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La dama de blanco: Vicky Larraín y su resistencia a pasos de Plaza Dignidad

Por: Rodrigo Hidalgo, escritor y periodista | Publicado: 14.01.2021
La dama de blanco: Vicky Larraín y su resistencia a pasos de Plaza Dignidad |
La destacada creadora de danza teatro Victoria Larraín vive en el barrio Lastarria desde los 80. Desde ahí ha generado una propuesta creativa que en el último tiempo se ha traducido en una obra virtual con ocho actrices y en la presencia performativa que deja a su paso.

El barrio Lastarria, a pasos de la Plaza Dignidad, sigue activo a pesar de la protesta y las barricadas, o a pesar de que otros reclamen por su gentrificación, por su desarrollo turístico y comercial que lo ha convertido en una suerte de San Telmo o de Soho chilensis. La calle une el sector del metro Bellas Artes con la Alameda y el GAM, entre el Parque Forestal y el Cerro Santa Lucía, luciendo restaurantes, patios de comida, librerías, cafés, tiendas de ropa, de diseño, y míticos centros culturales como el cine El Biógrafo, el Museo de Artes Visuales MAVI o la sala La Comedia del Teatro Ictus.

Merced, Rosal, Villavicencio, son arterias que cuentan un pasado, en las que estaban el Instituto Chileno Francés o el Centro Cultural Mapocho, que en plena dictadura en los años 80 daban espacio para que por ejemplo el pianista Roberto Bravo diese un valiente concierto con repertorio de Víctor Jara para los emocionados transeúntes. 

También es el barrio en que se instalan músicos callejeros, artesanos, tatuadores, pintores, anticuarios, vendedores de libros usados y comerciantes menores que tenían como ícono al Divino Anticristo con su pañuelo, sus poemas y su carro de supermercado. Así se da una peculiar convivencia con los locales establecidos que –pandemia mediante– han sacado sus mesas a la calle para no perder clientela. Habría que agregar entonces que Vicky Larraín, que ha vivido por décadas allí, y que cada tarde sale a pasear al Parque Forestal a sus mascotas, se ha convertido en otra estampa característica del sector, siendo reconocida y querida por los habitantes y trabajadores del barrio. 

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Hace muy poco tuvo un enfrentamiento con Carabineros. “Los fui a increpar porque había un tipo maltratando a un perrito y ellos no hacían nada”. Le pusieron “la dama de blanco”. No es amoroso ese sobrenombre ciertamente. La dama de blanco los fustiga y hasta los insulta a la menor provocación. Decenas de veces han estado a punto de llevársela detenida. Porque razones para no confiar o de plano despreciar a los agentes de una policía corrupta y asesina sobran, lo sabemos bien. Y Vicky Larraín –quienes la conocen pueden dar fe de ello– nunca ha tenido pelos en la lengua. 

Es impulsiva, tremendamente impulsiva

La improvisación es su fuerte. Si está paseando a sus mascotas y de pronto ve algo que la emociona, se pone a bailar, se mueve y contornea, los años le pesan pero no le importan. Deja del lado el café que comparte afuera del Berri, se concentra, se transforma, y con su vestido blanco como único recurso material, entra en la emoción, actúa, danza, recita o profiere gritos mientras los transeúntes se preguntan si se espera una posterior “pasada de gorro”. El aplauso es su pago, su razón de gracias. Hace lo que le viene en gana. No está ya para aguantar que le digan qué puede o no hacer. Y le da lo mismo si lo consideran performance, arte, manifestación o protesta. Es todo a la vez.

Hace unas semanas nada más, cuando finalizaba diciembre, Vicky presentó a través del Facebook de su Compañía Teatro Cuerpo, un espectáculo titulado Lo que nos toca, que fue transmitido en vivo por Zoom. Contó con ocho actrices, bailarinas o intérpretes, que durante los meses previos exploraron con ella la nueva plataforma digital para las artes escénicas. Una pieza notable en su simpleza, con un mensaje que conjuraba la angustia por la época que vivimos, y que entregaba al espectador breves epifanías de luz y de dolorosa belleza. La experiencia fue lo suficientemente satisfactoria como para entusiasmarla. Por eso ahora se encuentra convocando a un seminario online que se desarrollará entre el 18 y el 29 de enero, de lunes a jueves con la colaboración del director teatral Raúl Osorio (consultas al mail corpteatrochile@gmail.com). 

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En medio de esta situación actual, con las salas de teatro pidiendo permiso para volver a abrir, con una absurda prohibición de poner música a los restaurantes, con la Alameda cortada todos los viernes, un toque de queda injustificado en su eternidad, y una franca distopía hecha realidad, Vicky se da un tiempo y comenta la contingencia. Todas las  tardes ve huir a los jóvenes de la policía, cierra las ventanas para que no entre el gas lacrimógeno, y maldice a un gobierno tan inepto como criminal.

“He vivido muchos años acá, y el barrio tiene eso que no se da tanto en otro lados, de poder ir al almacén y que te anoten con lápiz en una libreta algo que compras para pagarlo después. Y además es un barrio solidario, con muchos artistas siempre, gente de izquierda también, que para la protesta se organizan, ponen mesas para ayudar a los cabros que vienen heridos y cosas así”.

Vicky no ha tenido miedo, ha salido a protestar y ha visto de cerca el actuar de Carabineros, y la audacia “de una juventud que no tiene miedo porque no tienen nada que perder, estos cabros vienen de la enorme miseria que se ha generado en Santiago”. Y en ese sentido sí coincide con el diagnóstico problemático de un aumento de la delincuencia, de la violencia. Sin embargo nada de eso la hace pensar en abandonar el sector. “Me gusta vivir acá, desde el año 83 es mi barrio, me siento en mi casa, como dice Goyeneche”. Y cuando las cosas se ponen feas, cuando toda esa agresividad e injusticia asolan al país, Vicky sabe que su refugio es el trabajo creativo: “me lo proporciono a mí misma y lo proporciono a quienes trabajan conmigo, el arte, la creación, es un poco una vía para eso también, para olvidar el miedo, la rabia, el dolor”.

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