidios. Una persona, en situación de extrema vulnerabilidad, acude a Carabineros, confiada en que será atendida y sobre todo protegida. Sin embargo, es ridiculizada, despreciada y tratada de mentirosa. Quien iba por justicia es doblemente castigada. Se le niega la ayuda por los y las mandatados para dársela. Le responden que no denuncie mejor, porque el agresor puede ponerse peor. Y si de una violación se trata, le dicen que se devuelva, porque no tiene pruebas. Ni siquiera cumplen con la obligación legal de tomarle la denuncia, de seguir el curso a que la ley los obliga. Pero vaya a denunciar el robo de un auto, a ver si usted aguanta que lo manden para la casa con la frase de que no moleste, váyase y cómprese otro mejor.

Quienes tienen que velar por protegernos, no solo no lo hacen, sino que profundizan la herida, con su desidia. Cuanto se entiende entonces, que los mismos entren en un hogar del SENAME, donde hay niños vulnerables, que llegaron ahí porque la vida los maltrató de una manera brutal o porque sus facultades intelectuales los tienen en un estado de desamparo, y lo hagan disparando, enfrentándose a un enemigo inventado en sus mentes agresivas.

El mismo desprecio y sobre todo, una terrible ignorancia del papel que deben tener en una sociedad medianamente sana. Son los custodios, no los agresores. Deben prevenir un mal mayor, actuar al escuchar el  testimonio de esa mujer porque después será tarde, y La Brigada de Homicidios se hará cargo de su tosca y brutal indiferencia.

No estamos hablando de pelear en la calle ni de perseguir delincuentes contra el tránsito. Son madres, esposas, abuelas. Las edades de los testimonios van desde los 6 a los 73 años.

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No es posible que si el golpe no fue muy fuerte o la prensa no está encima porque no le arrancó los ojos, las víctimas no sean consideradas válidas. Si los moretones no se ven, son tildadas de exageradas y si la agresión es sexual, la culpa es de ella, por provocarlo, porque le gusta.

Aquí creo está uno de los meollos del tema. La idea de posesión respecto al cuerpo femenino que perdura en nuestra sociedad. La mujer ha sido una propiedad más y el matrimonio pareciera aún sostener en algunos hombres, ese concepto. 

Lo peligroso, es que la policía piense lo mismo. Hombres y mujeres educados en ideas violentas, herederxs de una tradición donde la mujer no es una ciudadana que puede decidir. Hasta la libertad de su vida privada es justificación para ser agredida. Sino, recordemos como en el juicio de Nabila intentaron apelar a su reputación para justificar los celos del marido.

La violencia es un problema de salud mental y debe ser tratada como tal. No se arregla con breves cursos de DDHH, puestos para maquillar el problema. Son uniformados actuando de esa forma contra las más vulnerables de la población, que no pueden defenderse y no tienen el dinero para denunciar estos hechos.

No es algo que se modifique con campañas mediáticas de teléfonos de emergencia si después no hay nada, ninguna institución confiable y preparada que acoja, que asista y proteja, aunque la lesión no sea mortal y el daño haya sido psicológico. 

Es necesario modificar de manera estructural Carabineros. No estamos hablando de situaciones confusas, ni de defensa contra la delincuencia. Aquí claramente se muestra la magnitud de la irresponsabilidad y la tendencia a creerse jueces y no servidores públicos. Solo una intervención profunda puede detener esta ola de indolencia y soberbia. Son mujeres silenciadas, no aparecen en la prensa ni en la televisión, no hasta que el asesino las descuartiza o entierra en el patio trasero.

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